Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira
Volver 




Vale decir


Volver

El judío errante

Desde los veinte años, el fotógrafo francés Frederic Brenner viene retratando a los hombres y las mujeres judíos que, en cualquier lugar del planeta, han mantenido su identidad específica, y se han impregnado de la identidad de esas culturas y naciones adonde los llevó el exilio. El resultado es una excelente muestra de fotos, Exile at home. Su autor está de visita en Buenos Aires con el propósito de incorporar a la Argentina (junto con China) a la larga lista de países donde Brenner rastrea ecos de la Diáspora.

Por CLAUDIO ZEIGER

Hace veinte años, cuando él mismo estaba por cumplir veinte años, Frederic Brenner se lanzó a viajar desde su París natal al resto del mundo. Comenzó por Jerusalén. A lo largo del tiempo llegó a visitar unos cuarenta lugares: “De la Unión Soviética (aclaración: entonces existía como tal) a Etiopía, de India a Roma, de Nueva York a Hong Kong, de Yemen a Inglaterra. Y no soy de quedarme una semana, sacar las fotos e irme. Es un trabajo que tiene que ver con la comunidad, entonces me quedé un promedio de seis meses en cada lugar”, aclara el fotógrafo. Ahora Brenner está en la Argentina: hasta el 6 de diciembre, invitado por la Sociedad Hebraica Argentina, expone su último trabajo en el Palais de Glace, la muestra basada en el ensayo fotográfico Exile at home (“El exilio en casa”), un emotivo álbum de familia que registra el paradójico regreso-exilio, por razones políticas o económicas, de unas catorce familias (que Brenner fotografió entre 1978 y 1997 en todos esos lugares del mundo que componen la topografía de la diáspora) de sus lugares de origen a Israel.

AIRE DE FAMILIA Parecen fotos antiguas -impresión acentuada por el blanco y negro- de un álbum familiar en el que el ojo puede detenerse atraído por detalles que marcan leves anacronismos. La mirada del espectador entonces desciende hasta las referencias y ve, por ejemplo, una ficha que dice: Estonia, 1997. No importa la imagen. Puede ser el interior de una casa, la familia retratada alrededor de una mesa, la barbería flotante del Mar Muerto, el pasillo estrecho de una casa de Moscú. El ojo, atento, encuentra una constante: todos parecen inmigrantes. Todos suscitan la sensación de un tiempo lejano.
Sobre el final del ensayo fotográfico de Brenner hay una imagen que muestra una larga hilera de gente en el desierto, ordenados de acuerdo con altura y edad. Todos esperan para posar frente a una cámara, instalada en la arena al principio de la fila. A continuación viene la sesión completa de retratos, en una cinta continua que respeta el orden de la fila: uno tras otro se suceden los retratos, ordenados cronológicamente, desde los más chiquitos a los más viejos. Al pie de esos retratos, figura la referencia para ubicar al niño, adolescente o adulto en las otras fotografías del álbum (no de todos, porque no todos pudieron llegar a ese rincón del desierto israelí y posar para Brenner). Es muy fuerte la impresión, como de haber asistido a un rompecabezas étnico disperso por el mundo. El aire de familia está en los rostros. Hay algo más allá de ese aire que está en el conjunto, inclusive en lo que no muestran las fotos: la identidad.

SER JUDIO “Todo mi trabajo es un intento de mostrar la diáspora como una metáfora de la fecundación”, dice Frederic Brenner, que es antropólogo social y se le nota. “Mostrar, en el espectro más grande posible, las expresiones del pueblo judío, que por un lado ha mantenido su identidad específica, y que por otro lado se ha impregnado de la identidad de esas culturas y naciones adonde los llevó la diáspora”.
Si el mundo puede definirse como una selva de diferencias, Brenner cree que no hay una definición estática y congelada de la identidad, y menos que menos para ser aplicada a un pueblo que, desde su origen, ha recibido el mandato de marchar hacia adelante. La identidad judía resiste a toda definición, cree Brenner. “El pueblo hebreo fue fertilizado por sus exilios. La diáspora le ha dado la posibilidad de repetir el proceso dialéctico de fecundar y ser fecundado. Yo quise mostrar formas variadas de ser hombre o mujer en el mundo: eso es ser judío”.
Frederic Brenner sorprende un poco cuando dice que su libro, Exile at home (y la muestra) podría haberse llamado, más teóricamente, “Entre la aculturación y la asimilación”. La sorpresa, se le señala, es porque uno está acostumbrado a escuchar la palabra aculturación referida a los pueblos de América latina (u otras regiones del Tercer Mundo) arrasadospor la cultura global, pero no se la suele asociar a los judíos, precisamente porque se considera a la suya como una cultura de férrea identidad. “Ese es uno de los lugares comunes sobre la diáspora. Mi trabajo busca indagar cómo el pueblo judío puede volverse otro y a la vez ser él mismo, encarnar en su gente la tensión dialéctica que hay en la identidad. La idea es que hay muchas maneras de volverse diferente”.

¿Y POR CASA COMO ANDAMOS? Brenner estudió antropología social, participó desde muy joven en muchas exposiciones, recibió variados premios, filmó una película (Los últimos marranos, un documental sobre los judíos en Portugal) y viajó, viajó, viajó. Acostumbrado a ensamblar las piezas del rompecabezas de los demás, también tiene el propio. “Nací de padres franceses en París, pero mis abuelos son de Algeria (por parte de mi madre) y de Ucrania (por el lado paterno). Yo también estoy hecho de esos fragmentos de Oriente y Occidente, del encuentro del Este y el Oeste”. El año pasado Brenner se lo pasó en Israel para concluir Exile at home, y cuando recibió la invitación de Hebraica para exponer en Buenos Aires no lo dudó. “En Argentina me interesa el movimiento Memoria Activa, que me parece un movimiento que recoge algo muy vivo de la cultura judía, el sentido de justicia y la memoria concebida como algo que se encarna en actos. El otro asunto que me interesa es, claro está, los desaparecidos, porque me resulta todavía impensable que algo así haya sucedido en el interior de la civilización. Estoy aquí para entender. Después puedes preguntarme cómo voy a traducir esto en fotografías. La dificultad está planteada ya en Exile at home: no ser político, no ser ideológico. No dar respuestas pero sí plantear preguntas. Con estas fotografías quiero solicitar la atención de las personas que las miran. Quiero que ellos puedan realizar el trayecto que yo hice para tomarlas. Una fotografía siempre deja un espacio vacío, un blanco, para que aquel que mira pueda proyectarse en ella”.
Veinte años, cuarenta países, proyectos para publicar en el 2000 una antología fotográfica que recopile todo lo visto y oído en este tiempo: ¿qué hace Brenner cuando no viaja? “Estaba hablando con mi mujer en París y ella me dijo que mi hija, que tiene siete años, quería saber si yo podía quedarme unas semanas en París cuando regrese. El problema real es que cuando viajo me quedo mucho tiempo en un lugar, no lo resuelvo en una semana. Ahora estoy preparando una antología de todos estos años y pienso ir a China para incluir a los judíos que viven allí, la mayoría en Hong Kong”. Y agrega que estos días de contactos con la comunidad judía local le provoca excitación y un poco de temor. “Tengo miedo de que mi estadía en Argentina vaya a ser tan increíble que tenga que volver muchas veces más” dice. Lo que llevará a su hija a elevar a nivel de queja el pedido de que el padre esté más tiempo en París.

Exile at home de Frederic Brenner,
se expone en el Palais de Glace hasta el 6 de diciembre,
entrada gratuita, de lunes a viernes de 13 a 20 y sábados y domingos de 15 a 20
.