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Por Mónica Flores Correa desde Nueva York En medio de una situación decididamente inusual signada por la inminencia del juicio de destitución de Bill Clinton, el 106º Congreso estadounidense inició ayer las sesiones con la jura de sus nuevos miembros y del flamante presidente de la Cámara de Representantes, el republicano Dennis Hastert. La expectativa habitual por el recambio de legisladores pareció hacerse más obvia en la atmósfera de incertidumbre que aún rodea casi todo lo concerniente al impeachment. En el Senado, las negociaciones entre los dos partidos acerca de los procedimientos y las características que tendrá el juicio si no se opta finalmente por la moción de censura, como quieren los demócratas continuaron a todo vapor. Poco fue lo que se pudo decidir, sin embargo. El senador Trent Lott, jefe de la mayoría republicana, dijo que anunciará hoy el marco que seguirá el proceso. Pese a los interrogantes y la confusión en que parecen sumidos los legisladores por la forma que revestirá este impeachment rechazado por la mayoría del pueblo estadounidense, el juicio contra Clinton se inicia hoy, pero sólo con el procedimiento formal de la jura de los senadores ante William Rehnquist, presidente de la Suprema Corte. En la Casa Blanca, el vocero Joe Lockhart dijo que allí se experimentaba cierta obvia frustración por no saber cuáles serán los procedimientos que se seguirán. El presidente, comento Lockhart, está ansioso porque esto se resuelva rápida y justamente. Entre otros asuntos pendientes por lo que ocurra con el juicio y su eventual duración, figura el discurso del Estado de la Unión que todos los años da el presidente el 20 de enero, aniversario de la jura presidencial. Según algunos observadores, podría posponerse si el juicio está en pleno desarrollo para esa fecha. Después de varios días infructuosos transcurridos en el intento de lograr consenso, no sólo entre demócratas y republicanos sino también en el seno de estos últimos, divididos entre moderados y halcones que buscan la remoción del presidente, Lott dijo que los lineamientos que anunciará hoy brindarán a todas las partes una chance correcta para que presenten su caso y se llegue a una conclusión equitativa. Aclaró que ni la Cámara de Representantes ni la Casa Blanca considerarán que su plan es maravilloso. Lott tuvo ayer una reunión a puertas cerradas con Henry Hyde, el presidente de la Comisión de Justicia de la Cámara de Representantes, la cual tendrá a su cargo la presentación de las pruebas contra Clinton. El republicano Hyde ha explicitado que él y los miembros de la comisión quieren que se llamen testigos a declarar, alternativa que los demócratas rechazan por unanimidad. El encuentro entre los dos republicanos concluyó sin que se tomara ninguna decisión sobre el punto testigos. Con respecto de la convocatoria de estos testigos que podrían ser la propia Monica Lewinsky y también el confidente presidencial Vernon Jordan, Lockhart emitió una opinión intermedia: sin pronunciarse a favor, tampoco se opuso frontalmente. Admitió que los asesores presidenciales comparten cierta preocupación por las consecuencias que pueda acarrear la inclusión de testigos, especialmente en lo que hace a los detalles exhaustivos de los encuentros íntimos entre Clinton y la ex becaria Lewinsky que surgirán nuevamente. Los abogados de Clinton, si bien se han pronunciado por un juicio breve, se están preparando agresivamente para un proceso que en su estimación más pesimista puede durar hasta unos seis meses. Ayer, una propuesta de los senadores Slade Gordon (republicano) y Joseph Liebermann (demócrata) para un juicio de una semana y sin testigos fue bochada por los republicanos más conservadores. Inmutable, la opinión pública continúa respaldando firme a Clinton. Según una encuesta de CBS, aproximadamente siete de 10 norteamericanos piensa que no es necesario hacerle un juicio completo al mandatario, y más del 80 por ciento de los encuestados cree que un proceso de ese tipo tendría un impacto negativo en el país.
UN EDITORIAL DEL DIARIO THE
GUARDIAN El
macartismo sexual sigue fluyendo en las cloacas, mientras la división de tanques del
juicio en el Senado avanza por la avenida. Ahí, un tabloide de supermercado revive la
vieja, fría y remanida historia del bastardo del gobernador, el hijo que supuestamente
Bill Clinton tuvo con una prostituta de Little Rock hace 13 años. Acá nos ofrecen el
orgullo y el empaque de oscuros senadores que consiguen aparecer en los talkshows
nacionales para declarar que sólo los motiva su obligación constitucional de sopesar los
temas imparcialmente y llegar a un dictamen.
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