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Por Eduardo Sincofsky La historia de Marco Bechis marcó a fuego el contenido de su film Garage Olimpo, que acaba de rodar en Buenos Aires, y que define como una obra ficcional construida sobre hechos reales. Sobreviviente del campo de concentración Club Atlético, donde estuvo detenido 15 días en abril de 1977, fue expulsado a Italia, ya que contaba con pasaporte de ese país. Exiliado en Milán, inició una carrera como cineasta, virtualmente desconocida aquí, que hoy lo devuelve a estas tierras para filmar una coproducción ítalo-argentina, financiada por la RAI y el propio director. El eje de la trama de la película se constituye alrededor de una joven que desaparece y es alojada en el Club Atlético. A partir de allí se desencadena una historia que contiene los microclimas de un centro clandestino y las diferentes vivencias de los familiares y protagonistas. En parte sensibilizado por las posibilidades de reducción de una problemática compleja, Bechis se muestra parco a la hora de explicitar los detalles del film. Lo importante es el contexto de cada proyecto y no el texto. La trama es como leer en el diario cuatro renglones de una película que por ahí no tiene que ver con el producto final, más aún si es contradictoria con los lugares comunes a los que se está acostumbrado. Los verdaderos temas son la violencia de una sociedad que no ha terminado. Es contar eso a través de una experiencia violenta, de un país como lo fue la Argentina hace 20 años. La idea de filmar esta película surgió luego de realizar una muestra en Milán en 1980 que se llamaba Desaparecidos dónde están. En una fábrica abandonada, se recreó una esquina de Buenos Aires, con un enorme cartel que decía Club Atlético y una cabina telefónica. Dentro del galpón se instalaron 70 televisores con la bandera argentina de fondo y el sonido de José María Muñoz gritando los goles del Mundial 78. Sobre el celeste y blanco de la bandera aparecían los nombres de todos los desaparecidos oficializados, con la fecha y el lugar de detención. La misma muestra volvió a montarse en la época de la guerra por las islas Malvinas. No había ninguna imagen, alguien que entraba se tenía que imaginar todo. Y ese es el alma de esta película. Esa muestra, ese vacío, los nombres, la pantalla, los gritos de Muñoz que parecían gritos de tortura, no de goles. El elenco de Garage Olimpo está compuesto por un grupo de actores jóvenes donde Antonella Costa encarna a Ana, una chica desaparecida que utiliza cada segundo los elementos que tiene en su poder para sobrevivir. Carlos Echevarría le da vida a Félix, un encargado del campo que se va resquebrajando. Enrique Piñeyro es Tigre, uno de los jefes del campo, mientras que Marcelo Chaparro (Turco), Adrián Fondare (Rubio), Pablo Razuk (Texter), Marcos Montes (Víbora), Miguel Martínez (Rata), Rodrigo Barrena (Puma), forman parte del grupo de secuestradores y interrogadores. Como figuras extranjeras llegaron a Argentina Dominique Sandá (Dian) que hace de madre de origen francés de la chica desaparecida, y Chiara Caselli (Ana) como una militante descendiente de italianos. Para Bechis, la elección de actores noveles le permitió trabajar sobre la cotidianeidad, lo normal que era para los militares todo eso. Ahí reside el eje del tema, y no en la tortura o la cuestión de la sangre. Tratamos el campo como un lugar real, sin hacer un set y mover todas las paredes. Con la cámara en mano. Queríamos que fuese una cámara que se mete en un lugar real, no un lugar que se adaptara a la cámara. Algunos jóvenes de HIJOS ayudaron a hacer escenografías y participaron como extras. Su inclusión fue motivo de una discusión profunda, en la que se decidió no hacerlos participar en escenas violentas. Hubo polémicas porque a algunos de ellos les parecía lógico que no se podía hacer, aclara Bechis. Otros decían quiénes son los demás para decir qué es lo que puedo o no hacer. En la medida que la película era muy intimista ycon pocos personajes, fue ardua la selección. El tema es qué pasa después, no sólo durante la actuación. No me parecía justo sobre todo para gente que no tiene experiencia en la actuación. Una preocupación obsesiva en la filmación de Garage Olimpo es el cuidado por la imagen, la delimitación de qué se puede mostrar y qué no. Busqué que cada imagen tenga un posicionamiento moral, define el director. Me gustaría que el espectador no se sienta defraudado por la imagen. Las imágenes invaden el imaginario y avasallan la cabeza del tipo que mira. Ese es el problema, no se puede usar la imagen como si fuera un texto. Mi impresión es que en las pocas películas que vi sobre este tema, hay imágenes que no comparto, o utilizan golpes bajos. La manera de filmar y concebir la producción fue particular. Los actores no tuvieron el guión de antemano, porque se buscó una aceptación de cada uno al proyecto, más allá de qué rol tenía en el reparto. Fueron entrenados por Aníbal Acosta un ex marino de la camada de Astiz, que se retiró de la Armada y hoy es profesor de sociología en el manejo de armas. Hay un aura importante alrededor de la película. No hay actores famosos. Quisimos romper los códigos a ver si salía otra cosa. Que cada uno tenga el mismo tiempo de ensayo. Hubo otros actores más famosos que los que tengo que querían saber el rol y les dije, OK, muchas gracias, sostiene Bechis. El título se debe a la asociación de un campo con un garaje, y lo de Olimpo que también fue nombre de un centro de detención en Floresta-está emparentado con la connotación diferente que tiene esa palabra en Italia, ligada al lugar donde vivían los dioses griegos paganos. De hecho el 70% de la película transcurre en un garaje (se acondicionó un viejo galpón de Barracas), como arquetipo de un campo de concentración. La película relata el microfuncionamiento de un garaje/campo de concentración con una ciudad afuera que sigue su vida cotidiana. El arriba y el abajo. Lo que queremos contar es cómo fue posible algo tan aberrante. Entre los sucesos aberrantes, Bechis menciona la execrable situación de encontrarse en un bar con quien lo secuestró (el Turco Julián), hecho que le ocurrió mientras decidía el casting del film. Con el rabillo del ojo entendió que lo estábamos mirando, relata Bechis. Su cara era de satisfacción, porque lo habían reconocido. Esto es lo incomprensible de la cosa. Que haya miles de tipos sueltos, cuando hay miles de pibes en cana por haber robado un paquete de cigarrillos. Esto me parece muy raro, con un gobierno que sigue para adelante. La posproducción del film se está realizando en estos días, y Bechis piensa poder estrenarla en julio. Es un punto de vista muy personal sobre el tema. No quiero mostrar golpes bajos, sino tratar de que a la gente le quede un eco de esa historia. Y que este eco retumbe en la cabeza por la mayor cantidad de tiempo. Si se le pide a Bechis una sensación de lo que el film intenta reflejar, esa palabra es angustia. No saber qué va a pasar cada hora, en cada instante. Cómo eso se transforma en una manera de ser. Su historia como sobreviviente le imprime al film una visión notablemente diferente, que no se juzga desde lo actoral o argumental. Ser sobreviviente significa estar obligado a hablar siempre de lo mismo. A veces hay un público al que le molesta. Es la diferencia abismal entre los que vivieron esto y no les pasó nada. Por lo tanto tienen una obligación moral de contar su historia porque ellos viven y otros no. Hay un eterno retorno de esto. Es como el mar, va y vuelve a la resaca. Entre los sobrevivientes hay un código, se leen, se conocen, hay una tensión constantemente moral. Cada uno utiliza los medios que tiene para discutirla.
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