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La nueva temporada del Sony Channel
Los mejores amigos cama adentro disfrutan de un raro momento de reposo junto a sus respectivos mejores amigos, Jake y Kate, en la sitcom más ácida (y desopilante) de la nueva temporada de Sony, Will & Grace.

Las sitcoms de Sony ya se han convertido en tema de conversación popular, algo así como la versión catódica de “¿quién es tu beatle preferido?”. Para aquellos nihilistas que, post-Seinfeld, están convencidos de que nada bueno puede suceder ya, unos pequeños adelantos sobre lo que vendrá: parejas desparejas de gays y heterosexuales, un show retro que aprovecha el retorno fashion de los 70 y una revista de modas donde se consumen caramelitos lisérgicos.

Por DOLORES GRAÑA

Ahh, los efectos de la globalización. Hasta hace un par de años, la televisión argentina continuaba su marcha sin prestar demasiada atención a las mil y una triquiñuelas con que su contraparte norteamericana intentaba cambiar el formato episódico-feliz de Yo quiero a Lucy o El Show de Dick Van Dyke. Después de mucho devaneo de sesos y cientos de intentos abortivos (¿alguien recuerda Roseanne?), el fin de los 80 probó que algo bueno podía salir de tanta egolatría organizada: el aniquilamiento de la familia. En donde Lucy y Dick pregonaban que, después de todo, hasta las familias muy normales tenían sus pequeñas manías, tanto Seinfeld como Mad About You y Married With Children postulan que la normalidad aparece en contadas ocasiones en la superficie, y sólo cuando nadie está mirando. Porque en cualquiera de estas tres series, los familiares son la excusa molesta que impide pasar más tiempo con los amigos, cumpliendo a rajatabla ese aforismo de pared anónimo (¿o será de Khalil Gibran?): “Los amigos son parientes que uno elige”. Hay algo que es cierto: la mayoría de la gente considera a la televisión como un miembro más de la familia, pero hay quienes están seguros de que es el único miembro de la familia con el que vale la pena pasar el rato. El éxito de cualquiera de estas sit-coms vendría a ser la mejor prueba de que, al fin y al cabo, uno siempre recibe lo que se merece.

No es realmente necesario revisitar el mito Seinfeld, sino apenas dejar sentado que los cuatro cerebritos neoyorquinos del mal (actualmente expiando sus crímenes en prisión) decidieron demostrar a todo el mundo que no hay nada que no sea susceptible de entrar en un programa de TV. O que la nada es un programa de TV, como ustedes prefieran. Los méritos de Friends son sensiblemente menores, aunque no puede dejar de reconocerse que hay algo interesante en el hecho de que puedan lograr momentos desopilantes con planteos del estilo “un grupo de ex adolescentes intenta desesperadamente no madurar, ya que no tienen nada mejor que hacer” (lo mismo pasa con Mad About You: “Una pareja de recién casados con una ligerísima dosis de neurosis intenta sobrevivir a su perro”).

Luego del fin de Seinfeld, resultó evidente que la televisión norteamericana había llegado para quedarse. Y si no, observen los intentos desesperados de la TV vernácula por apropiarse de algo, cualquier cosa, que huela a Sony. ¿Quién hubiera imaginado hace diez años que el final de Seinfeld iba a transmitirse en directo y en idioma original, cuando todavía batallábamos contra el continuará sin continuación aparente de El auto fantástico? El mayor problema es qué hacer ahora. Es cierto que no hay candidatos firmes a robarle el cetro a Seinfeld, pero siempre es tranquilizador tener en cuenta uno de los dos mandamientos de la TV: cuando una fórmula es exitosa, hay que ser el primero en copiarla. (El segundo parece ser: aunque no haya sido el primero, ¿por qué no copiarla igual?).

Sin descontar las posibles sorpresas que pueda deparar la remake dark de Isla de la Fantasía (con Malcolm McDowell y sin Tatoo), Will & Grace parece ser el mejor proyecto que se avecina: lo que podría haber sido la película El objeto de mi afecto sin Jennifer Aniston y con media neurona en el departamento argumental. El argumento es sencillo: ella es una decoradora de interiores desengañada de su vida sentimental, él es gay y abogado y se acaba de separar de su pareja. Se conocen, se adoran desde el primer momento, deciden irse a vivir juntos. Una especie de Rupert Everett conoce a Ned and Stacy. Recuperando el espíritu de la mejor comedia del año pasado, Will & Grace decide ir en contra de lo establecido y crear dos personajes atípicos que no le hacen mal a nadie, salvo a ellos mismos. Dedicados con alma y vida a criticar a cualquier cosa que se les ponga a tiro (entre las que se destacan ER o The Jerry Springer Show) los protagonistas intentan sobrevivir a sus respectivos mejores amigos: Jack, una “loca” que transforma a Will en una encarnación televisiva de Charles Bronson, y Karen, la asistente de Grace, una inutilísima multimillonaria diletante que guarda los cheques sin cobrar de su sueldo en una caja porque le parecen “amorosos”. Tanto amor, sin embargo, presenta un serio inconveniente a futuro: los responsables de la serie decidieron emitir un comunicado de prensa en el que revelaban que los protagonistas “se quieren muchísimo y estarían felizmente casados si no fuera por un mínimo problemita”, lo que transforma a la sexualidad de Will en una suerte de gimmick al servicio de los ratings. Hecha la aclaración, sigue en pie la advertencia de que esta serie puede llegar a provocar una avalancha de epifanías en el espectador incauto.

Just Shoot Me comenzó hace un par de meses en el mayor silencio (junto a estupideces como Ask Harriet o Damon) para competir con la inmensa Newsradio en eso de convertir al ámbito laboral en una trinchera demoníaca. En lugar de una radio de noticias, la acción transcurre en una revista de modas tipo Vogue, en donde la hija del dueño tiene que lidiar contra una ex modelo incómoda con lo de “ex”, además de un lascivo director de arte, un secretario personal y autócrata y, por supuesto, el inútil del dueño. David Spade (el diminuto secretario) y Laura San Giacomo (la sufriente Maya) se sacan chispas en el duelo, pero habrá que dejar pasar un tiempo para dar el veredicto. Sigue siendo extremadamente disfrutable pero nada innovador, salvo cuando unos caramelos orientales Happy Lemon Joy provocan terribles alucinaciones lisérgicas en la redacción.

Otra de las comedias que arriban para competir con el matrimonio interruptus de Ross y Rachel (de Friends) y las desventuras de Jamie & Paul Buchman (en Mad About You) es That 70’s Show, que, como su nombre lo indica, es una especie de ropa vieja de programas tan reaccionariamente nefastos como The Brady Bunch (que se transmite por Uniseries) o su contraparte buchona y mod, Patrulla juvenil (ídem por TeleUno). La serie narra las vicisitudes de Eric, un adolescente de Wisconsin que aspira a alcanzar la felicidad junto a sus amiguitos Donna (la típica chica perfecta de la que está enamorado y todo el mundo lo sabe menos él), Hyde (un chico algo mesiánico convencido de que Xerox se va a adueñar del mundo) y Fez (la chica arábiga llegada vía intercambio, que parece estar ahí para servir como partenaire étnica de los personajes anteriormente mencionados). La única posibilidad de redención del infierno retro en que parece estar sumido este fin de siglo es el hecho de que That 70’s Show es producida por los creadores de Third Rock From The Sun, que ya levantaron bastante polvareda con la aparición estelar de la marihuana en el horario de protección al menor. Eso, y las solicitadísimas melodías de Donna Summer, Burt Bacharach y hasta The Monkees que adornan la banda de sonido del retro-show en cuestión. Aunque, pensándolo mejor, quizás no es suficiente.

Como puede observarse, puro yadayadayada. Afortunadamente, siempre se puede volver a las fuentes: los capítulos de Seinfeld siguen en el aire, imbatibles. Con eso basta.


IZQUIERDA: EL ELENCO DE that 70's SHOW, RETRO NABO. DERRECHA: JUST SHOOT ME, OTRA COMEDIA LABORAL.