Por Maximiliano Montenegro
Pese a la
multitud de turistas que copó las costas argentinas y a la infinidad de viajes al
extranjero que se ofrecen en los diarios, lo cierto es que sólo una minoría podrá
escapar este verano del calor infernal de la ciudad. Según una encuesta de una conocida
consultora, sólo 3 de cada 10 personas que viven en Capital y Gran Buenos Aires saldrán
de vacaciones. Cada vez más gente, que hasta hace poco dudaba en irse de vacaciones, hoy
decide suspenderlas como una manera de ajustarse el cinturón frente a la crisis
económica. Las tendencias del consumo privilegian a un selecto grupo de la población,
conformado por poco más de 800 mil hogares en el área metropolitana, un cuarto de los
que habitan en la región. Esta es la multitud que compra autos, casas a
estrenar o celulares, e invade shoppings, multicines y hasta se da el lujo de vacacionar.
El estudio fue realizado por el Centro de Estudios para la Nueva Mayoría, que dirige
Rosendo Fraga, en las últimas semanas de diciembre.
De allí se desprende que apenas el 31 por ciento de quienes viven en Capital y Buenos
Aires se tomarán vacaciones esta temporada. El 59 por ciento de los consultados
respondió que no se irá de vacaciones, y el 10 por ciento restante aún dudaba si
podría hacerlo. Un año atrás, si bien un porcentaje similar declaraba que se iría de
vacaciones, era mayor la cantidad de gente indecisa y menor la que tenía la certeza de
que se quedaría sin descanso fuera de la ciudad.
Otros datos del relevamiento son los siguientes:
u Mirado por lugar de residencia, un 37 por ciento de los que viven en Capital saldrán de
vacaciones, contra un 28 por ciento de los que habitan en el Gran Buenos Aires.
u Los votantes del PJ son quienes menos vacaciones tomarán (sólo un 25 por ciento), y
quienes más disfrutarán del placer de viajar son los partidarios de Acción por la
República (un 42 por ciento), la agrupación de Domingo Cavallo. Entre los votantes de la
Alianza, en tanto, un 32 por ciento saldrá de vacaciones. Obviamente, semejante
disparidad se explica por las diferencias socioeconómicas entre los votantes de uno y
otro partido.
u También en línea con las diferencias de estatus socioeconómico, un 38 por ciento de
los que cuentan con educación superior vacacionarán, contra un 30 por ciento de los que
tienen secundario completo y sólo el 27 por ciento de los que apenas completaron la
primaria.
u Un 84 por ciento de los que piensan veranear lo harán en el país, el 15 por ciento en
el extranjero y el 1 por ciento restante aún no decidió.
u Sin embargo, una de cada dos personas de clase alta y media alta (ABC1 en la jerga de
los encuestadores) viajará al exterior. En tanto, sólo una de cada diez personas de
clase media y media baja que veranea lo hará en el extranjero.
El 31 por ciento de la población del área metropolitana que tendrá veraneo alejado del
cemento representa 1,1 millones de familias de los 3,6 millones que moran en la región.
De otro modo, 2,5 millones de hogares del Gran Buenos Aires no tienen ninguna oportunidad
de romper la rutina diaria con un viaje, excursión o paseo fuera del ámbito de
residencia.
Según los expertos, dentro del segmento que motoriza el negocio turístico, una franja de
300 mil familias vacacionan al mejor estilo gasolero, es decir, cuidando hasta el último
centavo. Debido a la caída del poder de compra salarial de los últimos cuatro años
(superior al 10 por ciento), al encarecimiento del crédito y al fantasma de la
desocupación que instaló la crisis internacional en los últimos meses, este grupo ha
visto peligrar sus vacaciones. De hecho, alrededor de 150 mil familias que a fines del
año pasado dudaban si salir de veraneo, en los últimos días de diciembre pasado estaban
seguros de que lo mejor sería ahorrar a costa de las vacaciones. En el otro extremo, hay
unos 800 mil hogares que constituyen el núcleo duro del turismo y, más en general, de
los consumidores de la Argentina de fin de siglo. Son los mismos que vigorizaron los
mercados más dinámicos en los últimos años: desde autos y viviendas modernas hasta
servicios y entretenimientos que imitan los patrones de consumo de los países
desarrollados (ver aparte). En este sector, en muchos casos, la crisis también ha sido un
llamado de atención, lo cual se refleja en la fuerte caída en las ventas de automóviles
desde septiembre, en especial de los modelos más baratos. Pero, en general, las
vacaciones no han sido eliminadas de los planes veraniegos. Y difícilmente tengan que
hacer semejante ajuste en el futuro. Según los consultores, las tendencias de
consumo continuarán privilegiando la venta de productos de lujo orientados a los
segmentos de ingresos ABC1/C2, que en los últimos años han aumentado casi 13 por ciento
su participación en el ingreso total.
SOLO UN TERCIO DE LA POBLACION DISFRUTA DEL BOOM
Consumo pensado para pocos
Por Claudio Zlotnik
Tarjetas de crédito,
televisión por cable, bancarización, autos, shoppings, viajes en avión, celulares,
Internet, computadoras personales. La lista, aunque incompleta, revela, por un lado, el
camino que durante los últimos años transitó la economía argentina: cada uno de esos
nichos de mercado protagonizó un boom en sí mismo a caballito del auge de la
globalización. Pero, por el otro, detrás de la fuerte expansión de esos bienes y
servicios existe otra realidad: la gran mayoría de los ciudadanos argentinos se ve
imposibilitada de usufructuarlos, quedando afuera de los valores que impone el mundo
moderno.
La televisión paga fue el servicio que más se extendió en los últimos años. Desde su
aparición, a finales de los años ochenta, un total de cinco millones de hogares se
abonaron al sistema pagando un promedio de 36 pesos mensuales. Pese a su constante
penetración en el mercado, la televisión por cable frenó su marcha en el último año
dejando afuera al 58 por ciento de los hogares argentinos. Mejor les va a las tarjetas de
crédito. Sobre una población económicamente activa de quince millones de personas, el
año pasado terminó con unos 11 millones de plásticos emitidos y una facturación
cercana a los 14.000 millones de dólares. La relación, sin embargo, es engañosa: una
amplia porción de la franja de mayores ingresos posee más de un plástico.
En los shopping centers, en la telefonía celular y en la medicina privada es quizá donde
más se evidencia la desigualdad. Cada fin de semana, por los centros de compra desfilan
unas 700.000 personas, pero la mayoría se va sin comprar. De hecho, al Alto Avellaneda lo
visitan dos millones de personas por mes, pero el gasto promedio por comprador es el más
bajo entre los shoppings: 25 pesos, contra los 50 pesos que deja en promedio cada
consumidor en el Patio Bullrich, el menos visitado. Entre enero y noviembre pasados, los
once shoppings de Capital y el Gran Buenos Aires facturaron 1600 millones de dólares en
conjunto. En tanto, la telefonía móvil es utilizada por 2,6 millones de personas y la
cantidad de afiliados a las prepagas suman 2,2 millones, cerca del 15 por ciento de la
población económicamente activa.
Lejos de extenderse, la tendencia de ambos rubros es al estancamiento. Según los últimos
datos oficiales, el boom de la telefonía móvil está deteniéndose: la cantidad de
aparatos a noviembre último 2,61 millones apenas había subido respecto de
los meses anteriores. Pero doce meses atrás, el crecimiento interanual había sido del
141 por ciento. En las prepagas, por su parte, y luego de la extensión del IVA, los
empresarios sostienen que medio millón de personas se desafiliarán, imposibilitados de
hacer frente al impuestazo.
Internet y la computación son nichos de elite en la Argentina de fin de siglo. De acuerdo
con datos de las Naciones Unidas, en el país hay menos de 50.000 usuarios de la web y la
cantidad de computadoras personales es de sólo 24,6 por cada mil habitantes. A su vez,
sólo uno de cada tres argentinos tiene algún tipo de relación con una entidad
financiera.
Y si se toma en cuenta la cantidad de autos cero kilómetro vendidos en el mercado
interno, durante los últimos cinco años 2,1 millones, se llega a la certeza
de que apenas el 14 por ciento de la población económicamente activa accedió a un coche
de modelo posterior a 1994.
EL FENÓMENO VISTO POR EL SOCIOLOGO OSCAR
LANDI
El auge de la tendencia gasolera
Por Cristian Alarcón
¿Cómo serían las
vacaciones de Roxi y Panigasi? ¿Integrarían esos modelos argentinos de la tele el 31 por
ciento, que según la encuesta publicada por este diario, se va a descansar? Los Gasoleros
del millonario Adrián Suar estarían seguramente resistiendo en la atormentada Buenos
Aires o viendo cómo gastar menos en la costa. Serían, sin dudas, fieles ejemplares de
toda una tendencia. Porque en las vacaciones de hoy esa especie de
gasolerismo, tal cual lo define el sociólogo Oscar Landi, es parte de un
hecho cultural que deriva de la restricción creciente, la precariedad del
futuro. Ante el tiempo libre veraniego, Landi pone el acento en las nuevas
estrategias para aminorar costos, para acceder a lo más barato, situaciones como
las del grupo de ocho amigos que van a un departamento de dos ambientes, o el turismo de
fin de semana que es la tónica de estos tiempos.
No sólo la falta total de recursos interviene al momento de decidir qué se hace con el
agobio de los calores porteños y conurbanos. Para Landi
la sensación de incertidumbre económica hace que la gente esté pensando en
ahorrar, en cubrirse, en administrarse, en ser gasolero. El miedo al derroche y a
pagar con la indigencia lo que hoy se disfruta termina por acrecentar el número de los
que se quedan. En la Argentina no sólo están los que no gastan porque no pueden
sino aquellos que pueden gastar, pero la inseguridad económica los lleva a guardar algo
de plata, a pensar dos veces antes de invertir en ocio. De esa manera los que
permanecen en sus hogares y disfrutan de la ciudad tienen sus propias
alternativas. Hay una cultura de circulación de informaciones gasoleras, dónde se
puede ir, cómo se puede hacer, cuáles son los espectáculos gratuitos. Y de hecho, si
comparamos la escena de la ciudad de Buenos Aires de décadas atrás a lo que hoy ocurre
en verano, vamos a ver que hay más ofertas accesibles.
¿Qué significa la privación del ocio playero tal como existía para quienes antes
acostumbraban a disfrutarlo?
Desde un punto de vista a largo plazo histórico, es una regresión. Para los
asalariados la vacación paga fue una conquista de los años 40, asociado a la expansión
de los grandes hoteles fiscales de la costa. La vacación paga era parte del paquete de
derechos junto al pago de la cobertura sanitaria y las horas extras. Las vacaciones han
sufrido la devaluación de los otros derechos laborales que viven la nueva lógica del
mercado de trabajo.
¿Cómo se siente la eliminación de las vacaciones veraniegas en el medio de esta
situación de incertidumbre?
Quizá haya otro fenómeno. La precarización del trabajo ha hecho menos nítida la
diferencia entre períodos laborables y períodos de vacaciones. En la medida en que el
trabajo es discontinuo, hay otra temporalidad. Ese ritual tan fuerte que significaba el
comienzo de la vacación de un asalariado ha perdido el valor que tenía. La ansiedad por
parar de producir de alguien que estuvo todo un año trabajando no es la misma que la de
alguien que trabaja quince días sí y un mes no, aunque ese mes sea un desocupado y no
una persona de vacaciones.
CRECE EL PEDIDO DE OPCIONES EXCLUSIVAS
Perfil del nuevo veraneante
Buen sol
y prolongados fines de semana a lo largo de diciembre son todavía paladeados con gusto en
los centros de veraneo del país. El anticipo estimuló perspectivas que empiezan a
analizarse como muy sabrosas para la temporada. Sin embargo, quienes pasean valijas de
viaje ya no son todos los que eran. El nuevo veraneante nacional prefiere opciones más
exclusivas en desmedro del clásico menú sindical. Hoteles cinco y cuatro estrellas son
más demandados que los de menor categoría. Al mismo ritmo aumentan prácticas de
deportes que buscan sofisticaciones para rellenar el ocio del descanso. Familias que
trasladan auto y niños siguen formando, en tanto, en grueso de la población movilizada
de verano.
Córdoba es la única región donde el clásico turismo obrero consiguió mantenerse a
costa de reconvertirse. Muchas de las 200 grandes colonias sindicales que
tienen los valles se han transformado en establecimientos hoteleros, explica Eduardo
Silvestre, secretario de Turismo provincial. Esta nueva morfología es opción para el
público clásico. Se están haciendo paquetes muy tentadores agrega
Silvestre con ofertas de 6 o 7 días, con pensiones completas que pueden costar
entre 20 o 15 pesos por día. Estos hoteles congregan especialmente a gente
proveniente del Gran Buenos Aires, Capital Federal y Rosario. Al ritmo de la retracción
obrera, en los últimos años Silvestre marca un ascenso del 10 por ciento en ofertas que
consiguen convocar perfiles más exclusivos. Entre lo nuevo, el funcionario habla de las
diez canchas de golf y el turismo alternativo con trekking, cabalgatas, paseos en cuatro
por cuatro, aladelta y parapentes. La mayor parte de las ofertas quedaron incorporadas en
el valle de Punilla, que reúne al 40 por ciento del turismo de la región.
El legendario desembarco popular en Mar del Plata también empieza a mutar. La merma en la
demanda hotelera de una y dos estrellas cristaliza el cambio. Carlos Patrani, presidente
del Ente Turístico, opta por una afirmación: Acá desde el año pasado se
incrementó la franja de mayor poder adquisitivo. Hoteles de cuatro y cinco
estrellas y apart hoteles se trasformaron en las alternativas reclamadas. Además, en los
fines de semana alargados de diciembre se alquiló el 90 por ciento de carpas y sombrillas
de balnearios. Patrani marca con asombro otro dato: Este año el 67 por ciento de
los ingresantes lo hicieron en su coche. Zonas más alejadas del centro como el Faro
y la zona sur absorben a turistas más coquetos que suelen optar por hoteles con piscina.
Otro indicador que señala el tipo de consumo son deportes como surf, windsurf, beach
voley y la actividad náutica, en general con fuerte participación juvenil.
El público típico de Villa Gesell también se fue modificando. La clase media y media
alta clásica en la zona varió. Mientras el 40 por ciento del primer grupo permanece
constante, la porción de clase media alta ahora del 25 por ciento creció en
los últimos años. Jorge Ziampris, secretario de Turismo, arriesga que esa clase
media que sigue viniendo bajó el nivel de consumo. De todos modos sigue siendo el
público cautivo de Gesell que ahora va a comer afuera de vez en cuando o a los
restaurantes que se han vuelto tenedores libres. Al compás de la depresión
económica del sector medio, aumentó la compra de propiedades de 60 y 70 mil pesos con
público que demanda servicios más exclusivos.
En Bariloche, el flujo turístico creció un 25 por ciento el año pasado.
Los perfiles fuertes son el mochilero y familias de clase media y media alta que optan por
el turismo aventura. El secretario de Turismo, Angel Romero Bosh, indica que el
público demanda más servicios a precios más bajos. Sin embargo, en noviembre y en
el campo de la hotelería la opción fue pagar más caro: los hoteles cinco estrellas se
ocuparon en el 90 por ciento, mientras que en los de una la demanda fue de 15 por ciento.
El síndrome hoteles paquetes se repite en Pinamar, donde se han construido estructuras de
3 y 4 estrellas con demanda creciente. Aunque pueden encontrarse habitaciones dobles
de cincuenta pesos las hay también y ahora en aumento de hasta 200 y 250
pesos, dice Juan José Rodríguez, jefe de Turismo de la región.
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