Por Raúl Kollmann
Las mayores
preocupaciones de los argentinos son el desempleo, la falta de seguridad, el estado de la educación y la creciente corrupción. En todos esos rubros, el
Gobierno cerró el año con notas desastrosas. Casi el 80 por ciento de los ciudadanos
considera que el Ejecutivo actúa mal o muy mal en esas áreas y apenas un 4 o 5 por
ciento califica a la Casa Rosada con un bien. Las críticas también se ven en el terreno
económico: la mayoría de los consultados piensa que las cosas están peor desde que se
empezó a aplicar el plan económico y paralelamente hay pocas expectativas sobre el
futuro próximo (ver aparte). Durante el año que terminó, la imagen del presidente Menem
siguió siendo negativa, aunque entre febrero y diciembre las opiniones en su contra se
redujeron levemente. Por último, el ‘99 se inicia como año electoral con De la Rúa
superando nítidamente a cualquier candidato justicialista. El que mejor se ubica es
Eduardo Duhalde, a 12 puntos.
Las conclusiones surgen de una encuesta realizada por la consultora Graciela Römer y
Asociados sobre la base de una muestra en la que fueron consultadas 1477 personas en 25
centros urbanos y semiurbanos del país. En el estudio se respetaron las proporciones por
edad, sexo y nivel económico-social.
A
ocho de cada diez personas les preocupa el desempleo, algo que se viene verificando desde
hace varios años. Esto tiene que ver con los niveles de inseguridad que sufre la mayoría
de los asalariados en su actual trabajo y, además, con las dificultades para conseguir
empleo de los que no lo tienen en este momento. Ese nivel de preocupación obviamente se
convierte en una durísima crítica de la gestión del Gobierno en materia de empleo:
apenas un 4 por ciento de los consultados por Römer evalúa bien al Ejecutivo en ese
punto.
En materia de seguridad pasa algo similar: hace años no figuraba entre las preocupaciones
fundamentales de los argentinos y ahora ya se coloca .según se ve en la encuesta–
como el segundo problema del país. Como es lógico, los consultados son fuertemente
críticos de lo que hace el Gobierno en el terreno de la seguridad y hay apenas un 4 por
ciento que dice que la Casa Rosada se maneja bien en este terreno.
El tercer rubro en el que los datos son abrumadoramente adversos al Ejecutivo es el
control de la corrupción. Una inmensa mayoría de los argentinos considera
que hay altos niveles de corrupción en el Estado y el Gobierno, por lo cual el 78 por
ciento opina mal o muy mal de la gestión de la Casa Rosada en este punto. En la lista de
prioridades de los ciudadanos, la corrupción figura en el octavo lugar, pero hay casi
unanimidad en el cuestionamiento a la administración Menem en esta materia.
Dos clásicos de la disconformidad son la educación y la salud. En ambos aspectos, el
Gobierno tiene una fuerte desaprobación: más de la mitad de la gente opina mal o muy mal
de las políticas estatales en los dos terrenos.
Con semejante menú de cuestionamientos, es obvio que los ciudadanos tienen una mala
imagen del presidente Menem. Tras la victoria de la Alianza en el año ‘97, el primer
mandatario pasó por su peor momento a principios del ‘98. Por ejemplo, en el año
1995 había un 45 por ciento de los ciudadanos que opinaba bien de Menem, un porcentaje
que había caído casi a la mitad (24 por ciento) en febrero del año que acaba de
terminar. Desde entonces, el Presidente tiene una leve recuperación -.trepó al 29 por
ciento de imagen positiva–, pero quienes opinan mal del primer mandatario son el
doble (60 por ciento).
Todo este cuadro de situación influye decisivamente en el panorama electoral
del ‘99. Como sucede desde hace varios meses, De la Rúa aparece claramente al frente
en la intención de voto para presidente, con EduardoDuhalde –ubicado como el mejor
candidato del justicialismo-. bastante detrás. Para Graciela Römer, “parte de los
problemas actuales del partido de Gobierno se vinculan con la indefinición de la
candidatura presidencial, el rechazo generalizado a la gestión del gobierno nacional y
las dificultades para recuperar un sector del electorado que, habiendo votado por Carlos
Menem en 1989 y 1995 tiende a inclinarse hacia la oposición desde octubre de 1997, cuando
la Alianza ganó la elección legislativa. Se agregan a esta lista los problemas que el
precandidato Eduardo Duhalde encuentra para diferenciarse de las orientaciones
ideológicas y principales políticas de la actual gestión”.
En resumen, el ‘98 se termina con fuertes cuestionamientos a la Casa Rosada. Carlos
Menem tiene dos tercios de la población en su contra y un tercio a
favor; hay críticas masivas a las políticas de Gobierno en todos los temas que para la
gente son importantes y también hay un nítido rechazo a la política económica. Todo
configura un escenario propicio para la oposición, pero habrá que ver lo fundamental: si
los ciudadanos le ven capacidad real para cambiar las cosas. Ahí estará la clave del
‘99.

LA GENTE CREE QUE SU SITUACION ECONOMICA
EMPEORO
Nada va mejor con el plan
Por Raúl Dellatorre
Poco a poco, la opinión
pública fue perdiendo la percepción que le hacía creer que sus problemas económicos
personales no tenían que ver con la situación general del país. Usualmente, se tendía
a pensar que se vivía en un clima de prosperidad en el que, en todo caso, el fracaso era
individual. Ya no es así, y quizá nunca lo fue, pero ahora la gente lo percibe, según
los resultados de la encuesta de Graciela Römer y Asociados en lo que se refiere al plan
económico y su incidencia sobre la situación personal.
La proporción de respuestas que consideran que la situación del país empeoró desde el
inicio del plan económico (45 por ciento) es similar a la de los que señalan que su
situación personal hoy es peor que hace seis años y medio (44 por ciento). Pero aquellos
a los que les va mejor individualmente (17) son todavía bastante menos que los que creen
que el país está mejor (28). La diferencia se concentra entre aquellos que piensan que,
aunque ellos están económicamente igual que antes del plan, el país mejoró.
La encuesta también refleja que la gente ha ido dejando de lado la idea de que, en algún
momento, los beneficios del plan tenían que llegarles. La perspectiva sobre cómo va a
evolucionar la situación económica individual en los próximos años se muestra
extremadamente dividida: un 32 por ciento espera que “igual”; el 27 por ciento,
“mejor”, y el 24, “peor”. Un prudente 17 por ciento optó por
responder que “no sabe”.
Durante muchos años (los de la era Cavallo, principalmente, entre 1992 y 1996), las
cifras macroeconómicas parecían dominar la percepción social sobre la economía. Aunque
el crecimiento del producto bruto no se reflejara en los sueldos, ni la estabilidad
monetaria tuviera que ver con la estabilidad en el trabajo, la gente “compraba”
la imagen de prosperidad que le vendían los funcionarios. Algo cambió: las elevadas
tasas de desocupación pasaron a ser un tema permanente en la discusión de los hombres
públicos y aparecen encabezando toda encuesta sobre las mayores preocupaciones de la
población. Tampoco se vio la correlación entre las publicitadas inversiones externas que
llegaban y un aumento en las posibilidades de conseguir trabajo.
Ultimamente, las suspensiones y los despidos masivos, consecuencias de una recesión que
ya no se niega, también pasaron a ser temas de atención para la opinión pública.
“¿Quién no tiene un desocupado en la familia?”, suelen decir algunos
expositores para reflejar la magnitud del problema. Y ahora se percibe que los problemas
económicos propios tienen que ver con un auge que no se repartió parejo entre todos.
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