Por Martín Granovsky Carlos
Menem, que se reúne hoy por la mañana con Bill Clinton, se irá de Estados Unidos con
dos fotos a cuestas y un tema instalado al menos por dos semanas en la Argentina. La
primera foto: Charlie y Bill en el Salón Oval, como viejos amigos que se despiden. La
segunda foto: Menem, mañana, rodeado del presidente del Banco Mundial, del presidente del
Banco Interamericano de Desarrollo, del director del Fondo Monetario Internacional y del
secretario del Tesoro de los Estados Unidos. El tema: Estados Unidos tiene algo que ver
con la propuesta argentina de negociar con Londres por las Malvinas.
En el caso de las islas, un sondeo de este diario entre funcionarios responsables en
Buenos Aires y Washington permitió trazar este panorama:
u El Gobierno está eufórico con la respuesta de Clinton a Clarín, ayer, cuando el
presidente norteamericano dijo que la Argentina y el Reino Unido son dos buenos amigos.
Textualmente, dos amigos cercanos a quienes hemos alentado y alentaremos para que
superen las diferencias y lleguen a un acuerdo en esta larga disputa. La respuesta
no entraña ninguna novedad diplomática, porque los Estados Unidos votaron en las
Naciones Unidas a favor de las negociaciones sobre las islas y, en 1986, llevaron y
trajeron los non papers, los papeles sin membrete que comprometían a Buenos Aires y
Londres a no librar ninguna batalla idiota en el Atlántico Sur. La novedad del anuncio de
Clinton es, en cambio, política, porque Menem podrá presentarla ahora como nueva.
u Menem contará hoy a Clinton su viaje al Reino Unido de fines de octubre, hablará de
Blair como de un amigo y, con términos que aquí todavía nadie conoce, dirá que esa
gira fue un avance hacia la negociación sustancial de la soberanía.
u Informará a su colega norteamericano que el 19 el Gobierno y la oposición visitarán
en Nueva York al secretario general de las Naciones Unidas, Kofi Annan, para expresar su
apoyo a las resoluciones de la Asamblea General que exhortaron a los dos países a
negociar.
u ¿Avanzará Menem pidiendo a Clinton un paraguas político, una cumbre de Camp David,
una decisión mayor de presionar a Londres a que negocie con la Argentina la soberanía?
¿Le dirá sólo que sería bueno que Estados Unidos lleve un mensaje argentino como
propio? Sólo el Presidente tiene las respuestas.
Tras este cuadro sobrevuela la certeza de que quizás no haya ningún arreglo cercano por
las islas, pero que si remotamente existe alguna posibilidad de negociar, esa chance
depende de un consenso bipartidario entre el Gobierno y la Alianza. Sin una imagen de
armonía y concordia proyectada hacia el exterior nadie, en Washington o Londres, tomará
siquiera en cuenta las intenciones argentinas, surgidas de un gobierno que tiene por
delante menos de un año en el poder. La cuestión de las Malvinas parece el único tema
previsiblemente imprevisible del encuentro de hoy, si se exceptúan, claro, el clima y su
efecto escenográfico. La ceremonia previa a la reunión de trabajo podría fracasar por
lluvia, o por nieve. Si el tiempo se mantiene como ayer, con seis o siete grados bajo cero
y sol, el paisaje está garantizado: una hermosa vista de la Casa Blanca al fondo de un
manto de la nieve que cayó hasta el sábado, y el sol reflejándose en el movimiento de
los rifleros que desfilarán con uniformes del siglo XVIII, antes de los discursos
públicos de tres minutos de cada presidente. Después, adentro, Menem y Clinton
discutirán primero a solas, con ayuda de los traductores, y luego con sus gabinetes.
Página/12 determinó por consultas a funcionarios norteamericanos y argentinos algunos
puntos del encuentro.
Clinton agradecerá a Menem la participación argentina en las fuerzas de paz. Menem
agradecerá las gracias y quizás sugiera que la Argentina necesita ayuda financiera para
seguir con la presencia en todo el mundo. El norteamericano destacará la posición
argentina de preocupación por la paz en la región.
Menem rescatará al Mercosur como opción integradora y tal vez avance en señalar que, si
Clinton consigue la aprobación de su Congreso para acelerar la negociación por el Area
Latinoamericana de Libre Comercio en un trámite rápido, el Mercosur también acelerará
los tiempos.
Es difícil que el Presidente tome la iniciativa y saque el tema de Cuba. Si Clinton lo
hace, Menem podría felicitarlo por las medidas de flexibilización del envío de divisas
entre La Habana y Miami que Washington tomó la semana pasada.
COMO SERA LA DISCUSION COMERCIAL
Los maníes de la discordia
Por M.G.
Desde Washington
Las negociaciones
comerciales y la entrada de cítricos y derivados del maní al mercado norteamericano
asoman como el único punto ríspido de la visita de Estado de Carlos Menem a los Estados
Unidos.
Menem podría plantear hoy el tema en términos generales, pero diplomáticos argentinos
aseguraron a este diario que la discusión comercial será el punto central de la agenda
de mañana entre funcionarios de ambos países, que discutirán sin los presidentes
delante.
Del lado norteamericano las presencias claves son las de dos mujeres, la secretaria de
Estado, Madelaine Albright, y la negociadora de comercio internacional Charlene
Barshevsky. Ya adelantaron a sus pares argentinos la irritación de Estados Unidos por la
disposición del Código Aduanero de dejar latente la posibilidad de gravar importaciones
de productos electrónicos. Para Washington, esa posibilidad ni siquiera debe existir en
la mente humana y así lo dirán mañana las funcionarias.
Del lado argentino la presencia será multitudinaria, cosa que disgustó mucho al
canciller Guido Di Tella, enojado por la presencia de buena parte de la comitiva en una
reunión que, imaginaba, debía ser más restringida y operativa. No es la única causa de
irritación de Di Tella: a ésa, temporaria, debe añadirle su fastidio ya folklórico en
el gobierno argentino por la ubicuidad del secretario general Alberto Kohan.
De todas maneras, el propio Menem produjo antes de salir algunas ausencias. La más
notable es la de Susana Decibe, la ministra de Educación, que no estará en Washington
aunque se firmará un memorándum de entendimiento en el rubro.
Otra ausencia es la de Martín Balza, el jefe del Ejército, una figura habitual en las
visitas internacionales de primer nivel, cuando puede dar rienda suelta a su vocación
política y sus contactos en Europa y Estados Unidos.
El gran beneficiado por la falta de Balza es el ministro de Defensa, Jorge Domínguez, que
suele irritarse por el protagonismo del general, a un nivel que suele opacar el del
ministro.
Los argentinos presentes deberán bastar para elevar a los norteamericanos dos puntos de
discusión. Uno, la liberación de la entrada de cítricos del noroeste argentino en el
mercado norteamericano, una negociación que avanzaría más si los estadounidenses
retirasen de la mesa su idea de que los productores californianos tendrían virtual poder
de inspección.
Otro, la liberación real para derivados del maní, en los papeles vigente pero en la
realidad trabada por barreras imposibles de traspasar.
Encuentro cercano a la sombra del
impeachment
Menem tendrá un raro privilegio. Será el primer jefe de Estado en
estrechar la mano de Clinton desde el comienzo del proceso. El caso Lewinsky y sus
consecuencias tienen pronóstico reservado.
Por M.G.
Desde Washington
Carlos Menem disfrutará
hoy de una ventaja mundial: será el mandatario extranjero que verá primero a Bill
Clinton tras el comienzo del proceso de impeachment en el Senado norteamericano. Menem
tendrá, así, la posibilidad de calibrar el estado de ánimo de su colega, que oscila
entre el abatimiento y la obsesión por aplastar a la derecha republicana.
Si el caso Lewinsky estuviera revestido de cierta racionalidad, Clinton estaría hoy a
punto de quitarse de encima la pesadilla.
Por lo pronto, la semana pasada el Senado aprobó una fórmula de juicio político que
buscará evitar el escándalo público y la humillación del presidente. Los senadores se
tomarán tiempo para evaluar a qué testigos citan y en qué condiciones. Y ellos mismos
fijarán después el ritmo, una decisión que plantea un complejo dilema a los
republicanos:
u Pueden insistir en un impeachment largo y desgastante, pensando que es desgastante sobre
todo para la imagen pública de Clinton.
u Pero según una encuesta de NBC, el 56 por ciento de los norteamericanos opina que el
juicio político puede causar daños a Estados Unidos, y si los republicanos insisten
quedarían como los motores del daño.
El presidente cuenta a su favor, además, con la posición editorial de los dos diarios
más influyentes, el Washington Post y el New York Times. El primero estableció que
Clinton no debe ser removido de la presidencia incluso si se comprueban los cargos. Y el
segundo dijo que las infracciones documentadas por el fiscal Kenneth Starr no
alcanzan en magnitud el nivel constitucional para sacar a Clinton de su despacho.
Con estos datos en la mano, Clinton debe decidir si aprueba una moderada moción de
censura en el Senado, posición impulsada por los ex presidentes Jimmy Carter y Gerald
Ford, o si libra la guerra hasta conseguir la derrota republicana, para lo cual necesita
51 senadores. Los análisis más recientes del Post y del Times, pero también del Wall
Street Journal, indican que Clinton está muy tentado por la alternativa del todo o nada.
Lo estimulan las encuestas y al mismo tiempo la convicción de que negociar una fórmula
sólo serviría para prolongar su ocaso.
Todos esperan ansiosamente, aquí, el famoso discurso sobre el estado de la Unión, que es
la ocasión en que los presidentes norteamericanos hablan al país y fijan su propia
agenda. En principio, Clinton hablaría el 19. Su intención es que se discuta sobre salud
y jubilaciones y no solamente delgran enigma político de estos tiempos: si, además de
aceptar la fellatio de Monica, le acarició los pechos, estableciendo una relación.
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