|
Por Alejandra Dandan --Holaaa, llamo por un electro. --¿A ver señora, puede encender su aparatito? --Bipppppppp, bippppp, bip, biiip. De un lado de la línea, la señora fatigada. Del otro, un cardiólogo frente a una pantalla de PC. El resultado, un electrocardiograma telefónico. Metido en el programa de telemedicina ensayado desde hace años por el Hospital Santojanni, hoy se iniciará una prueba piloto que permitirá enviar desde cualquier teléfono a una terminal señales sonoras del ritmo cardíaco. El sistema se aplica por primera vez en un hospital público de Latinoamérica: en una primera etapa lo realizará personal médico en una ambulancia o centro de salud, y a largo plazo lo podrá realizar el paciente en su casa. Por ahora, y a pesar de la ansiedad, la señora con fatiga no podrá llamar desde su domicilio. Hasta que la prueba no se consolide sólo habrá tres de los minúsculos aparatos que captan emisiones cardíacas con la interpretación del aleteo auricular. Se llaman Cardiocom y estarán ubicados en dos centros asistenciales de salud y en una ambulancia del SAME destinada al Santojanni. "Desde la misma ambulancia o desde los centros de salud podrán hacerse los electros y el paciente obtendrá el resultado del estudio en forma inmediata", cuenta Eduardo Lombardo, secretario de Salud del gobierno porteño. Con este método las clásicas tiras de papel quedan en desuso. Como si de una radio portátil se tratase, el Cardiocom tiene un juego de sensores de acero inoxidable, una pantalla diminuta que va dibujando el ritmo de pulsiones y un parlante. Las señales propulsadas por el corazón se reconvierten en señales sonoras que, tomadas por el micrófono de un teléfono, viajan hasta la única central aún habilitada en el hospital. "Acá --dice ahora el jefe del Santojanni Alberto Eurnekian-- será un cardiólogo el encargado de responder el teléfono, recibir las señales y diagnosticar". A poco del lanzamiento oficial del programa, Eurnekian no logra contener una mueca de impaciencia. Presuroso se mete en la oficina donde un técnico termina de revisar la terminal a la que hoy comenzarán a llegar las primeras llamadas. El hombre hace un desplante a todo protocolo, desabrocha algún botón de la camisa y pone en pecho el Cardiocom que alguien saca de una caja. "Este aparato cuesta 750 pesos y fue fabricado en el país --se ufana--, por eso permite adaptarlo a cualquier tipo de teléfonos. Se puede transmitir desde móviles, satelitales o, incluso, desde los viejos analógicos". Mientras disca con su celular el número de la PC, Eurnekian apreta el botón de sonido. A partir de allí un ruido tortuosamente finito no ceja de emitirse. El técnico responde el llamado: "Hola te quiero pasar un electro", simula el director. El operador pregunta e ingresa nombre y apellido, fecha de nacimiento y síntomas que, si no se tratara de un simulacro, quedarían archivados en la base de datos. "Cada paciente --detalla Eurnekian-- tendrá así su historia clínica cargada en la máquina y podrá actualizarse con cada atención, dado que además se digitalizan radiografías y todo los análisis que se efectúa". Mientras el aparato emite la señal, el técnico observa sobre la pantalla las líneas típicas del electro ortodoxo. Pasado minuto y medio, el médico que ocupará su lugar estará preparado para diagnosticar alguna patología que requiera tratamiento inmediato o desecharlo. Eurnekian adelanta la fiabilidad de las pruebas: "El aparato es tan exacto como el mejor electrocardiógrafo, los resultados dependerán del aparato receptivo que se use". El médico indica que la transmisión no deteriora el sonido original porque el ancho de banda facilita la circulación. A largo plazo la señora fatigada también podrá usar su Cardiocom. Los primeros pacientes que podrían tener su propio aparato serían los egresados de cirugía cardíaca del Santojanni. "Tenemos un promedio de tres o cuatro operaciones semanales, ellos podrían tener un aparato que facilite el control postoperatorio en los treinta primeros días que son los más críticos", aventura Eurnekian. Para hablar del tiempo que abrevia el sistema, el funcionario escoge una anécdota anónima mil veces padecida por peregrinos de hospitales públicos: "Desde que uno va a un centro de salud, y el médico lo deriva a un especialista hasta que obtiene turno y resultado, los días pasan". Al parecer ahora sólo habrá que esperar conseguir entrar en la única línea del electro telefónico.
|