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Daniel Melingo y Willy Crook

Los dos tocaban vientos en grupos decisivos de la década pasada (Los Abuelos de la Nada, Los Redonditos de Ricota). Los dos viajaron por el mundo y cambiaron varias veces de piel. Compañeros en Lions in Love, ahora, en las vísperas del 2000, cada uno tiene nuevo disco y proyecto musical revisionista ad hoc: Tangos bajos, el disco de Daniel Melingo, lo muestra convertido en un arqueólogo del tango y la poesía lunfarda. Y Eco, el tercer CD de Willy Crook con los Funky Torinos, lo ha confirmado como el embajador de la música negra en la Argentina.

Por Santiago Rial Ungaro    Fotos: Nora Lezano

El solo hecho de realizar un currículum vitae de cada uno de ellos ya impacta y marea un poco: tanto Daniel Melingo (Los Abuelos de la Nada, Los Twist, Lions in Love, sin contar sus trabajos como productor y Las Ligas, aquel grupo de apoyo de Charly García de la época Clics modernos) como Willy Crook (Los Redonditos de Ricota, Pachuco Cadáver, Lions in Love) tienen trayectorias musicales llenas de curiosidades, ricas en experiencias y vaivenes, encuentros y desencuentros, viajes y enredos. Pero, por otra parte, la sustancia del disco de Melingo, su regreso al sonido del tango de guitarras, poco y nada tiene que ver con el sonido del disco de Crook, mucho más ostentoso y a la moda. Si el sonido de Tangos bajos es AM, el de Eco es definitivamente FM. “¿Por qué una nota juntos?”, increpó Melingo al cronista por teléfono. “¿Qué tiene que ver lo que él hace con lo que hago yo? ¿Nos juntaste por el corte de pelo?”. A pesar de estas diferencias, Crook y Melingo tienen también mucho en común: para empezar, los dos son hombres de mundo y conforman junto a Guillermo Piccolini, Sergio Makaroff y Andrés Calamaro una legión extranjera virtual, un vaso comunicante entre la Argentina y la Madre Patria. A esto hay que sumarle que los dos son multiinstrumentistas, y también son amigos (de hecho, Melingo es el padrino del hijo de Willy Crook). Además, Melingo es el coproductor de Eco, el último de Willy. Y, para terminar con las coincidencias, los dos supieron hospedarse, en distintos momentos, por diversas razones, en el Borda.

HOMBRE TANGO Antes de los Lions, antes de Los Twist, antes de los Abuelos, allá por la década del 70, Daniel Melingo era un joven estudiante de clarinete. Pero ya en esos años mozos de formación tenía una estrecha relación con el tango. Más precisamente con el tango de guitarras y con la figura señera de Edmundo Rivero, a quien le compuso “Leonel el Feo”, uno de los tangos incluidos en su último disco. La improbable conexión Melingo-Rivero tiene un origen familiar: la madre de Melingo por entonces estaba casada con Juan Carlos Romero, manager del cantor de las manos grandes. “Verlo tocando la guitarra y cantando con esa increíble voz grave, fue una experiencia imborrable”, dice hoy el ex Abuelo de la Nada. Justamente en esa época Rivero volvía al tango de guitarras (grabando una recordada serie de discos editada con ilustraciones de Hermenegildo Sábat), sonido al que Melingo rinde tributo en Tangos bajos.

El CD le debe su nombre a Los poemas bajos, un libro del genial poeta y letrista Enrique Cadícamo. “El primer tango que musicalicé es Siga, cochero, una letra de Cadícamo que habla de un dealer que va con un cochero a encontrarse con los muchachos al Palais de Glace, y describe toda esa decadencia de una manera sumamente poética. Cuando lo contacté, Cadícamo no quiso saber nada con editar eso, porque consideraba que era una apología de la droga. Yo le dije: Maestro, lo compuso usted. Y él me contestó: Sí, pero era muy purrete. Se cabreó con eso y no quiso saber nada, aunque el resto de los tangos hablan de otras cosas. Tal vez pensó que yo era un loquito del rock, que le iba a poner guitarras eléctricas. Para mí, él es el Borges del tango. Así como Alposta es el Bioy Casares. Pero no pongas nada porque no hay ningún tema de Cadícamo en el disco y, sin autorización, no quiero decir nada. No me interesa quedar mal con él. Lo único que puedo decir es lo que puse en el disco (Gracias a don Enrique Cadícamo por no haberme hecho caso). Y que tomamos un capuchino y tuve la suerte de poder intercambiar un par de palabras con él”.

La recopilación de tangos propios y ajenos que conviven en Tangos bajos puede parecer, de entrada, el simple berretín de un freak excéntrico. Pero, entre homenajes, clichés y términos lunfardescos, las historias de cuchilleros, suicidas y reventados terminan convenciendo por su dramatismo. Y lo que realmente asombra es la maestría de Melingo para abordar con sobriedad y elegancia una música tan compleja y esquiva como el tango. Incluso la versión del poema de Federico García Lorca “La guitarra” demuestra que el hombre sabe lo que hace. “Lorca tiene una temática tanguera. Siempre está con el puñal, con el farol, la calle, la sangre, el corazón”. A pesar del ambiente trágico y el sonido purista, el disco también se toma algunas licencias, como el uso de una tabla y un quemanchá, algunos coros más cerca de los Lions que de cualquier disco de tango, y una versión dub (con los bajos acentuados) de “Narigón”. Esos detalles y el humor ácido y sutil de Melingo es lo que da a Tangos bajos su personalidad. “El disco tiene un estilo tragicómico. Cuando empecé a tocar los temas en vivo, la gente se reía y yo pensaba: ¿Qué soy, un payaso? ¡Estoy tocando tangos! Pero tal vez la gente se ríe por los nervios, porque algunas de las letras son muy pesadas”.

LIBEREN A WILLY Definitivamente Crook no da con el prototipo del artista torturado. Alcanza con ver su estampa canchera y sentimental para darse cuenta de que sus impulsos tiene que ver con sus propios ritmos internos. Basta con llegar a Eco Producciones, centro de operaciones del grupo, y ver un Torino estacionado para entender por que el “Torito” Crook es, para muchos, el paradigma del “tipo cool”. Bueno, hubo un tiempo en que Willy no era “tan” cool y sus canchereadas lo llevaron al Borda. “Entré por lo mismo que todos entran. Y salí cuando se dieron cuenta de que yo no estaba loco, sino que simplemente era un boludo. A nivel de testeo de psicofármacos, fue una experiencia importante, pero la calidad de éstos no me permite recordar nada con claridad”, dice hoy Crook, y agrega que fue con el paso del tiempo que esa internación se transformó en anécdota. Antes del Borda, antes de ser conocido como el compositor y líder de los Funky Torinos, Willy Crook ya gozaba de un merecido prestigio como instrumentista, a la vez que tenía cierta fama de personaje novelesco, rubricada por Petinatto en su libro Cómo abandonar la tierra, donde le dedica un velado retrato en el que lo describe como un personaje singular y funambulesco, naturalmente dotado para la música. Pero ¿cómo llega a convertirse Crook en el Embajador del Soul en la Argentina?

“Llegó un momento en el que me encontré con ganas de grabar algunas composiciones mías. Era música que a mí me gustaba escuchar, pero no pasaba de ser un simple ensayo personal, un experimento”, dice Crook a propósito de su lanzamiento como solista, hace varios años. Integramente cantado en un inglés sanateado y voluptuoso (“Considero que el inglés es un idioma por momentos tan incomprensible como el castellano: es simplemente un vehículo”), y a pesar de cierta inconsistencia, Big Bombo Mamma (1995) logró rescatar el sonido del soul (es decir, del pop negro en general) y contagiar, a través de sus versiones y digresiones, los gustos musicales de Crook. No es extraño que en un país en el que la gente no sabe ni se anima a bailar, el groove del disco (y la incuestionable belleza de “If you”) hayan llamado la atención. “Con ese disco me desayuné la idea de que tenía una oportunidad musical entre manos y me pareció una picardía desaprovecharla. No fue algo preparado, pero cuando vi la repercusión que tenía el disco entendí que era el momento de hacer algo. No obstante me daba cierta pereza y cierto pánico, porque yo estaba con los Lions y Dany (léase Melingo) en esa época estaba brillantísimo”. Otra de las características del disco era que, dentro de los límites que se autoimponía, manejaba como compositor un eclecticismo que bien podía venir de su pasado como DJ. “A mí me enseñó Pablo Guadalupe, un gran DJ español, también baterista de los Lions. Ahí descubrí que hasta los discos más siniestros tienen algún tema bueno”.

CANCHERO Y HUMILDE Cuando se le pide a Crook una radiografía musical que explique, si es posible, cómo llegó a su estilo actual, la explicación es también natural y convincente: “Dentro del abanico de música que me tocó en suerte tocar ha habido como un descarte de cosas y también una persistencia de ciertos estilos. Es como un reacción, como este grabador con Voice Activator: hay un mecanismo en mí que se activa con ciertas voces y no con otras”. El futuro tampoco parece inquietar o preocupar demasiado a Willy: “Musicalmente no voy hacia ningún lado concreto. La música es un poderoso convertible en el cual no sé cómo me he colado. Adonde me lleve me parece bien”. En definitiva, Crook hace lo que hace porque es lo que le gusta y porque es lo que le sale: “No creo estar haciendo ningún aporte, al menos de magnitud. Creo ser un pedo en un vendaval. La música no necesita de mí para existir. En el mejor de los casos, he tenido noches en que me sentí un instrumento bastante afinado de su placer”. Son justamente estas premisas tan delimitadas las que hacen de Eco un disco tan ecléctico como disfrutable, excelentemente ejecutado por los Funky Torinos (mención especial para el guitarrista Valentino, quien se hace cargo, junto a su mini jazz-band, del CD anexo que viene con Eco) y por los invitados (Miguel Zavaleta, la guitarra ricotera Skay, el propio Melingo) que aportan y ayudan a convertir el disco en una agradable velada para los amantes del género. Coproducido por Crook y Daniel Melingo, el disco desarrolla la misma propuesta que comienza con Big Bombo Mamma y que continúa con Willy Crook & The Funky Torinos (1997): tocar respetuosa y profesionalmente música canchera y cachonda, una paradoja musical tan desconcertante como interesante. En el arte del disco reaparece el fetiche preferido y símbolo automotor que tiene una extraña conexión con Crook: “De joven no lograba hacer que mi padrastro me pegara, así que decidí atropellar a él y a mi madre con un Torino. A partir de eso comprendí que una falta total de personalidad puede ser compensada con un Torino vistoso”. En definitiva: música funcional, ideal para tantos porteños que han adoptado la música soul como panacea musical, símbolo de confort y, por qué no, de felicidad rítmica.

TOROS Y LEONES Si Willy Crook es la personificación del Soul Café (el bar del Zorrito Quintiero) Melingo vendría a ser la corporización de un bar aún inexistente, ubicado en los arrabales del próximo siglo, en el que los nuevos autores de tango (Palo Pandolfo, Horacio Fontova, Ricardo Mollo, Pipo Cipolatti, el propio Melingo) se reúnen para mantener viva la tradición musical más rica de la Argentina. Después de su experiencia en Lions in Love, con los cuales estuvo realmente a la vanguardia del pop europeo, el vuelco de Melingo hacia el tango puede parecer anacrónico o arriesgado. O simplemente puede interpretarse como otro momento contrastante y fascinante de su asombrosa historia musical. Nacidos en 1986 en Amsterdam, los Lions in Love fueron uno de los grupos más originales y excitantes de pop bailable de final de siglo. Tras deambular por Barcelona, Ibiza, París y otras ciudades, el grupo liderado por Melingo editó su primer disco (llamado Lions in Love a secas) en 1992. Alrededor de la misteriosa belleza de Stephanie Ridges y con los aportes del baterista Pablo Guadalupe y el bajista José Luis Mc Cartney (sic), el grupo concibió un producto musical tan sensual como hipnótico sintetizando variadísimas influencias musicales, logrando que el proyecto musical de un artista argentino -exiliado, pero argentino al fin- se anticipara con su sonido al trip-hop, uno de los estilos más interesantes de la escena musical bailable europea. “El trip-hop es como un hip-hop menos crudo pero igualmente oscuro, con armonías más jazzeras. Digo esto y es como si estuviera haciendo una definición del sonido de Lions in Love. Algo de eso hay, porque ahora van a reeditar los discos del grupo. Es más, te doy una primicia: para fin de año estamos planeando grabar un nuevo disco, o un disco en vivo. Hubo tantos que curraron con el disco en vivo que la verdad es que también podríamos hacerlo nosotros. Me acuerdo que cuando tocábamos en vivo éramos el único grupo en el que Charly (García, claro está) no se subía a tocar”.

“Además, en vivo el grupo era muy poderoso, era más rockeado”, agrega Crook, quien junto a Guillermo Piccolini y Martín Aloe (bajista de Cienfuegos) formaron parte de la segunda formación, con la que grabaron Psicofonías, obra maestra del grupo. En ese disco, los Lions metieron a la coctelera la experiencia de Melingo como productor, el talento musical de Crook como instrumentista y el contacto con DJs ingleses y con los que integraban el grupo (Crook, Guadalupe y Aloé supieron pinchar discos en España) a lo que se le sumaron las incursiones del grupo en el dub, el reggae, el jazz y el flamenco, logrando un trago único, exquisito y, tal vez, irrepetible. “Estuvimos tres años grabándolo”, dice Melingo, a modo de explicación, y el ejemplo debería servir a más de un grupo ansioso por alcanzar la fama. “Pero valió la pena”, agrega. “Todo sirve, cualquier experiencia que tengas te puede servir, es cierto. Pero depende de la elegancia con que lo hagas. Basta ver el tango y el jazz. Son quizá las únicas dos ramas de la música eruditas y populares a la vez. Lo dijo Gary Burton. Son callejeras de verdad. Pero, al mismo tiempo, hay que estudiar mucho para tocarlas como es debido”.