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Por Laura Vales Dos oscuros episodios cruzan la investigación de la muerte de Marcelo Cattáneo. Ocurrieron el sábado 3 de octubre, horas antes de que el empresario apareciera ahorcado en Ciudad Universitaria. Temprano en la mañana, alguien discó el número telefónico de uno de sus familiares cercanos. La señora Nelly De Lellis? preguntó. Soy yo. El autor del llamado dijo la frase de corrido y colgó apenas pronunció la última palabra: Hablo de parte de Marcelo Cattáneo, para decirle que está bien, que no se intranquilice. En el tono de la voz y su sonido distorsionado la mujer creyó reconocer a su interlocutor. Nelly De Lellis es la suegra de Juan Carlos Cattáneo, el ex segundo de Alberto Kohan en la Secretaría de la Presidencia de la Nación y uno de los sospechosos de haber entregado el dinero de la millonaria coima investigada en la causa IBM-Banco de la Nación. En los meses en los que se destapó el escándalo De Lellis había recibido decenas de llamados intimidatorios en ese mismo teléfono y, como ahora, se había quedado helada al escuchar la misma voz masculina, deformada y cortante. Eran las 9.30 de la mañana, y un grupo de parientes y amigos de Cattáneo comenzaba a buscarlo por las calles de asfalto que rodean los pabellones de Ciudad Universitaria y en la zona del estadio de River donde fue visto el jueves y el viernes. A la misma hora, en la sucursal Martínez de Show Sport, alguien compraba el jogging azul y las zapatillas rojas con las que Cattáneo aparecería muerto, y que sus parientes nunca reconocieron como de su estilo. Ajena a todo, Carolina, la hija del empresario, pasaba el día en el country San Carlos; al igual que a su hermano, le habían dicho que su padre estaba de viaje. Por la tarde jugó al hockey con sus compañeras de la Escuela Argentina Modelo. Entonces ocurrió el segundo de los hechos por el que ninguno de los tres jueces por los que ha pasado la causa demostró interés en esclarecer. Un hombre de mediana edad al que nadie en el country había visto antes logró ingresar en el lugar con una cámara de video profesional y filmó a la adolescente. El intruso fue descubierto por los entrenadores, que en este punto las versiones son dispares lo habrían echado del club. De los dos testigos que contaron la escena, uno asegura que el desconocido filmó exclusivamente a la hija de Cattáneo. Un familiar de Carolina confirmó a Página/12 que el hombre vestía una camisa negra, pero se excusó de dar más detalles para no perjudicar la pesquisa. Los dos hechos son la punta de un ovillo que la Justicia se demora incomprensiblemente en investigar. La muerte de Marcelo está lejos de ser esclarecida dijo a este diario Luis Dobniewski, abogado de la familia Cattáneo. Las evidencias reunidas a través de las pericias de los médicos forenses indican que se trató de un suicidio, pero lo que no cierra es qué motivaciones lo llevaron a esta decisión. Recién ahora, tres meses después de su muerte, se están reuniendo los listados de llamados entrantes y salientes de los teléfonos usados por Cattáneo y sus familiares, entre ellos el de Nelly De Lellis. La imperdonable lentitud en la investigación provocó que se perdiera información clave, como los últimos mensajes grabados en el Movicom de Cattáneo, que se fueron borrando automáticamente con el transcurso de los días. La causa acaba de cambiar de manos, y está ahora sobre el escritorio del juez de instrucción Eliseo Otero. Como el expediente recayó en un juzgado que no tiene titular, cada dos meses un nuevo magistrado subroga el cargo y recibe el caso. Así, hasta que finalice febrero, a Otero le corresponderá coordinar pasos claves en la investigación: seguir el rastrode la persona que filmó a la hija de Cattáneo e impulsar el análisis de las comunicaciones telefónicas. Además del misterioso llamado que intentó tranquilizar a la suegra de Juan Carlos, se desconoce también el origen de las decenas de intimidaciones que sufrió Silvina De la Rúa en los días siguientes a la muerte de su esposo. El juez también recibirá los resultados de una ampliación de la pericia contable sobre Baxxor, la operadora turística donde trabajaba Cattáneo; la medida fue encargada por su antecesor Roberto Ponce. A esta altura está probado que la empresa mantenía una deuda cercana a los 360 mil dólares con la compañía mexicana de aviación, pero la hipótesis de que Cattáneo se haya suicidado por no poder afrontarla tiene cada vez menos sustento, sobre todo por una serie de indicios que señalan que Carlos Asensio, el titular de la empresa, conocía la existencia de esa deuda desde mayo del 98. Ponce también investigó la versión que señalaba que Cattáneo había invertido y perdido dinero en la Bolsa, pero nada de esto pudo ser comprobado hasta ahora. El lunes, cuando se cumplan exactos tres meses de la muerte de Cattáneo, quien intente un balance de la investigación judicial encontrará flacos resultados. Y nada indica que se esté en camino a revertirlo: entre sus últimas medidas, la Justicia dispuso que fuera la comisaría 51ª la encargada de seguir el rastro del desconocido que filmó a la hija de Cattáneo. La seccional es la misma que debió haber buscado y no lo hizo- a Marcelo Cattáneo en los cuatro días que estuvo desaparecido.
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