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Por Martín Granovsky


CLINTON RECIBE A MENEM MAÑANA EN LA CASA BLANCA
La última cumbre de dos presidentes en su ocaso

t.gif (862 bytes) Carlos Menem esperaba despedirse con un gran viaje a los Estados Unidos, pero no pudo ser. Fracasó la ilusión de que su segunda visita de Estado a Washington se realizara en junio, o mejor en setiembre, lo más cerca posible de las elecciones de octubre. El objetivo era que la expectativa creada por otro movimiento oficial del Presidente evitase la licuación de poder clásica en el mandatario que se va. En cambio Bill Clinton lo recibirá mañana por la mañana en el Salón Oral de la Casa Blanca. Lejos de las elecciones argentinas. En medio del ridículo proceso de impeachment del Senado. Y en un día que promete ser glacial. Tan glacial que, esta vez, la Primera Hija Zulema María Eva Menem eligió quedarse en Punta del Este.
De su orden doble –una visita próxima a la renovación presidencial, y al máximo nivel protocolar– Menem consiguió que el embajador Diego Guelar y el canciller Guido Di Tella cumplieran la segunda parte hasta obtener de Washington la ansiada categoría de visita de Estado.
Menem recibirá alojamiento oficial de Clinton.
Si no nieva, en los jardines de la Casa Blanca pasará revista a cuatro regimientos y escuchará los flautines que guiaban a los soldados de la independencia.
Mantendrá dos reuniones de trabajo con Clinton, una íntima, si cabe este adjetivo hoy en la Presidencia de los Estados Unidos, y otra ampliada, con los dos gabinetes casi completos.
Y será invitado a una cena de gala en la que el tango quedará introducido oficialmente en la Casa Blanca.
El Presidente ya pasó por la experiencia el 14 de noviembre de 1991, cuando cumplió su primera visita de Estado por invitación del republicano George Bush. Entonces escuchó complacido que Bush lo presentaba como “un líder que ofrece muchas esperanzas de cambio a los argentinos” y que, además, había enviado naves al golfo contra Irak, reclamaba la liberalización de Cuba y había privatizado y desregulado. Menem, con Domingo Cavallo de coequiper y el embajador Terence Todman de vicario de Bush en la tierra, estaba en su mayor momento de gloria. Había legitimado el modelo con los votos de las legislativas de 1991 y planeaba su primera reelección.
Bush ya enfrentaba la declinación. En enero había emergido de la Guerra del Golfo como el presidente más popular de la historia de los Estados Unidos, pero en noviembre las encuestas lo daban perdedor frente a los demócratas, que en enero del ‘93 troncharían el sueño reeleccionista de Bush e instalarían en la Casa Blanca al baby boomer William Jefferson Clinton.
Un cierto paralelo se repite ahora. Menem planea su segunda reelección y, otra vez, visita a un presidente en decadencia. Al contrario de la declinación de Bush, a quien los electores dieron vuelta la cara mientras el establishment, la CIA y el Congreso honraban a uno de sus burócratas más confiables, Clinton gana elecciones pero un Congreso inquisitorial lo abofetea. El paralelismo termina ahí, porque el final de Menem no es como el de Bush ni como el de Clinton. Al revés del demócrata, al Presidente argentino lo aqueja el 60 por ciento de rechazo que arrojan las encuestas de Enrique Zuleta y Graciela Römer. Como Bush, Menem emprende la retirada rodeado del cariño del establishment pero, a diferencia de aquél, teme una vuelta de tuerca en el humor social y en la Justicia que lo deje colocado en el papel de blanco simbólico para cualquier campaña contra la corrupción oficial.
¿Le convenía a Menem viajar ahora? Está claro que buscó un momento mejor, pero también está claro que las fechas definitivas corren por cuenta del Departamento de Estado. Ante este cuadro, sin alternativas a la vista, sólo quedaba la chance de sacar el mejor provecho de la visita.
–No veo por qué este es un mal momento –dijo a Página/12 uno de los planificadores argentinos del viaje.
–Está el impeachment.
–Lo perderán los republicanos.
–¿Clinton, en su opinión, completará su mandato hasta enero del 2001?
–Sí. Y este viaje solidifica la relación de Menem con Clinton, que el Presidente ya afirmó cuando dijo a los corresponsales en Buenos Aires que Clinton tenía el respaldo popular.
Por las dudas, la embajada argentina sumó un capítulo privado a la visita oficial. Para garantizar la diversidad política fue que añadió para el miércoles un partido de golf en Texas junto a dos Bush, George y George. George padre es el que fue presidente y resultó del mismo palo que Menem. George hijo, de asombroso parecido físico con Dad, es actualmente gobernador y su nombre suena como uno de los precandidatos republicanos a la Presidencia. Tiene a su favor el apellido, una imagen moderada que lo aleja de los republicanos ultraduros y excelentes relaciones con los hispanos de la costa oeste, cada vez más influyentes a la hora de votar.
Bush, un ex director de la CIA, valoraba en Menem la decisión de alinearse con Washington en las cuestiones estratégicas, ya fuera para desarmar proyectos bélicos propios, al estilo del Cóndor II, o para enrolarse activamente en las guerras que el Pentágono resolviera iniciar.
Clinton, un opositor a la guerra de Vietnam, rescata de Menem lo mismo. Y tiene elementos: el Presidente fue uno de los pocos jefes de Estado del mundo que elogió sin reparos el reciente bombardeo contra Irak.
El martes, la Argentina y los Estados Unidos firmarán un acuerdo para unificar las claves de defensa y seguridad.
La defensa despunta como el área privilegiada de las relaciones carnales.

EL TEXTO

LA TENDENCIA

Con Brasil, tudo bem

En el último número de la revista especializada Archivos del presente, Luis Tibiletti y Marcela Donadío escriben uno de los primeros trabajos que buscan dar sustento teórico a la relación militar de los socios del Mercosur. Con la tesis del “equilibrio cooperativo” los autores sugieren “la institucionalización de las medidas de confianza existentes para dotarlas de mayor eficacia, evitando que permanezcan sólo como iniciativas informales de las fuerzas armadas”. También plantean que la cooperación en seguridad dentro del Mercosur debieran “ser complementarias de las alternativas de seguridad planteadas por la potencia hemisférica, y ser fruto de un trabajo mancomunado entre civiles y militares y no solamente fruto de acuerdos políticos sin sustento en aquellos actores que instrumentarán las decisiones”. De todos modos, Tibiletti y Donadío opinan que la cooperación en seguridad no debe anular “las capacidades de defensa de cada uno de los Estados”, sino armonizar las políticas de cada país, siguiendo con el memorándum de entendimiento firmado por la Argentina y Brasil en abril de 1997, que reivindicaba el compromiso de la comunicación y la coordinación “entre las Fuerzas Armadas de ambos Estados”.

El mundo según Jospin

En una entrevista con Le Monde de París, el primer ministro socialista francés Lionel Jospin produjo interesantes definiciones sobre todos los temas, incluidos la política internacional y la seguridad urbana. Sobre el primer punto, Jospin opinó que “los Estados Unidos se comportan a menudo de manera unilateral y tienen la mala costumbre de asumir el papel de animadores de la comunidad internacional”. Para Jospin, el mundo pasó “de una situación en la que el mundo entero recordaba a Irak sus obligaciones a través de la ONU a otra de confrontación directa entre Irak y nuestros amigos norteamericanos y británicos”. El premier estableció que Francia no se alinea “automáticamente” con Washington. Sobre la seguridad, para Jospin la violencia urbana figura para este año como el segundo objetivo después del crecimiento del empleo. Buscando respetar tanto la sociología como el derecho, para seguir su propio razonamiento, Jospin dijo que “cada uno es responsable de sus actos” y al mismo tiempo le atribuyó importancia al hecho de que “una parte de la juventud de las grandes ciudades no puede integrarse”. Según el primer ministro francés, la desintegración “desafía al modelo republicano”.

 

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