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HISTORIAS DE JUBILADOS A LA FUERZA

Exiliados del aula

La decisión tomada por la UBA de dar de baja a los docentes de más de 65 años, que anticipó Página/12 el 24 de diciembre, ya conoce antecedentes dolorosos en Filosofía y Letras.

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Por Cecilia Sosa

t.gif (862 bytes) "Cuando lo jubilaron, se encargaron de favorecer su muerte. Se hundió en una crisis depresiva muy fuerte y a los meses murió de un paro cardíaco", cuenta un ex alumno del profesor de griego Ramón Alcalde. La jubilación de los docentes mayores de 65 años --que el Consejo Superior de la UBA acaba de exigir (ver aparte)-- ya dejó sus huellas en la Facultad de Filosofía y Letras. Y ahora se prepara para volver a caer sobre las facultades porteñas, si no prospera un pedido que el Instituto Nacional contra la Discriminación (INADI) realizó ayer a la UBA para que revise su resolución, por considerarla discriminatoria contra los mayores de edad.

Ramón Alcalde fue uno de los fundadores de Movimiento de Liberación Nacional (Malena), editor de la revista Sitio y profesor de griego hasta que en el '88 cumplió 65 años. Y llegó el despido. "Estaba muy angustiado. Pero, además, convencido, y no desde la soberbia, de que era una injusticia, una gran mezquindad", dice Gabriela Mizraje, una de sus antiguas alumnas. "Cuando se reintegró con la llegada de la democracia, era el único titular que enseñaba griego a 800 alumnos. El solo tomaba cada uno de los finales y hacía los apuntes. Creía que no había ningún libro que reuniera todo lo que quería dar", recuerda y agrega: "Había logrado revertir los programas heredados de la dictadura y formar un grupo de jóvenes con una profunda veta progresista en las lenguas clásicas". Fuera de la universidad, el profesor se llenó de dolor y no lo resistió. A los pocos meses, murió.

El de Alcalde es uno más de tantos casos dolorosos. "Me jubilaron para, con la plata que cobraba, pagar 90 pesos a un montón de ayudantes. La facultad debería pensar quién va a quedar para formar a esos jóvenes", se lamenta Eduardo Prieto que, a los 82 años, no puede hacer lo que más sabe: enseñar latín. Graduado en el '42 y renuente al peronismo, comenzó a ejercer la docencia en el '56. Pero tuvo que renunciar cuando llegó la dictadura de Onganía. Con la democracia y 68 años, regresó a la UBA como titular de Lengua y Literatura Latina y como director del Instituto de Filología Clásica, desde donde impulsó una profunda renovación. Pero, hace un año, cuando ya había perdido su cargo en el Instituto, el consejo directivo de la facultad redujo su dedicación exclusiva a una simple. "Los que toman este tipo de decisiones son bárbaros verticales --se indigna--. Se perdió la idea de que la jubilación es un privilegio del que se puede gozar y no una obligación. Esta es una forma de barbarie. Cortaron cabezas de la manera más salvaje, sin medir consecuencias."

"En nuestra facultad, los profesores que más crecieron curricularmente son los que dieron clase durante la dictadura. Son ellos los que ahora están en el poder y vuelven a silenciar a muchos profesores eximios que tuvieron que mantener la boca cerrada durante 18 años", alega Josefina Nagore, profesora adjunta de la materia que dictaba Prieto. Y dispara: "Son justamente ellos los que deberían estar dando clases en el grado, los posgrados y doctorados. Pero, en lugar de aprovecharlos, se los echa". Pese a haber sido cesanteado, Prieto no fue abandonado por sus alumnos y organiza grupos de estudio de manera gratuita. A pedido de la junta de la carrera presentó un proyecto para dar un seminario en la facultad: "No tengo muchas ganas de volver a un lugar donde me trataron tan mal. Pero lo haría por la insistencia de los alumnos". Sin embargo, el consejo directivo se le adelantó y en su última reunión de 1998 rechazó el proyecto.

Jubilar para dar lugar a los más jóvenes es un argumento que en la sede de Puán al 400 está cubierto de sospecha. "Todas estas medidas no son regidas por criterios académicos sino políticos, y de los más miserables. Lo que quieren es eliminar cualquier elemento opositor al ajuste shuberoffista que apoya la mayoría de los profesores y graduados", denuncia un miembro de la junta de Letras que prefiere el anonimato.

 

El centro del conflicto

 

Un anticipo para Nochebuena.
Sociología desató el reclamo.

t.gif (862 bytes) Tal como informó Página/12 el 24 de diciembre pasado, el Consejo Superior de la UBA resolvió por unanimidad dar de baja a los docentes mayores de 65 años. Pese a que la medida alcanza a todas las carreras, el conflicto estalló en Sociología, que en pocos meses perderá a sus profesores más prestigiosos: León Rozitchner, Gregorio Klimovsky, Enrique Oteiza, Rubén Dri y Mario Margulis, entre muchos otros. El estatuto de la UBA fija desde 1966 a los 65 como la edad tope para ejercer la docencia, pero esto no siempre se aplicó con rigidez y menos aún en la Facultad de Ciencias Sociales. Ahora, antes del 1º de marzo, todos los mayores deberán jubilarse. La resolución prevé que esos profesores podrán ser recontratados, pero sólo ad honórem o con dedicaciones simples (sueldos mínimos).


REPORTAJE AL SOCIOLOGO CESANTEADO HUGO CALELLO

América latina no quiere docentes

 

 

Por Javier Lorca

t.gif (862 bytes) "La eliminación de los planteles docentes se está imponiendo en toda América latina. La Universidad Autónoma de México, por ejemplo, acaba de echar a seis mil docentes. Los argumentos que usan son diversos. En la Argentina, parece que la excusa es la mayoría de edad", lamenta Hugo Calello, uno de los cesanteados por la Facultad de Ciencias Sociales bajo la acusación de haber cumplido 66 años. En su caso, la necesidad de recortar gastos no parece un buen motivo: hasta ahora dictaba clases ad honorem sin costarle ni un centavo a la UBA. Pero no podrá seguir trabajando. "Lo más grave es que no se ajusta en función de la calidad académica, sino para que cierren los números", dice tras haber regresado al país hace tres años, después de un exilio que comenzó en 1967.

"En un país como Venezuela los profesores pueden optar por jubilarse tras 25 años de carrera. Pero si no quieren, pueden seguir dando clases. Además, la jubilación consta del mismo sueldo que cobraban cuando se retiraron. No una cifra irrisoria como acá", explica Calello, que fue profesor en las universidades Central de Venezuela, de Santa Catalina, de San Pablo (ambas de Brasil) y de Nápoles (Italia).

 

--¿Cómo analiza el contexto en el que la UBA dio de baja a los docentes mayores?

--En toda Latinoamérica se está produciendo un ataque a la Universidad, al último sujeto público de la enseñanza, el único lugar que hoy forma seres libres y críticos. Se tiende a transformar a las universidades en institutos de educación superior regidos por la eficiencia empresarial. Y esto aparece en el propio consejo de la UBA, en medidas como esta jubilación compulsiva. Fue una decisión muy lamentable, sobre todo porque para frenar cualquier reacción se tomó a fin de año y porque no hubo ningún debate. Ahora se impone la necesidad de realizar una discusión pública.

 

--¿Qué papel juega el gremio docente?

--En la Argentina, el sindicalismo universitario no existe. Está dividido y no tiene capacidad de movilización. Por el contrario, tanto en Venezuela como en Brasil, los gremios de profesores universitarios son muy fuertes. Además, tienen un gran apoyo de la opinión pública. En cuanto me comuniqué con los docentes brasileños y les conté lo que estaba pasando, se solidarizaron y se pusieron en estado de alerta. Nosotros necesitamos un sindicato que no sólo luche por los salarios, sino también por la calidad académica.

 

--¿Qué otro factor incidió en esta "jubilación forzosa"?

--La carencia de recursos. La UBA tiene más de 200 mil estudiantes y recibe alrededor de 270 millones de pesos anuales, algo así como 1200 pesos por alumno/año. En cambio, la Universidad Central de Venezuela, con 60 mil estudiantes, tiene un presupuesto inferior al de la UBA sólo en un 20 por ciento. Y la Universidad de San Pablo tiene 55 mil alumnos y recibe 640 millones de dólares al año.

 

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