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Exclusión social e ineficacia judicial como razones del delito

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Eugenio Zaffaroni, legislador y penalista.
“Hay que hacer prevención primaria.”

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León Arslanian, ministro de Justicia y Seguridad.
“Cuando el desempleo crece, aumenta el delito.”


Por Mariana Carbajal

t.gif (67 bytes) Por primera vez desde que comenzó su gestión, el ministro de Justicia y Seguridad bonaerense, León Arslanian, reconoció que “hay una tendencia de aumento” de la criminalidad en la provincia, que se inició en el mes de diciembre. “Lo atribuimos a un fenómeno estacional de mayor consumo vinculado con las fiestas de fin de año. Hay más dinero en la calle, más mercaderías circulando, más camiones llevando productos y esto genera un marco favorable para el aumento de delito”, evaluó el funcionario, en diálogo telefónico con Página/12, desde Punta del Este. En coincidencia con los penalistas Eugenio Zaffaroni y Ricardo Gil Lavedra, Arslanian adjudicó a la exclusión social y a un ineficiente sistema judicial y policial el origen de la delincuencia urbana. “Hay un esquema de impunidad significativo: como no hay sanción, es muy fácil delinquir”, señaló el ministro.
Cuando el martes próximo regrese de sus vacaciones en Punta del Este, Arslanian se reunirá con Graciela Fernández Meijide y Raúl Alfonsín para procurar la creación de un “polo democrático que sustente la seguridad”.
Desde la costa uruguaya, el funcionario bonaerense admitió por primera vez un “ligero crecimiento” del delito. No obstante, aclaró que el incremento registrado en diciembre es habitual cada fin de año, e insistió en que, en términos generales, a lo largo del ‘98 hubo un “marcado descenso” de la criminalidad en el territorio bonaerense, un dato que no se condice con la creciente sensación de inseguridad que vive la gente en el conurbano. De acuerdo a las estadísticas del Ministerio de Justicia y Seguridad provincial, el índice de delitos experimentó una baja del 21,7 por ciento entre marzo y diciembre: de 27.269 hechos criminales denunciados en el tercer mes del año se pasó a 21.340 en el último. Pero en diciembre hubo un crecimiento de casi el 5 por ciento en relación a setiembre, el mes de menor criminalidad de 1998.
Sin embargo, para Zaffaroni no son válidos estos índices para tener una idea real de la criminalidad, ya que un 70 por ciento de los delitos no se denuncian. “Sólo se puede tener un dato certero con una amplia encuesta sobre victimización. Un estudio de un año atrás de la Dirección Nacional de Política Criminal reveló que más de un 50 por ciento de los encuestados había sido víctima de un delito”, polemizó el legislador porteño y profesor de la cátedra de Derecho Penal de la UBA.
“La exclusión social es uno de los fenómenos que genera más pobreza. Cuando el índice de desempleo crece, aumenta el delito”, señaló Arslanian como factores desencadenantes del fenómeno. “Otra variable terrible –continuó– es la impunidad. Debido a la ineficiencia del aparato judicial y policial, se sanciona una cantidad ínfima de delitos. Como no hay sanción, es muy fácil delinquir.” Según estadísticas de la Dirección Nacional de Política Criminal, de cada 100 hechos delictivos, sólo cumplen prisión entre 0,6 y 5 personas.
Para Zaffaroni hay dos formas de parar esta ola de delitos. Por un lado, prevención primaria, es decir, atacar el origen del conflicto mismo que –a su entender– es la pobreza acompañada de exclusión social. Por el otro, prevención secundaria, a cargo de la policía. “Hay que atacar en los dos niveles. Pero si la prevención primaria no se hace, deja pasar una gran conflictividad que no puede controlarse con la prevención secundaria, que a su vez hoy está totalmente resentida. El problema actual es que las dos están fallando”, consideró el legislador del Frepaso.
El penalista Gil Lavedra coincidió con Zaffaroni. “Se deben adoptar medidas de largo plazo que atiendan la cuestión social y educativa y hacer de inmediato que las agencias del sistema penal actúen con mayor eficiencia, pero siempre en el marco de los derechos individuales”, opinó Gil Lavedra.

 


 

UN ROBO DE PELICULA EN BELGRANO Y A PLENA LUZ
Huida con disfraz de albañil

t.gif (862 bytes) “Vamos, vamos... hace 15 minutos que estamos metidos acá y podemos tener problemas.” El hombre dio la orden de partida mientras su cómplice se apuraba a embolsar el botín. En una de las habitaciones del departamento que acababan de asaltar, en el barrio de Belgrano, seguían encerrados dos jóvenes junto a la empleada doméstica y el portero del edificio, a quienes habían tomado como rehenes. Pero las sirenas de los patrulleros obligaron a los ladrones a un rápido cambio de planes. Escaparon por la terraza y saltaron hasta una obra en construcción, donde se vistieron con ropa de albañiles. Pero uno de ellos se lastimó una pierna y fue detenido. El otro se cruzó con los hombres de uniforme y, camuflado entre el grupo de obreros, salió caminando sin llamar la atención hasta perderse entre los curiosos que se habían amontonado en la cuadra ante el impresionante despliegue policial.
A las nueve de la mañana de ayer, la dueña del local vecino al edificio de Vidal 1803 presagió el mal trago que sacudiría a todo el vecindario. “Estos son chorros”, dijo señalando a los dos hombres detenidos en la vidriera de su negocio. A los pocos minutos, la mucama del 7º “b” llegaba a trabajar. Metió la llave en la cerradura de la puerta del edificio y, mientras intentaba entrar, uno de los dos hombres le apuntó con su arma en la cabeza: “Lleváme, lleváme al departamento si no te mato”, la amenazó. En el camino hacia el ascensor sumaron como rehén al portero que limpiaba el palier, pero no advirtieron que habían sido vistos por otras dos personas que hacían trabajos de mantenimiento en el lugar. “Me los choqué justo cuando salía del edificio y mi compañero vio desde la sala de máquinas cuando los encañonaban con un revólver. Llamé a la policía y llegó a los 25 minutos”, contó Eduardo a este diario. Al encargado y la mucama los encerraron en la habitación donde dormían un joven de 16 años y su hermana embarazada. En tanto, robaron joyas, electrodomésticos y 1800 pesos. “Les tuve que alcanzar un bolso porque no tenían dónde guardar lo que estaban robando”, relató más tarde el encargado, Marcelo Rey.
Mientras huían con el botín, cuarenta policías cercaron la calle apoyados por dos helicópteros. Los ladrones dieron marcha atrás, escaparon por la terraza y saltaron techos vecinos, hasta detenerse en la obra en construcción ubicada a 30 metros del edificio. “Buen día, muchachos”, saludaron al grupo de obreros. Según contó uno de ellos, “ya estaban vestidos con los mamelucos de los compañeros que están de vacaciones”. Pero uno rengueaba de una pierna lastimada, por lo que se tiró al patio de la escuela lindera, donde fue atrapado con parte del dinero robado escondido en el calzoncillo. El otro esquivó a la policía con astucia. Se cruzó con la decena de hombres que entraba a buscarlo pero pasó sin ser visto entre el pelotón de obreros. Los testigos cuentan que se detuvo en la vereda de enfrente y comentó con los albañiles el impresionante despliegue policial. Después saludó y se perdió entre la multitud.

 

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