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CHARLY GARCIA LEVANTO LA PUNTERIA

Las Obras Completas

En un larguísimo segundo show de fin de año, insistió con sus grandes hits y presentó una banda paralela bautizada "Leonor Manson".

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Por Pablo Plotkin


t.gif (67 bytes)  Si hoy saliera un álbum doble de Charly García con sus grandes éxitos, seguramente estaría incluido casi todo el repertorio del larguísimo show que dio el miércoles en Obras Sanitarias. Frente a cuatro mil personas, García decidió despedirse así de 1998: con piruetas moderadas, delirios que no sobrepasaron los límites de la previsibilidad, pausas importantes entre bloque y bloque de su enorme repertorio y la atención puesta en las canciones. En tres horas y media divididas en cuatro partes (Charly se preocupaba por anunciar, puntillosamente, cosas como "fin de la primera parte" o "comienzo del segundo intervalo"), hubo lugar para muchos climas, más allá de la temperatura de sauna que suele sufrirse entre las tórridas paredes del estadio de la avenida Libertador. Hasta antes del primer descanso se pudo ver lo mejor del show, como había pasado en el anterior. Charly casi no salteaba pasajes de las letras y eligió, para la apertura, un puñado de himnos indestructibles: "Cerca de la revolución", "Promesas sobre el bidet", "Pasajera en trance", "Rezo por vos", "Fanky", "Dos edificios dorados" y "De mí". De madrugada, cuando parecía que todo había terminado y parte del público abandonaba el lugar, García reapareció en escena, cantó un rato más y se fue a los tumbos, haciendo cortes de manga y ovacionado por el público que, a esa altura, ya había visto todo lo que quería.

Sentado a los teclados, a veces de espaldas, a veces de perfil, de pie, recostado, tocando el bajo, arañando la guitarra, cantando, omitiendo versos, García dio un recital como para que todo el mundo se fuera contento. "Deberían estar muy conformes", advirtió sobre el final. Y sí, esta vez, la vuelta de todos esos hits pareció más el reencuentro de un gran autor con su obra, que la resignación de un artista ante el hecho consumado de que su tiempo pasado fue mejor. "El tiempo no tiene nada que ver", gruñó en un momento. La segunda parte fue algo más fría, aun con clásicos como "No soy un extraño", "Nos siguen pegando abajo", "Los dinosaurios", "Alguien en el mundo piensa en mí", "No voy en tren" y "Demoliendo hoteles". Un verdadero Obras Completas.

A partir de ahí, ese estado permanente que Charly define como say no more se hizo dueño de lo que quedaba del concierto. Llegó el material de sus últimos discos, las versiones incompletas y algunos covers. La banda interpretó "Don't let it bring you down" (un tema de Neil Young de 1970), "Ticket to ride" y "Strawberry fields forever", ambos de los Beatles. "La vanguardia es así...", pontificó García y su público atronaba de admiración. El número incluyó una bajada de pantalones nada improvisada: se desabotonó el jean y al cabo de un rato completó el strip tease. Pero la musculosa negra que le cubría el torso resultó ser un vestido largo, al estilo Marilyn Manson. O mejor, "Leonor Manson", como bautizaron él y Pipo Cipolatti (que subió al escenario) su proyecto de banda delirante. Con el líder de Los Twist comandó una zapada lisérgica titulada "Cerebrus" y una versión trasnochada y bizarra de "Rasguña las piedras", con la letra convertida en odas a un temible titán chileno aficionado al vino.

Para el último pasaje de la performance, García y la banda volvieron con "Me siento mucho más fuerte sin tu amor", "Hablando a tu corazón", "Yendo de la cama al living" y "Kill my mother". Un rato antes habían pasado "El Aguante" y "Say no more", dos capítulos insoslayables en la etapa actual de la carrera. Lo que derive de todo esto, si se trata de un período de transición o del destino deseado de su obra, es imposible de predecir.

 

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