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Etchecolatz, el represor que sigue teniendo arma

Cuatro chicos lo vieron y le improvisaron un escrache con huevos. El ex comisario, aunque tiene pena de prisión en suspenso, los amenazó con un arma.

Matías, Melina, Roberto y Fernando se pelearon a los gritos con el represor y fueron a comprar huevos.
Etchecolatz llevaba un arma y la usó para amenazar de muerte a los chicos que le hicieron el escrache.

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Por Romina Calderaro

t.gif (67 bytes) –Usted es un asesino.    –No empecemos con las agresiones.
–No son agresiones. Usted es un asesino hijo de puta y organizó el operativo de La Noche de los Lápices.
–Ustedes no entienden nada de eso.
Mientras “conversaba”, en la plaza de Córdoba y Anchorena, el ex comisario Miguel Etchecolatz metía y sacaba la mano de una bolsita de supermercado, donde, según la descripción de los chicos que lo insultaron, “parecía que guardaba la correa del perro”. Roberto, Fernando, Melina y Matías decidieron entonces ir a comprar huevos. Volvieron, se sentaron en un banco y vieron como el torturador daba vueltas a la plaza con su pastor inglés, como si nada hubiera pasado. Se decidieron y empezaron a tirarle huevazos. Cuando le acertaron con uno en medio del pecho, Etchecolatz sacó de la bolsita lo que los chicos definieron como “un 38 plateado” y les apuntó. El incidente no pasó a mayores gracias a que un hombre que estaba cerca intervino, calmó al represor y le hizo guardar el arma.
Roberto Samar, de 21 años, Fernado Coppola, de 21, Melina García, de 21 y Matías Bellocchio, de 22, se reunieron ayer en la plaza de Córdoba y Anchorena, cerca de la casa de Melina, y a una cuadra de la casa de Etchecolatz. “Antes del juicio, yo lo veía todos los días,” cuenta Melina, que estudia Derecho, “pero no sabía si era él. Cuando se lo preguntaba, me decía que no me escuchaba o me preguntaba por qué le hablaba. Después del juicio, desapareció. Ayer lo volví a ver”.
El juicio al que se refiere Melina es el que el diputado Alfredo Bravo le siguió por calumnias. La querella se originó porque el ex comisario vinculó al diputado socialista con organizaciones terroristas y dijo que había sido liberado durante la dictadura por gestiones de Emilio Massera. Etchecolatz fue condenado a hacer un curso de derechos humanos, dictado por el Movimiento Ecuménico de Derechos Humanos (MEDH) y a tres años de prisión en suspenso. Por esa condena, Etchecolatz no tendría permitido llevar un arma.
“Primero lo vimos con su perro, a las siete y media de la tarde, y lo empezamos a seguir. Lo insultábamos todo el tiempo, hasta que el tipo se paró, se dio vuelta, y empezó la charla”, relató Fernando, que estudia Antropología.
–Déjenme tranquilo. Estoy tranquilo paseando a mi perro.
–Usted no puede estar acá. Usted tiene que estar en la cárcel porque es un asesino y una mierda.
Ahí fue cuando Etchecolatz les pidió que no empezaran con las “agresiones”, mientras amagaba con sacar algo de la bolsita. “Pensamos que nos quería asustar”, contó Roberto, estudiante de periodismo. En cambio Matías, que estudia medicina, fue el más precavido: “guarda que el tipo puede estar calzado”, les dijo a sus compañeros, pero no logró convencerlos de dejar pasear al represor.
El ex comisario se acercó entonces a un hombre que también estaba con su perro, al que evidentemente conocía, y que les decía a los chicos que lo dejaran en paz. Un taxista que pasaba por la calle gritó que lo dejen “tranquilo” y no sigan “con lo mismo”. Fernando le respondió, “usted siga metido en el lavarropas, seguro que no tiene ningún hijo desaparecido”. Cuenta Matías que “después saltó una señora que estaba sentada en un banco con su perro y gritó que lo que estábamos haciendo estaba muy bien. Que así hay que hacer con estos hijos de puta”.
Con Etchecolatz cerca de su amigo, los chicos se fueron a sentar a un banco. “Me quedé con la vena”, dijo Roberto. Indignados, los cuatro amigos se fueron a comprar huevos. Cuando volvieron, el ex comisario seguía dando vueltas a la plaza, como si nada. Entonces, los chicos invitaron a sumarse a otros jóvenes e interceptaron a Etchecolatz sobre el lado de Anchorena. “Aunque se prendió uno solo, fue el que le acertó el huevazo”, contaron. “El tipo ahí sacó el arma y la empezó a revolear. A Fernando lo apuntó y no la guardó hasta que un tipo lo fue a tranquilizar.”
El ex-comisario por fin se retiró. Pero los chicos seguían con bronca, y le caminaron atrás una cuadra. “A esta plaza no volvés”, le gritó Fernando. El torturador se limitó a tirarles un beso.

 

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