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Por Joe Goldman El archivo del servicio argentino de migraciones corre riesgo de perderse por una mudanza mal planeada que despertó fuertes resistencias. Los centenares de miles de fichas de inmigración de los antepasados de la mayoría de los argentinos, guardadas en muy mal estado en el edificio del Hotel de Inmigrantes, pueden acabar perdidas o destruidas cuando haya que despejarlas para la reforma del predio histórico. Según el proyecto, el Hotel, que se encuentra al final de Puerto Madero, justo atrás del hotel Sheraton, será reciclado como los demás galpones de la zona y transformado en un museo. El archivo casi fue trasladado a un galpón de la Armada en la Costanera Sur que, según fuentes especializadas, no tiene la infraestructura mínima para preservar los papeles. Entre otros documentos que corren riesgo de perderse, están los completos legajos de entrada al país de muchos criminales de guerra nazis. La mudanza iba a realizarse en los primeros días de este año según la orden formal, a partir del primero de enero, pero todo se postergó por los reclamos de la familia que donó el Hotel al Estado para hacer un museo. Según fuentes del organismo, el traslado de los masivos archivos se hará este verano, antes de marzo. El lugar todavía no está determinado. Sería un crimen perder esos archivos, dijo el periodista Uki Goñi, que pasó meses trabajando en el Hotel investigando la entrada de nazis para su libro Perón y los alemanes. Ahí están las fichas de entrada de Priebke, Barbie, Eichmann, Schwammberger, Kutsch-mann, Mengele, Ante Pavelic. Yo encontré la curiosa foto de la ficha de Pavelic, de cuando llegó al país, con barba y anteojos. Según la ficha, llegó el 6 de noviembre de 1948 con el nombre de Pal Aranos en el buque Sestriere. Estas fichas permiten saber el número de legajo de cada persona que entró en el país. Encontrar esos legajos no es fácil, pero si existen, si están en alguna parte, deben estar en algún rincón del Hotel de Inmigrantes. Podríamos encontrar los legajos de Eichmann, que llegó a Argentina como un técnico en 1950 con la ficha número 231489-48, lo que quiere decir que su trámite es de dos años antes que su llegada. También es interesante ver que Priebke y Mengele llegaron a Argentina prácticamente juntos y tienen números de legajo consecutivos. Priebke dijo ser mayordomo y tiene el legajo 211712-48 y Mengele dijo ser mecánico y tiene el número 211713-48. Los legajos deben contener cartas de recomendación del órgano estatal que patrocinó y recomendó sus entradas. Entre los muchos papeles que vieron la luz después de medio siglo, está la ficha del criminal de guerra Hans Gerhard Bohne, que tiene la dudosa distinción de ser el primero que Argentina extraditó. Fue en 1965, durante el gobierno de Arturo Illia. Bohne hizo sus trámites en Génova, donde nuestro consulado le extiende el 7 de enero de 1949 un permiso para radicarse definitivamente. El trámite fue facilitado porque Bohne, que se encargó del programa de eutanasia de Hitler, fue recomendado por el brigadier Bartolomé de la Colina. El alemán llegó al país a bordo del Ana C, el 29 de enero de 1949. Goñi, tras haber pasado cuatro meses de su vida en los pasillos polvorientos del archivo, está seguro de que apenas logró arañar la superficie de la documentación sobre criminales de guerra nazi que entraron en el país. No creo haber visto ni la décima parte de lo que hay. Ordenar esto es un trabajo inmenso. Y no sólo por el material nazi: el país necesita preservar este archivo como parte de la tarea de recuperar nuestra memoria. La periodista canadiense de televisión Dawn Makinson, que lleva seis años trabajando en Argentina, también tuvo sus encuentros con el archivo de migraciones. Hicimos una nota sobre nazis en Argentina y sobre el oro nazi para CBS News. No podíamos creer el estado de esos archivos, me dio pena la gente que trabaja allí. Es como un basural para la memorianacional. Una vez hice una nota sobre la inmigración en Canadá. Fui al archivo de migraciones y los encontré en cuartos con aire acondicionado, con todo pasado en una computadora. Y eso fue hace diez años. El personal del archivo argentino trabaja hasta tarde en la noche, tratando frenéticamente de poner orden en lo que es hoy una inmensa masa de papel. Son apenas doce personas que temen que sus papeles terminen de destruirse en la mudanza y que sueñan con voluntarios que las ayuden a cargar todo en cajas. El Ejército nos va a prestar camiones para la mudanza, dicen, y soldados para acarrear todo. Pero lo más importante es empaquetar todo como corresponde. Y no sabemos cómo vamos a hacerlo. La memoria de los argentinos que descienden de los barcos no tiene demasiada prioridad en el orden de las cosas. Desde hace algunos años, una y otra vez aparecen ideas para quemar los papeles anteriores a 1970, dejando lugar sólo a aquellos que son pedidos por clientes que la institución no puede ignorar, como son los jueces federales que investigan entradas y salidas del país. El hogar actual de los papeles es el viejo Hotel, ubicado en la avenida Alicia Moreau de Justo, justo atrás del Sheraton. Se entra por un patio sucio donde los inmigrantes de hoy hacen fila para sus trámites. En el primer piso, entrando por el lado de la avenida Córdoba, está la oficina de los que tratan de preservar los archivos. Allí se guardan los libros de entrada de buques desde 1926, y allí, en un laberíntico salón, están las tarjetas de entrada y salida del país de los últimos diez años prolijamente ordenados por aeropuerto, puerto, puesto fronterizo y fecha, en grandes cajas. No es poco, pensando en que hay 421 lugares por los que se pueden entrar oficialmente a Argentina. Y que pronto, gracias al pacto fronterizo con Chile, habrá más todavía. Y que las computadoras parecen ser un lejano sueño inalcanzable. En el segundo piso se entra en un inmenso hall dividido en cuatro naves, dos a cada lado, separados por una línea de duchas que usaron los abuelos al llegar al puerto para lavarse la sal del mar, el gris de la pobreza, el sudor de la huida. En ruinas, los baños recuerdan hoy a un campo de concentración europeo. Las dos naves que dan hacia el río guardan los papeles. Uno, el que mira a Retiro, se llama Chela, en homenaje a una ex directora del archivo que pasó años y años salvando millares de fichas y documentos en grandes cajas de madera. El galpón que da hacia Córdoba se llama Pulgas y encierra una nauseabunda masa de pilas de papel con olor a pis de gato, a tela podrida, a decadencia cubierta por una gruesa capa de telas de araña y polvo. Por todas partes hay papeles tirados, registros rotos. Levantando uno al azar, se lee la ficha de inmigración de una lindísima joven italiana que, en la foto de 1933, alza con orgullo y con amor a su pequeña hijita. En el laberinto se pudren las historias de otros italianos, de españoles, alemanes, judíos, rusos, griegos, chinos, galeses, sirios, turcos, irlandeses, japoneses y Dios sabe cuántas nacionalidades más que crearon a la mayoría de los argentinos de hoy. Los pedidos judiciales mantienen ocupados a los archivistas, pero no pasa día sin que aparezca algún curioso queriendo saber sobre sus antepasados. Es raro que alguien logre encontrar algo, por lo que todos recuerdan con alegría cuando le dieron el gusto a una médica que quería detalles sobre el último viaje de su abuela a Italia, en 1950. Nadie podía creerlo, pero enseguida apareció el libro de salidas de ese año, con el nombre de la nona. El Hotel de Inmigrantes será un museo que cuente la historia de cómo nació la Argentina moderna. Como Ellis Island, su contraparte de Nueva York, mostrará rostros y artefactos. Pero... ¿habrá datos? Todos hablan de Nueva York, pero allá hay una base de datos donde uno puede buscar a sus bisabuelos... si rompen todo, si tiran todo, ¿para qué servirá el museo? Y en un país donde todavía hay que salvar la memoria, se puede perder también el verdadero archivo de las actividades nazis en Argentina.
Nicolaides tiene turno con el juez Bagnasco
Que
pase el que sigue. El general retirado Cristino Nicolaides, último jefe del Ejército
durante la dictadura, podría ser el próximo militar en quedar detenido sería el
octavo cuando mañana se presente a declarar ante el juez federal Adolfo Bagnasco en
la causa que investiga el robo de bebés nacidos en cautiverio. Así lo aseguraron fuentes
judiciales que recordaron que los delitos de los que se lo acusa a Nicolaides -asociación
ilícita, sustracción de menores, supresión de estado civil y sustitución de
identidad no son excarcelables.
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