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Por Ariel Greco desde Mar del Plata ![]() Pese a lo que se esperaba Pekerman no paró el equipo con tres defensores sino con una línea tradicional de cuatro volantes, con Duscher y Cambiasso repartiéndose el centro y el resto revoloteando del medio hacia adelante con Galletti más de punta y bien abierto sobre la izquierda. Argentina comenzó jugando con mucha tranquilidad, manejando conceptos básicos de tocar y buscar claros para cambiar los ritmos. Venezuela fue un equipo inédito. Jugó con siete defensores, dos carrileros y un punta, este último parado en los tres cuartos de campo propio, como gesto de mayor audacia. Entonces, a la Argentina le sobró media cancha para jugar y hombres en el fondo que fue soltando de a poco pero sin llegar a tener peso en los metros finales. Así y todo, sin apretar el acelerador a fondo, con Aimar desconectado y Peralta impreciso, dependiendo demasiado de ese buen inicio de Montenegro, el Juvenil construyó ocho situaciones de gol en la primera media hora. Sin embargo, ese fantasma del accidente rondó en las dos áreas. En la de Venezuela cuando el gol fabricado no se concretaba. En la propia porque en el único corner Costanzo calculó mal y el cabezazo de William Pérez se fue apenas alto. En la segunda llegada, con pelota parada, Arango cabeceó antes que todos, Costanzo estaba mal parado y entre su error y el viento pusieron a Venezuela al frente, cuando nadie, ni los venezolanos, lo esperaban. Pekerman se fue preocupado al vestuario. El equipo había jugado bien pero no había tenido profundidad y tampoco había aparecido la reacción al sacudón por el gol de Arango. En los minutos finales había aparecido el nerviosismo y el descontrol. Pero Pekerman hizo un primer cambio decisivo. Sacrificó a un defensor inútil (por el resultado y las intenciones de los venezolanos) como Grabinski, dejó una línea de tres en el fondo y puso a Guillermo. Entonces el equipo tuvo la profundidad que le había faltado porque encontró el modo de desbordar por derecha con el oficio de puntero del pibe de Boca. Y lo que no había conseguido en un solo tiempo lo logró en solo seis. Primero fue Duscher, entrando por derecha a pase de Guillermo, enseguida fue Farías desviando un tirito de Rivarola y al toque fue Galletti con un formidable cabezazo para poner un 3-1 más justo y cercano a la realidad. Sobre la hora, cuando ya había pasado el tiempo del lujo y el floreo, Aimar clavó de un ángulo el cuarto y último de la serie.
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