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SEXO  Doce propuestas para el próximo milenio

Los versos satánicos

Con una adaptación libre y apocalíptica del milenario Kama Sutra, la Bestia Bicéfala del Teatro Argentino vuelve al ataque. En una producción exclusiva para Radar, Alejandro Urdapilleta y Humberto Tortonese despliegan una galería de posiciones para el próximo milenio y anticipan el fin del sexo tal como se lo conoce hasta ahora.

Por URDAPILLETA y TORTONESE

Hay que dejar el sexo antes del 2000. Antes de que nos obliguen. Hay que mirar a Europa. Porque de ahí, del planeta Europa, es de donde vienen todos a enseñarnos, y de donde nosotros copiamos tan bien que ya no se sabe si nosotros los copiamos a ellos o ellos a nosotros. Pero el Kama Sutra no es europeo. Es hindú. No del Hindú Club (la onda Club es tan adorable, tan argentina, todos con su remera Lacoste o Penguin, ¿alguien se acuerda de las Penguin y de la señora que las vendía más baratas en Charcas y Uriburu?). Aunque tampoco en el Club se debe hojear el Kama Sutra. Lo que nos aleja del tema, que era tan bonito. El otro día alguien preguntó por qué Oriente tiene su libro de sexo y Occidente no. ¿Cómo que no? Jean Genet y Henry Miller enseñaron algo: revelaron la ley del canalla en el mundo del chongo, la sensación de tener la mano en la brasa. En la literatura argentina, estante que nos incumbe, el sexo fue siempre una especie de mamarracho. Por eso Mujica Lainez se volvía interesante: porque mostraba algo. Incluso Jorge Asís, en su época de La Paz, se ganaba todas las minas, pero después pasó por Europa y empezó a hablar con problemas en los maxilares y a querer prohibir palabras en inglés.
Y así como existe gente que detesta las palabras en inglés, está la que no mira el Kama Sutra porque leyó en el diario que encontraron carne de rata en un restaurante chino. Y, por último, están los sabios: los que saben que el truco está en encontrar el agujero más pedigüeño.

Mariana Karr, La Flaca escopeta y Xuxa ya hicieron sus aportes al imaginario. Y ya hay quienes barajan las posibles adaptaciones cinematográficas: con Canela y Berugo Carámbula; Enrique Sdrech y Yiya Murano; Vera Fogwill y Marikena Monti; Fortabat y Klemm (más García Satur y Camero mirando); y Graciela Fernández Meijide con el cartonero Báez, para que dé popular.

¿Por qué en el Kama Sutra los dibujitos incluyen casi siempre sólo a dos participantes? Son el Yin y el Yang. Es simbólico: símbolo de que ya está todo inventado. De que no tiene que venir Karina Mazzoco a enseñarle a nadie lo que es y lo que no es. Nadie le enseña a nadie. Menos Mirtha, que dice “fellatio” en cámara y se lleva la mano a la boca y pide disculpas. Se ve que ya no se acordaba. Pero nadie enseña la realidad. La realidad es la única verdad. Así que muera Mirtha y que vuelva el General. Y que aparezca menos Yin y más Yang en la televisión.

La bragueta es una atrocidad: una censura que a la vez dice clara, elocuente y groseramente “Acá atrás hay una verga”. Que se sepa: la pija está prohibida. Cada tanto aparece alguna, pero rapidito y medio muerta. Como la del chico Birabent en El impostor: para verla bien, tuvimos que alquilar el video y poner en pausa. Para eso una foto, o un dibujo. Y volvemos a lo mismo: ahí, en los dibujos, ya estaba todo el firulete. Después vino la tecnología: primero, el espejo en el techo. Después, la cámara oculta atrás del espejo. Y ahora la Internet, en la que cargan lo que filmaron con la cámara oculta detrás del espejo en el techo encima de una cama en la que dos personas fifan. Y, como en Internet no hay nada prohibido, un niño de tres añitos, munido de una PC hogareña, puede tener acceso a ese material. ¡Claro, ese niño puede ver esas imágenes repletas de incrustaciones pero nosotros no podemos fumar un porro!

Algo huele a podrido en la Argentina, ya se sabe. Por suerte, dentro de poco, se va a acabar. Diviértanse en el ‘99, porque después del 2000 no habrá más penetración. Vamos a procrear menos, como los japoneses. Chupar, sí. Tocar, sí. Pero penetración, no. Porque la gente ya no tiene imaginación, ya no sabe jugar con las posiciones. Se abre de piernas y dice “Que me la metan” y punto, ahí se acabó la gracia para ellos. Cuando no la puedan poner más, si alguien quiere procrear, se acercará a su laboratorio más cercano y, con la debida autorización, se pondrá lo que quiera. Pero propio. Nada ajeno. Y, como pasa con la droga, van a prohibir los dibujos con posiciones, que sólo circularán de manera clandestina. La gente va a olvidar y los que no olviden tampoco querrán recordar. Y después de años oscuros y décadas infames de penetración prohibida, la bomba nos va a destruir. Sólo unos pocos sobrevivirán. Para ellos hacemos estas fotos: por si alguno de ésos encuentra un Radar en el futuro. Porque cuando se agriete el semillón, con el secante a los costados y el algodón en el medio, el poroto florecerá y abrazaremos nuevamente el tallo germinado. Y entonces volveremos al Kama Sutra, del que nunca deberíamos haber salido, y al que volvemos cuando miramos a los animalitos. Porque ellos saben.