Por Eduardo Febbro desde París
En estos tiempos de
felicidad socialdemócrata liberal no es fácil encontrar un intelectual dispuesto a
hablar sobre Cuba. Quienes antes hacían cola para ir a La Habana hoy se ocultan de los
compromisos y las deudas del pasado. A la hora de los balances necesariamente
críticos sobre los 40 años de la Revolución Cubana, el escritor chileno Luis Sepúlveda
responde sin antifaces ni juegos de palabras a esa pregunta planteada por Osvaldo Soriano
en uno de sus memorables artículos: Cuba, La utopía inconclusa. También se
interroga con saña sobre aquellos intelectuales que tanto defendieron a Fidel y ahora se
tapan las orejas: Es muy cómodo dice Sepúlveda tener una visión
crítica de Cuba cuando ven que el barco cubano está a punto de zozobrar.
Osvaldo Soriano, tras un viaje a Cuba, había escrito como un artículo síntesis de
sus sentimientos en la isla un texto titulado La utopía inconclusa. Para vos,
40 años después, ¿qué se rescata de la Revolución Cubana?
Sí, creo que es una utopía inconclusa y hay muchas cosas que son dolorosas. Sin
embargo, hoy más que nunca es el momento para estar con los cubanos. Y estar con los
cubanos no significa estar con Fidel ni con la dirigencia, sino que se trata de estar con
la Revolución Cubana y con todo lo que significan estos 40 años. ¡Un poco de justicia,
por favor! No tenemos que olvidarnos que primero que nada la Revolución Cubana fue un
esfuerzo brillante y hasta glorioso por mantener la independencia y la dignidad
latinoamericana a apenas 90 millas del imperio. Son 40 años de resistencia sometidos a un
bloqueo odioso que, aunque hoy los intelectuales del reformismo histórico intenten
hacernos creer que el bloqueo no existió nunca, el bloqueo no sólo existió sino que fue
criminal. Creo que los que alguna vez estuvimos en Cuba y fuimos testigos del paso de
aviones norteamericanos que sembraban sobre Cuba gérmenes que provocaban la meningitis,
como así también los aviones fumigadores que eliminaban el 100 por ciento de la
población porcina, más los sistemáticos ataques que sufrieron los cubanos y que siguen
sufriendo, quienes fuimos testigos de eso sabemos que el bloqueo es más que un
instrumento de propaganda. Ese mismo bloqueo legitimó enteramente a los cubanos en su
posición antiimperialista norteamericana. También está lo que muchos de los
revisionistas modernos olvidan, es decir, la ejemplar actitud solidaria de los cubanos
respecto de América latina y también de Africa. Los cubanos que fueron a pelear a Angola
y a Mozambique no fueron solamente de vacaciones, ni como una aventura fruto del
mesianismo de Fidel Castro. Fueron por la convicción de un pueblo entero de que era
necesaria esa práctica internacionalista. Si resultó o no, eso es otra cosa. Pero el
intento sí valió la pena y son muchos los cubanos que murieron en ese intento. Ahora
volvemos a ver lo mismo con el huracán Mitch que devastó a América Central. El primer
país que salta a la palestra ofreciendo toda la ayuda del mundo es Cuba, o sea, el país
más jodido. También está esa presencia cubana como una suerte de ejemplo de lo que
muchos quisimos hacer y no conseguimos. Cuba y la Revolución Cubana no son perfectas. Se
cometieron montones de errores... tal vez demasiados errores. Pero los logros de la
revolución son también innegables.
¿Cómo explicar hoy el silencio o la molestia de quienes antes desayunaban con la
palabra de Fidel y hoy se despiertan a la visión crítica de Cuba?
Es muy cómodo tener una visión crítica de Cuba cuando ven que el barco cubano
está a punto de zozobrar. Es curioso: hoy en día, los intelectuales críticos con Cuba
son aquellos que más usufructuaron de las invitaciones cubanas, los que fueron
bienvenidos año tras año en la Casa de las Américas, los que estuvieron metidos en
todos los festivales cubanos, los que incluso recibieron apoyo de Cuba para destacar como
intelectuales. Cuando se les acabó la teta descubrieron el apoyo crítico. Yo por esa
gente no siento el menor respecto.
De alguna manera, la socialdemocracia liberal que hoy les brinda tantos privilegios
apagó el ideal.
Yo creo que ni siquiera los compró la socialdemocracia. Los socialdemócratas
tampoco son tontos y no compran cualquier cosa. Lo que ocurrió es que se les acabó la
teta que los legitimaba como intelectuales, eso es todo. Es terrible y vergonzoso.
En lo que decís parece haber una gran diferencia entre pueblo cubano y
Fidel. Es decir, como si la Revolución fuera otra cosa y no Fidel Castro.
Creo que la Revolución es otra cosa que está en el pueblo cubano, la Revolución
es parte del sentir del pueblo cubano. Mirá, ningún país soporta a un tirano o a un
dictador durante 40 años con el estoicismo que supuestamente los cubanos estarían
soportando a Fidel. Los cubanos fueron capaces de derrocar a Batista, fueron capaces de
ejemplos de heroísmo en el campo internacionalista, te imaginás que si hubiesen querido
sacarse a Fidel de encima se lo sacaban. Ocurre que Fidel es parte de esa Revolución y
los cubanos también lo entienden así. Indudablemente que tienen un montón de críticas
a la dirigencia en diferentes niveles, pero también entienden que el valor de Fidel como
dirigente de la Revolución no es fácil de cuestionar.
Estos 40 años no son entonces para vos cuatro décadas de desengaños o cuatro
décadas perdidas.
No, de ninguna manera. Para mí los 40 años de la Revolución Cubana son 40 años
de una permanente muestra de dignidad latinoamericana. No hay dudas de que la Revolución
no tomó los derroteros que muchos de nosotros y que yo mismo hubiese querido. Pero
entiendo que tanto los cubanos como la dirigencia eligieron el camino que más les
convenía a su realidad y a su identidad política.
¿Qué queda de Cuba, de la Cuba que hizo soñar a tantas generaciones?
Cuba sigue siendo una referencia moral para América latina. Tal vez el modelo no se
pueda aplicar pero sí la ética. Y las enseñanzas éticas de la Revolución Cubana van a
ser estudiadas en el futuro por la humanidad. La experiencia de estos 40 años siempre se
recordará con orgullo.
OPINION
El próximo bocado
Por James Neilson |
A diferencia de sus
correligionarios de Europa, los izquierdistas latinoamericanos nunca se han preocupado
demasiado por los detalles recónditos de la filosofía marxista. Lo que sí los ha
interesado, y mucho, ha sido la esperanza de que el socialismo armado les brindara una
alternativa a la vez coherente y abarcadora al capitalismo liberal que siempre ha
encarnado Estados Unidos. He aquí la razón principal por la que la revolución cubana
sigue fascinando a tanta gente a pesar de que en términos objetivos los costos hayan sido
exorbitantes y los frutos muy magros. Aunque Fidel Castro no ha logrado
construir la maravilla de socialismo libertario que vaticinaban sus
admiradores hace cuarenta años cuando echó a Batista, por lo menos ha conseguido
mantener a raya al entrometido imperio vecino, proeza que les ha parecido tan valiosa que
muchos han tomado por anécdotas sin importancia la violación sistemática de los
derechos humanos y otros fracasos impresionantes que no pueden atribuirse solamente al
embargo estadounidense.
Sin embargo, lo que Castro no ha podido hacer es vacunar a los cubanos contra el estilo
norteamericano de vida en forma permanente. Antes bien, es probable que a la larga sus
esfuerzos en tal sentido resulten haber sido contraproducentes. Por ahora Cuba puede
ufanarse de ser el país menos norteamericano de América latina, pero todo hace prever
que en cuanto Castro se haya reincorporado a la eternidad se transformará en un apéndice
de Florida, cuando no en una versión más grande de Puerto Rico.
La razón es sencilla. Los cubanos de Estados Unidos, tanto los propios exiliados como sus
hijos ya anglohablantes, conforman una comunidad numerosísima que es relativamente
próspera y que, para colmo, está rabiosamente comprometida con la ideología de su país
de adopción. Entre quienes se sienten cubanos, se da una mayor proporción de personas
que piensan como norteamericanos que en cualquier otra comunidad latinoamericana, sin
excluir a la mexicana. De desmantelarse las barreras políticas que los separan de sus
compatriotas, estos cubanonorteamericanos emprenderán una invasión pacífica que será
infinitamente más eficaz que la malhadada expedición que intentaron sus antecesores
menos integrados cuando el bueno de John F. Kennedy estaba en la Casa Blanca y, dadas las
circunstancias, sería realmente sorprendente que no lograran triunfar gracias a su dinero
y el prestigio que, en América latina como en tantos otros lugares, suele conferir el
éxito material evidente. |
OPINION
Un futuro parecido al nuestro
Por Abel Gilbert * |
Sabes lo que es estar
dividido en tu interior? Piensas una cosa y haces otra: no por cobardía, sino por
necesidad. La amarga confesión del mítico anarquista Buenaventura Durruti en medio
de la guerra civil española cuando las urgencias impuestas por la lucha contra el
fascismo constreñían los anhelos libertarios puede ayudar a comprender el
derrotero de las revoluciones durante este siglo. Cuba, que no escapó a la regla, de a
poco, empezó a ir en contra de sus propias banderas, ya sea por el peso de las
contingencias, las villanías personales o por la combinación de esos y otros factores.
La revolución cubana se vio desde el principio forzada a tomar caminos que la llevaron a
un callejón sin salida. Vivió también en estado de urgencia permanente, resolviendo a
cada paso, dando coletazos a izquierda y derecha. Su radicalización inicial fue en buena
parte una respuesta a las agresiones norteamericanas (Washington, hay que remarcarlo,
nunca estuvo dispuesto a tolerar en la isla ni siquiera una experiencia tibiamente
socialdemócrata). Y como parte de esa radicalización, al fracasar con la zafra de 1970
la tentativa de llevar adelante un modelo autónomo uno de los grandes dislates
megalómanos de Fidel Castro, no hubo otra alternativa que profundizar la alianza
con los soviéticos. Así es que Cuba llegó a mimetizarse con el socialismo real borrando
todo vestigio de originalidad. Durante todos los años que precedieron a la disolución de
la madre URSS, el castrismo fue consumiendo el fabuloso consenso interno alcanzado en los
primeros años hasta convertirlo en desgarradora y también cínica
resignación.
¿Cómo resumir cuatro décadas? A lo largo de ellas la revolución democratizó la
economía pero verticalizó la política en una mezcla de obediencia jesuítica la
marca del origen de Fidel e institucionalidad burocrática que convirtió a la
participación popular en una mascarada. El subsidio soviético llegó por otra parte a
tal grado de paroxismo que se despilfarró más fertilizante por hectárea que en los
Estados Unidos eran tiempos en los que el liderazgo cubano se despreocupaba por las
consecuencias del embargo norteamericano y sin embargo, los problemas
agroalimentarios fueron siempre un dolor de cabeza para la población, acostumbrada pronto
a los sacrificios y la promesa de un inminente horizonte redentor que nunca llegó.
La revolución derrotó la mortalidad, alfabetizó a los excluidos y extendió la cultura
a lo largo y ancho de la isla. Ese ha sido un hecho innegable, ensombrecido por el afán
de tutelar la distribución del saber con ardides paranoides. Esta manía se verifica ya
en la temprana censura y el hostigamiento de los intelectuales algunos, como José
Lezama Lima, fueron reivindicados post-mortem y llega a su clímax con el ejercicio
antidiluviano y mojigato de la comunicación. Granma, el órgano oficial del Partido
Comunista, y los noticieros de la TV, quedan todavía como vestigio de esa praxis en la
era de la información en tiempo real.
El desmoronamiento del socialismo real aceleró en Cuba una crisis económica y política
que el rubloducto siempre encubrió. Hubo, entonces que volver a dar una vuelta de tuerca
al pragmatismo, integrándose al mundo concreto, el de las brutales leyes de mercado y la
inclemencia frente a los más débiles. Y hubo que hacerlo sin solvencia, con los
créditos casi congelados, abriendo las puertas al demonizado turismo, legalizando el
dólar, habituándose a formas de delincuencia, desempleo y parasitismo que antes se
diluían bajo el manto protector del Estado, licuando su sistema de salud, otra de las
conquistas adquiridas. Y hay que, además, seguir lidiando con un conflicto bilateral
heredado de los tiempos de la Guerra Fría: el embargo norteamericano sigue siendo en boca
de Fidel la explicación de los males que circundan a la isla. Pero muchos cubanos saben
que vivir en la era del posbloqueo supondrá nuevos y tremendos desafíos, posiblemente
mayores que los actuales. Nada menos que tratar de coexistir con el peso hegemónico del
capital estadounidense. ¿Cuándo llegará ese momento? Tal vez esté más cerca de lo que
se piensa. Y mientras las viejas generaciones ceden su paso y los relatos épicos apenas
resuenan en los actos oficiales, el peso de las ingentes necesidades dibuja en Cuba
contornos de un futuro cada vez más y más parecido al nuestro.
* Abel Gilbert es escritor y periodista. Su último libro es Cerca de La Habana. |
OPINION
La resistencia y la ética
Por Eduardo Pavlovsky |
La revolución cubana siempre
me involucró. Es además de político, un problema personal. Fue y es una pasión
constante. El Che y Fidel son un sentimiento. Así siempre han funcionado en
mí. Cuando la revolución surgió y triunfó, tuvo la virtud de dar nuevos sentidos a mi
vida. Hoy, en un continente latinoamericano con cada vez más excluidos, con un agudizado
y cada vez más amplio subdesarrollo de los recursos humanos, y con un grado de
insensibilidad social alarmante, Cuba parece todavía aun en su bloqueo
erigirse como el modelo de la Resistencia y de la Etica. Mantiene su férrea identidad. Es
fiel a sí misma, aun en sus contradicciones.
Todos los pronósticos de la caída de Fidel fallaron, porque el pueblo cubano ama en su
gran mayoría la revolución y su justicia social.
Por eso aparece Fidel tan grande al lado de los demás presidentes latinoamericanos. No es
su físico, sino su altura moral de estadista lo que los hace empequeñecer. Frente a la
adulación obscena al imperialismo norteamericano, la voz de Fidel parece mantener,
soportar nuestra identidad latinoamericana. Lo que resta de ella.
Para nombrar al Che hay que pararse. Ese gran argentino que tuvo el mérito de jugarse
siempre por sus ideales. Nunca pidió erigirse como modelo de nadie. De nadie. Vivió su
tiempo y en su tiempo creó la subjetividad más preciada: la Etica Revolucionaria. Pero
dejó allí su cuerpo y su vida. Cayó el socialismo real. Pero siguen presentes e
intactos más que nunca su sentido de entrega y dignidad. Lo opuesto a la mezquindad
capitalista... Su ética.
Hoy Cuba me sigue dando nuevos sentidos. Simplemente mi homenaje al pueblo cubano
revolucionario, porque todavía me hace sentir orgulloso de ser socialista.
Así de simple. |
OPINION
El ornitorrinco
Por Rodolfo Livingston |
Así
que no nos hagan más el favor de decirnos lo
que debemos hacer, concluyó. No traten
de enseñarnos cómo debemos ser, no traten de
que seamos iguales a ustedes, no pretendan
que hagamos bien en veinte años lo que ustedes han hecho tan mal en dos mil.
(Palabras atribuidas a Simón Bolívar por
Gabriel García Márquez en El general en su laberinto.)
La gente suele preguntarse ¿qué será de Cuba en el
futuro?, cuando la verdadera pregunta es ¿qué será del mundo en el futuro?
Si los países que rodean a la pequeña isla se parecieran a ella, sería menor la
inquietud por el porvenir de todos nosotros en un planeta sin contaminación ni
destrucción de la naturaleza, sin violencia social ni desigualdades insoportables donde
aún se mantienen frescos los valores humanos a la hora de tomar decisiones políticas.
Durante esta Segunda Edad Media que atraviesa la humanidad, todo aquel que osa apartarse
del Modelo Unico es execrado, o simplemente ignorado. ¿Cuánto más tardará Cuba en
reintegrarse al redil? se preguntan, como si viviéramos en un mundo inteligente,
humanizado o medianamente lógico.
Los cubanos sobreviven y han empezado a crecer en medio de las peores dificultades
imaginables, porque están creando un modelo diferente, original, fundado tanto en la
corrección de los errores del socialismo, como en algunas formas exitosas de la gestión
capitalista. Están inventando el ornitorrinco, el único mamífero que pone huevos.
El sector pensante de la raza humana haría bien en detenerse a examinar este experimento
en lugar de darle tantos consejos, aun cuando no coincidan con él por razones
ideológicas y aun cuando sea muy pequeño. Las semillas son pequeñas y también lo eran
los antecesores de los primeros mamíferos nuestros ancestros biológicos,
casi invisibles al lado de los enormes dinosaurios, dueños del mundo hace 70 millones de
años. ¿Dónde están hoy unos y otros? |
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