Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira

Y en el 2000 también
Por Leonardo Moledo

na24fo01.jpg (11844 bytes)

t.gif (862 bytes) Puesto que estamos a las puertas de un nuevo milenio, no es raro que a uno se le dé por leer sobre los movimientos milenaristas, que arrastraron multitudes durante la Edad Media europea, con especial énfasis en los siglos XI al XIII. En realidad, el calificativo de milenaristas no se refiere al año mil (en torno del cual parece haber habido poca agitación), sino a la promesa de que se cumplieran las profecías sobre un futuro milenio de paz, riqueza y abundancia para todos. Así ocurrió con la Cruzada de los Pobres (1095) que surgió --paralelamente a la Primera Cruzada-- impulsada por la prédica de Pedro el Ermitaño, con el simultáneo y escalofriante --por su ferocidad-- ejército de los tafures, con la Cruzada de los Niños (1212), que se movilizaron en masa para conquistar Jerusalén y se ahogaron también masivamente en el Mediterráneo, con las Cruzadas de los Pastores en 1251, con el "advenimiento" del Pseudo Balduino (1225), que llegó a constituir un poderoso poder en Flandes, enfrentado al mismísimo reino de Francia, y cientos más. Eran movimientos a menudo súbitos y desesperados, de inusitada violencia, que se generaban, habitualmente, alrededor de un líder que se autoproclamaba, según el caso, Mesías, Redentor, o Jesús mismo, que prometía el Milenio y que emprendía, junto a sus fieles (centenares y a veces miles de personas, cifras enormes para el mundo medieval), una carrera de saqueos, crímenes --como el sistemático asesinato de los judíos y en muchos casos de los clérigos-- y que generalmente terminaban de manera aún más trágica y catastrófica mediante la más sangrienta represión, ejecuciones masivas, ahorcamientos, hogueras y exterminio generalizado.

Estos movimientos no eran solamente producto de la dinámica propia de una sociedad impregnada de creencias religiosas que de pronto emergían como lo que hoy llamaríamos fundamentalismo de tinte mesiánico y escatológico. Ocurre que como señala Norman Cohn, uno de los más importantes historiadores actuales de la vida y las creencias de la Edad Media, en su ya clásico libro En pos del Milenio, hacia el siglo XI, poco después del año mil y después de doscientos años de estancamiento, la situación europea empezó a cambiar con el incremento de la población y el desarrollo del comercio; en los nuevos centros industriales, especialmente textiles, los bienes se multiplicaron, y el aumento de la riqueza general que en Europa --hoy diríamos el PBI-- se daba de manera irregular, afectando a muchos que "adquirieron nuevas necesidades sin tener la posibilidad de satisfacerlas y el espectáculo de una riqueza no soñada en los siglos anteriores les provocaba un penoso sentimiento de frustración. En las regiones superpobladas relativamente urbanizadas e industrializadas había mucha gente marginada de la sociedad en una situación de inseguridad crónica. La industria no pudo, ni siquiera en sus mejores tiempos, absorber todo el excedente de población".

Así, las ciudades se llenaban de todo tipo de personas que marginadas de la tierra y del trabajo industrial que empezaba a consolidarse, se dedicaban a la mendicidad o al bandidaje, con el consiguiente aumento del delito y la inseguridad, ya de por sí alta.

"La situación de los trabajadores, incluso de los especializados, resultaba precaria: aunque tenían sus gremios, éstos nunca podían protegerlos tanto como a los artesanos que trabajaban para el mercado local. Estos hombres sabían que en cualquier momento una guerra o una recesión podía interrumpir el comercio, viéndose ellos mismos arrojados a la masa desesperada de los desempleados; por su parte, la inmensa mayoría de trabajadores no especializados era pagada miserablemente, carecía de preparación y no disponía de ninguna organización gremial, con lo cual se encontraba totalmente a merced del mercado de trabajo".

En un contexto de riqueza creciente, amenazados por la desocupación, y sin las antiguas leyes sociales impuestas por la costumbre de siglos, y rotos o debilitados los lazos sociales tradicionales con la tierra y la familia, los marginados así de la sociedad urbana y agrícola formaban grupos muy inestables y agresivos, y cualquier acontecimiento fuera de lo normal, como un hambre, una peste, un interregno, la aparición de alguien con condiciones carismáticas "operaba sobre ellos con una fuerza peculiar provocando reacciones de particular violencia. Una de las maneras en que trataron de salir de su situación fue la formación de un grupo salvacionista bajo el mando de un guía mesiánico, en el que encontraban la fantasía escatológica que habían heredado de un pasado lejano, un mito social que se adaptaba perfectamente a sus necesidades".

"Cada caso", dice Cohn, "se presentó en circunstancias muy parecidas: incremento de la población, proceso de industrialización, debilitamiento o destrucción de los lazos familiares y ahondamiento del abismo que separaba a pobres y ricos." Esto, en los siglos XI y XII. Quizás a algún lector el encuadre social le suene familiar.

 

PRINCIPAL