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Roberto Jacoby: VENDRAN CARAS EXTRAÑAS

Trece chicos que caminaban entre el público de Buenos Aires No Duerme fueron seleccionados para protagonizar una insólita película que se proyecta el viernes en el Centro de Experimen-tación del Teatro Colón. Su autor no es otro que Roberto Jacoby, el eterno moderno que estuvo en Tucumán Arde y en el Di Tella, hizo las letras de Virus junto a Federico Moura y filmó Los trece chicos más lindos, basándose en la experiencia homónima de Andy Warhol y en la interpretación que hizo Susan Sontag de esa experiencia.

Por Claudio Zeiger

“El pasado no me sirve si no es para hacer algo ahora. Sobre el Di Tella y sobre Virus ya hay libros escritos. ¿Para qué volver a contar cómo escribíamos las letras con Federico Moura? A mí no me sirve. A mí el mito no me va a sepultar. Y además, cuando trabajábamos en esa época no me venían a hacer notas. En los ‘80 no me hicieron una sola nota.”

Roberto Jacoby es contundente: no quiere hablar del pasado. Después hace una precisión. Si hablando del presente nos vamos hacia atrás, vale. Por ejemplo: cuenta que está trabajando con el músico Leo García, y comenta que, en su opinión, este compositor y cantante que Gustavo Cerati integrará a su nueva banda es uno de los herederos de Federico. Así, como en un destino circular, del presente se va al pasado. Pero no vale ir de atrás para adelante: no vale preguntar cómo fue su participación en el Instituto Di Tella o trabajar con los Virus. El presente puro de Jacoby es una película que se llama Los trece chicos más lindos, que tiene mucho que ver con Andy Warhol y que marca una de las constantes de su actividad: el trabajo con otros, sean pintores, poetas, músicos, diseñadores o DJs. En fin, gente del arte. Roberto Jacoby es sencillamente un tipo del arte. Más concretamente es pasado y presente de la vanguardia argentina, un detector muy sensible de tendencias, lugares, generaciones, bandas, grupos, individuos, artefactos. Y, ahora, con esta película filmada en la muestra Buenos Aires No Duerme, es también un detector de caras.

CINCO MINUTOS Una de las cosas que se suele criticar a los eventos como BA No Duerme o las bienales de arte joven es que, una vez pasado el tumulto, poco y nada queda. La película de Roberto Jacoby vendría a desmentirlo, al menos en parte. Si bien Los trece chicos más lindos no es un un film sobre la muestra, sí tiene mucho que ver con ella: los trece chicos del título fueron seleccionados durante un casting especial que se hizo entre la gente del público que circulaba y que en algunos casos hasta vivieron allí adentro en esos días insomnes. Un artista plástico (Jorge Gumier Maier) y una poeta (Mariana Sainz) los seleccionaban según la directiva de Jacoby: “Chicos que fueran lindos pero no de una belleza estereotipada, no de agencia de publicidad”. Esos chicos, después, serían filmados, cinco minutos cada uno (tendrían así sus warholianos minutos de fama), se les daría las gracias y ya no volverían a participar.

ME SUENA, ME SUENA Si todo esto suena parecido a Andy Warhol es precisamente porque Los trece chicos más lindos viene de uno de los experimentos que filmó Warhol y que Susan Sontag consideraba sus películas “para mirar”, a diferencia de otras muy largas, como la filmación del Empire State durante 24 horas o un hombre durmiendo 8 horas, más aptas para oficiar de ambientación. Roberto Jacoby tomó el análisis de Sontag aunque confiesa que ni se acuerda de haber visto la película de Warhol. “Seguramente la vi”, dice ahora. “Pero lo importante era copiar el procedimiento y seguir las consignas de la filmación. Trece chicos que lo único que tenían que hacer era estarse quietos, promover la menor gestualidad posible (ésa era la consigna de Warhol) durante cinco minutos. Sontag dice que el primer minuto es aburrido, pero que después empieza a tener sentido, que llegás a conocer a la persona filmada.”

La ocasión para comprobarlo es este viernes, el 27, en el Centro Experimental del Teatro Colón. Si bien la propuesta fue rehacer y actualizar la película de Warhol, su exhibición ofrece un programa más amplio: habrá ejecución de música en vivo -a cargo del compositor y cantante Leo García y DJ JJ- y una ambientación realizada por Ros. Jacoby señala que no se trata de sentarse a ver una película. Por empezar porque no va a haber butacas: solamente un banco largo, para los que se cansen. Pero también porque el evento es algo más (o algo menos): “No tengo una pretensión de arte, porque en realidad no es la presentación de una película sino un acontecimiento: va a haber gente, luz, música. La película es parte del evento”.

EXTRAÑO RODAJE La filmación tuvo lugar durante la muestra, a un costado del Café Literario, merodeados por curiosos que al fin y al cabo se acostumbraron a ver como parte del paisaje general de BA No Duerme a alguien filmando chicos inmóviles. Según Jacoby, el rodaje no incluyó nada de maquillaje, todos los chicos se sentaron en la misma silla y fueron filmados uno tras otro por orden de aparición, a lo largo de cinco horas. Y no hubo montaje, después.

¿Los chicos ya la vieron?
-No. Hicieron lo suyo, la pasaron muy bien y chau. Eran todos unos pibes bárbaros. Reaccionaron muy bien a la propuesta, fueron muy colaboradores. Por supuesto los vamos a invitar al Colón para que la vean. Con uno me encontré de casualidad por la calle. Ibamos por San Telmo, una noche, por una calle bastante tremenda, había una fogata prendida en una esquina, había pibes chupando por todas partes, y de golpe viene un flaco corriendo directo hacia nosotros y nos saluda: Ustedes son los de la película. ¿Cuándo la van a estrenar?, nos gritó.

¿Por qué exhibirla en el Colón?
-A mí me parece interesante esa trayectoria: cómo se pasó de un lugar totalmente abierto, juvenil y amateur, al Centro Experimental del Colón. Eso surgió en forma azarosa: yo había ido a ver una conferencia que daba Arturo Carrera sobre la moda, un día horrible de lluvia, no había más de diez personas, y el que lo organizaba era Ariel Schettini, el mismo que había organizado el Café Literario en BA No Duerme, y me preguntó qué íbamos a hacer con la película. Yo le dije que pensaba darla en el Morocco o alguna otra discoteca, y bueno, él nos ofreció hacerla ahí.

¿Por qué no filmarlo a la salida de una cancha o de un supermercado?
-Podría haberlo hecho, pero BA No Duerme marca una diferencia: es un lugar de una heterogeneidad social bastante llamativa, pero con una característica común. Mucha de la gente que va allí no viene a la Capital para otra cosa: había gente que se quedaba a dormir allí porque tenía un espacio de protección durante la noche. Es gente socialmente muy heterogénea pero al mismo tiempo con una cierta inquietud cultural por recibir algo nuevo. Yo estuve mucho tiempo en BA No Duerme, y sé que se le hicieron muchas críticas, algunas de las cuales podría llegar a compartir, pero otras no. Hubo cosas de mucha calidad, como en historieta y fotografía, así como hubo cosas muy malas en pintura. Creo que para mucha gente joven es la única posibilidad de ponerse en contacto con esas expresiones. Y no porque no puedan entrar al Centro Recoleta o al Museo de Bellas Artes, pero no existe el dispositivo social para que lo puedan hacer.

¿DONDE ESTA EL ARTE? Es muy tentador preguntarle a Roberto Jacoby sobre los sitios por donde circula la cultura y el arte en la ciudad: desde los centros culturales a las raves, pasando -por qué no- por Internet. Y establecer similitudes y diferencias en la oferta cultural de Buenos Aires de hoy y de décadas pasadas.

¿Hay lugares a los que se pueda ir con los ojos cerrados y encontrar calidad artística?
-Creo que no, y que ésta es una de las características de este momento cultural. Hay lugares donde seguro vas a encontrar mala calidad, hasta lugares de mezcla de calidades. Pero algo que tenía la Galería del Rojas cuando la dirigía Gumier Maier era que la mayoría de las cosas que había eran de alta calidad. Los centros culturales no tienen hoy esa gran definición. Creo que no hay mucho rigor. Había épocas en las que se sabía lo que ibas a encontrar. Una galería era de arte abstracto, otra de arte figurativo... Era más previsible. Ahora, en cualquier lugar puede haber cualquier cosa.

¿Eso lo ve como algo puramente negativo o tiene algo rescatable?
-Bueno, da más posibilidades de aparecer para los nuevos artistas, pero no aporta legibilidad, porque no se definen claramente los segmentos. La evaluación que se hace de los éxitos es cuantitativa, y creo que es un error. Es obvio que importa la cantidad, pero más importante es ver qué le pasa a la gente en ese lugar, cómo sale, qué se lleva.

¿Los centros culturales son significativos para la gente?
-Una de las cosas notables de la ciudad es que hay cada vez más lugares así. Están los centros de los países de la Comunidad Europea (el BAC, el ICI, el Goethe, etc.) que son buenos: el que no tiene una biblioteca interesante tiene una discoteca. Está el Rojas, el Museo de Arte Moderno, los centros culturales de los barrios... No faltan lugares, pero me parece que no están articulados ni definidos en lo que ofrecen. Te podés encontrar con maquetas de estudiantes de arquitectura, muebles de una mueblería, desfiles de Chocolate o de Vitamina, o la muestra de un súper artista extranjero. Es muy raro, y bastante democrático a la vez: todo el mundo puede exponer. Prácticamente es imposible no exponer en Buenos Aires. En este panorama, uno no puede hacer otra cosa que orientarse por lo que le gusta: lo que te gusta ver, adónde te gusta ir.

¿Internet le resulta un centro cultural interesante?
-Es un caos que por momentos adquiere una forma. Uno tiene que entrenarse para poder timonear y darle forma, pero básicamente es un magma del que se pueden sacar cosas que sirven pero también mucha basura.

¿Qué lugares le gustan de Buenos Aires?
-Cada vez está peor. El peligro vaya y pase, pero el exceso de vehículos es tremendo, el tiempo que tardamos en llegar de un lugar a otro es demencial, y no se puede andar en bicicleta porque te podés matar. Yo tengo bicicleta pero no la uso más: no tengo idea de dónde hay bicisendas. Hay ciudades, como Berlín, que están muy cuidadas para vivir, para que la gente la pueda disfrutar. La ciudad de Buenos Aires es linda en sí. Me encanta la Reserva, La Boca, el centro, hay distintos lugares para distintas horas del día. Pero nada está cuidado.

NO HAY QUE HACER COLA Jacoby también está relacionado con lugares que podrían denominarse no convencionales. Junto al plástico Sergio Avello inauguraron, a fines de los ‘80, la onda de hacer fiestas alternativas a las discotecas, en el ya mítico club Eros, en Palermo Viejo. Y es uno de los primeros y más activos habitués de las raves porteñas, aunque cree que están en extinción.

¿Las raves ya no le parecen divertidas?
-Las raves empiezan cuando los lugares en los que se formaban los músicos y DJs (como El Dorado o la Age) estaban en declinación o directamente cerraban. Esos DJs buscaron entonces ámbitos propios, como Carla Tintoré, que hizo la primera rave. Lo que sucede es que las raves tuvieron un crecimiento desmesurado en muy poco tiempo y terminaron siendo una catástrofe económica, porque lo que parecía muy rentable no resultó así. También estuvo el intento de apropiárselas por parte de empresas comerciales. Cuando Avello y yo hicimos la primera fiesta del Eros, la idea era salir de los ámbitos convencionales: no bailar en la discoteca, no hacer muestras en las galerías. Después vinieron las Fiestas Nómades, la onda era hacer bailes en clubes de barrio y se mezclaba gente ultramoderna, producidísima, con la gente del barrio. Lo interesante es que en esa época nacían las raves en Inglaterra, que eran secretas, para que no llegara la policía, porque se hacían en lugares ocupados por squatters, no pagaban impuestos y se consumía éxtasis.

Lo del club Eros no tenía mucho que ver con eso ...
-Creo que la gracia era que los mejores DJs organizaban sus fiestas en ámbitos diseñados por ellos mismos y totalmente por afuera de la disco con sus porteros y sus patovicas. Eran lugares totalmente abiertos y libres. Iba gente interesante, gente a la que le gusta bailar. Nunca entendí esa gente que hace cola por entrar desesperadamente a una discoteca. Es obvio que, si no podés entrar a una discoteca, no deberías estar ahí. ¿Por qué querés estar con esa gente que no quiere estar con vos? Creo que hay que crear espacios permanentemente, y que los lugares no están definidos para siempre. Si hay un trabajo de lo que llamamos el artista, es recrear espacios todo el tiempo.

INSTRUCCIONES PARA LLEGAR A UNA FIESTA

A Roberto Jacoby le gusta decir que la experiencia de Los trece chicos más lindos tiene que ver precisamente con los lugares: son unos chicos que, de BA No Duerme, llegarán al Teatro Colón. ¿Cómo hacer entonces para que la gente vaya al Colón, para que llegue hasta el Centro de Experimentación sin perderse en el camino? La contraseña de Jacoby es: “Hay una calle por dentro del Colón que se llama Arturo Toscanini. Entrás por Viamonte y a tu derecha vas a ver una puerta, y una escalera que baja... Entonces te metés”.