Por Eduardo Febbro
Desde París Por
una vez en la historia, los banqueros europeos pasaron la noche del 31 de diciembre con
los ojos pegados en las computadoras. A las doce en punto de la medianoche del 31,
trescientos millones de europeos de los 11 países pertenecientes a la zona euro cambiaron
de signo monetario mientras que unas 50.000 personas del sector bancario festejaban
trabajando los nacientes segundos del 99. Casi cuarenta y dos años después de la
firma del Tratado de Roma 25 de marzo de 1957 que dio nacimiento a la
Comunidad Económica Europea, el viejo continente llevó a cabo uno de los desafíos más
arduos planteados por el Tratado de Maastricht de Unión Europea diciembre de
1991 que fijó la creación de una moneda común. En el primer minuto del primer
día de 1999 el euro irrumpió en las computadoras de los bancos y las bolsas. En la sede
del banco francés Crédit Lyonnais sólo un hombre conduce la operación rodeado de una
multitud de operadores que se muerden las unas con el transcurso de los segundos. Los
minutos van midiendo el paso exitoso de las etapas en las que el franco francés se va
convirtiendo en euros. Una serie de líneas se suceden en las pantallas seguidas por los
aplausos del personal: las líneas verdes indican que se atravesó una etapa sin
problemas: las bandas anaranjadas que hay un tropezón apenas crítico
mientras que las rojas advierten la presencia de un problema mayor. Al principio de cada
línea un personaje virtual sonríe o pone mala cara según la situación de la etapa.
Estamos en el euro, anuncia el jefe operador y cinco minutos más tarde, a las
00:05, una estudiante de derecho pagaba con su carta de crédito la cena de fin de año en
la nueva moneda, 298,80 euros. La clienta parisina no fue la primera europea en dar el
gran salto. En Frankfurt, pocos segundos después de la medianoche, Stephan Perry,
director de las relaciones con la Unión Europea de Visa, pagó en euros su botella de
champagne. Hasta el año 2002, cuando el euro reemplace por completo a las monedas y los
billetes en circulación, su materialidad estará limitada a las transacciones
bancarias, comerciales y bursátiles. Sólo se podrá pagar en euros con cartas de
crédito según la paridad monetaria fijada el jueves en Bruselas por los ministros de
Economía y Finanzas de los 11 países involucrados. Pero la moneda es ya una evidencia
desde hace un año. En febrero de 1998, los supermercados y los grandes comercios
presentan los precios en euros y valor local y el gobierno francés va a incrementar
durante 1999 las campañas de información afín de que la euromoneda aparezca como un
elemento tan familiar como el franco. Nada es menos evidente que esta operación. En
Francia, un euro vale 6,66 francos y una baguette 4,20 francos. Un consumidor que va a la
panadería por su baguette tiene que efectuar el cambio con céntimos y todo, al igual que
en España, donde el euro vale 166,33 pesetas, y los demás países de la Zona. A fin de
evitar los inevitables incidentes, el ministro francés de Economía Dominique
Strauss-Kahn anunció que el gobierno distribuiría gratuitamente tres millones de
Eurettes, unas calculadoras miniaturas que se encargarán de
traducir las monedas.
Nadie faltó a la cita del euro en la noche de 31. Durante la madrugada del 1º de enero
Página/12 pudo comprobar que hasta las prostitutas de lujo que trabajan en las
inmediaciones de la avenida de los Campos Elíseos ofrecían sus esculturales servicios en
dólares, en francos y en euros. Son 340 euros a partir de hoy, decía Mouga,
una francesa de 28 años que confesaba el apuro de algunos clientes alemanes e
italianos por pagarseuna noche de amor en euros. La prensa, los hombres políticos y
los mercados saludaron el acontecimiento con euforia aplastante. Strauss-Kahn afirmó que
el euro era un instrumento para controlar la mundialización mientras que el
italiano Carlo Ciampi recalcó que la cuna de la civilización occidental le enviaba
al mundo su mensaje.
La relativa indiferencia de los ciudadanos de la Unión Europea ante las transformaciones
que golpean la puerta del viejo continente contrastan con la confianza de los economistas
que perciben el euro como un motor de regeneración, como un ciclo de
renacimiento. El Observatorio Francés de Coyunturas Económicas (OFCE) arguye en su
último informe que el año 1998 marca el fin de un período donde el dinamismo de
la economía mundial fue impulsado por el crecimiento de los países anglosajones, por la
irrupción de nuevos países industrializados, por la mundialización y la dominación de
los mercados financieros en un contexto en el cual Europa se había quedado atrás. Pero
el año que comienza marcará un retorno espectacular de Europa. Cifras comunicadas
por la OCDE señalan que con un 2,2 por ciento de crecimiento, Europa se convertirá en la
zona de mayor crecimiento en el seno del mundo desarrollado. Para muchos dirigentes
europeos, es la perspectiva de la moneda única la que, en el curso de 1998, salvó a los
países de la Unión Europea protegiéndolos de los ataques especulativos que tanto daño
causaron en otras economías. La primera etapa de la moneda única quedó plasmada en la
realidad antes del año 2002. Heredero de las utopías unionistas de mediados de siglo, el
euro sigue planteando sin embargo muchos interrogantes. El porvenir no queda escrito
con el euro, claman los comunistas franceses que no se oponen a la existencia de una
moneda única sino al hecho de que, esta, no tenga como meta hacer retroceder la
potencia de los mercados financieros sino, por el contrario, volverse más atractiva que
el dólar y el yen en el gran Monopoly mundial.
ACTORES Y ESTRUCTURAS DE LA TRANSFORMACION
Quiénes, dónde, cuándo, cómo
Por E.F.
Sólo 11 países de la
Unión Europea forman parte del pelotón de la zona euro: Francia, Italia, España,
Portugal, Alemania, Holanda, Bélgica, Luxemburgo, Austria, Finlandia e Irlanda. De los
otros cuatro países faltantes, Gran Bretaña, Dinamarca y Suecia decidieron quedarse
afuera de la zona mientras que Grecia es el único que no logró cumplir con
los criterios de convergencia necesarios para ingresar al círculo de la
moneda única, déficit presupuestario limitado al 3 por ciento del PBI y control de la
inflación. La moneda se llama euro y no ECU porque el entonces canciller
alemán Helmut Kohl estimó que ECU sonaba muy francés y así se adoptó un
nombre menos marcado. El símbolo gráfico del euro se asemeja a una E
atravesada por líneas paralelas horizontales que se inspira de la letra griega
épsilon. El símbolo recuerda a la vez la cuna de la civilización europea y
la primera letra de la palabra Europa. Pero, paradójicamente, Grecia, el país que
simboliza el nombre, no fue invitado a la mesa del euro.
La moneda recién tendrá una existencia material en el año 2002. Los 15 estimaron que
era necesario un período de tres años a fin de que los ciudadanos se acostumbren a la
moneda. Hacía falta también fabricar la moneda destinada a reemplazar los 12 mil
millones de billetes y las 70 mil millones de piezas de moneda actualmente en
circulación. Hasta el año 2002 los pagos en euro se efectuarán sólo con cheques o
cartas de crédito. Los usuarios que recurran a este método no tendrán que abrir una
cuenta especial en euros ya que hoy el franco y el euro son una misma moneda.
Sin embargo, pese a que se generaliza por razones obvias, la doble presentación de los
precios en moneda local y moneda única no es aún obligatoria. En el curso de 1999, las
facturas de gas, luz y teléfono, así como las fichas de pago de los funcionarios,
vendrán con los dos monedas. Los salarios recién se pagarán en la nueva moneda en el
2002. Ese año, durante un período de seis meses las monedas nacionales desaparecerán
paulatinamente de la circulación. La moneda más pequeña valdrá un céntimo de euro y
el billete más grande alcanzará los 500. En total, habrá ocho monedas y siete billetes.
Los billetes tendrán dos caras: una común para todos los países de la Unión y una cara
nacional.
El cerebro de todo este dispositivo es el Banco Central Europeo, con sede en Frankfurt. Su
papel consiste en garantizar la estabilidad de los precios en la zona euro, fijar las
tasas de intereses a corto plazo y gestionar las reservas. El BCE está dirigido por un
directorio y, en el caso de las grandes decisiones, por un consejo de gobernadores
compuesto por los seis miembros del directorio del banco más 11 gobernadores de los
bancos centrales nacionales.
UNA PERSPECTIVA PSICOANALITICA
Esta es una moneda anal
Por E.F.
¿Moneda del futuro,
moneda maldita, moneda diabólica? Los calificativos con que se trata al euro ocupan toda
la gama de elogios y malos augurios. Así, el sociólogo francés Yvon Le Bot se pregunta
si acaso bajo el euro no se esconde el animal del Apocalipsis marcado por la cifra
666. Nicolas Jean Breton, autor del libro Del trueque al euro, constata que la
moneda es un instrumento de unificación. Una nueva moneda es una manera de oponerse
a las monedas de los otros. La moneda es la continuación de la política, pero por otros
caminos. Los psicoanalistas también tienen su propia interpretación del caso. El
psicoanalista Jacques Birouste se pregunta con humor cuál es la madre o la mujer
que nos promete el euro?. Birouste admite en este contexto que es la primera
vez que se le va a pedir a una moneda que contribuya a ese punto a construir una
identidad. Con el euro se instala una moneda a la que se le pide que haga surgir
denominadores comunes para las poblaciones.
El psicoanalista francés se declara convencido de que los flujos comerciales y
monetarios van a activar nuestras representaciones de aquello que tenemos de original para
intercambiar con los otros. Es precisamente esa sumisión a un principio de funcionamiento
admitidos por todos el que funda la identidad. La castración mediante el símbolo hace
surgir un otro ideal para el otro y para los demás otros. Birouste precisa
también, el papel motor de la moneda como vehículo de identidad cuando afirma que
la moneda es un sistema de protección inventado para llenar la sensación de falta
y de vacío. Los ciudadanos le piden a la moneda una garantía, es decir lo que nosotros
llamamos un lazo reparador. El psicoanalista define al euro como una moneda
anal. Explica: en la infancia hay un estadio donde el niño siente placer reteniendo
y ofreciendo su caca a la mamá. Ese mismo esquema rige los intercambios monetarios. Por
eso la creación de una nueva moneda reactiva las diversas maneras del placer de retener,
conservar, tornar fluido, tocar, prometer y, al fin, satisfacer. Con el franco, el
ciudadano tenía la ilusión de que la patria lo maternizaba. ¿Pero cuál es la madre o
la mujer que nos promete el euro? No es un azar si hoy en los billetes del euro sólo
aparecen impresos puertas, ventanas y puentes que no llevan a ningún lado.
OPINA PASCAL ORY, HISTORIADOR FRANCES
Un modo de confrontar con el dólar
Por E.F.
Se trata de una
clara manera de liberarse de la dominación del dólar... y también de enfrentarlo,
dice el historiador francés Pascal Ory, profesor de historia contemporánea en la
Universidad de la Sorbona, que en esta entrevista con Página/12 analizó diversas
dimensiones históricas del advenimiento del euro.
¿Cuál es el lugar que ocupa el euro, retrospectiva y prospectivamente, en la
agitada historia europea de este siglo?
El euro es un paso considerable. La moneda única prueba que los países europeos
son capaces de un abandono capital de su soberanía. Con el euro entramos en el campo de
la decisión, no es sólo una cuestión de racionalidad económica. Acabamos de entrar en
la era de la Europa federal. Después de la II Guerra Mundial los europeos decidieron
colectivamente emanciparse de EE.UU. Por eso construyeron pacientemente la Europa
comunitaria y ahora llegamos a la moneda única. Se trata de una clara manera de liberarse
de la dominación del dólar... y también de enfrentarlo.
Acaso como afirman ciertos analistas el euro funda una nueva identidad europea.
La moneda única es una de las fórmulas para postular que puede existir una suerte
de Estado-nación-Europeo. Esto sirve para tener más fuerza en el campo internacional.
Cuando EE.UU. bombardea Irak, Europa no puede oponerse. Cuando lo haga constataremos los
progresos. La moneda acerca a quienes la manipulan. Tiene, por lo tanto, una potencia
simbólica muy fuerte. La moneda no es más que un signo, pero los signos no deben
subestimarse. Los signos representan a menudo realidades mucho más densas. Detrás del
euro existen obligaciones políticas y económicas importantísimas.
Usted escapa, sin embargo, a esa ilusión que hace del euro la panacea de la
felicidad.
Desde luego. Creer que la regulación de mercado basta para que una moneda pese es
una ilusión. Hará falta una acción política de peso. La voluntad política debe
preceder constantemente la construcción europea. La historia prueba que nada es
irreversible. Hay curvas imprevistas que pueden arrastrar todo.
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