La sinagoga y la macro Por Julio Nudler |
Una reciente nota del semanario inglés The Economist se refiere a la emigración de los judíos de Ucrania, tomando como punto de observación una deteriorada sinagoga de la calle Shchekavitska, en Kiev (la ciudad que, viene a cuento mencionarlo, sirve de escenario a The Fixer, la gran novela de Bernard Malamud). De acuerdo al articulista, cada año uno de cada diez judíos de Ucrania emigra a Israel, Alemania o Estados Unidos, hecho del que extrae la siguiente conclusión: "A este ritmo, dentro de una década la sinagoga de Kiev quedará vacía". Falso. Si la información del redactor es correcta, esa sinagoga de Kiev nunca se quedará sin feligreses, ni filacterias ni mantos rituales ni solideos. Es obvio que si cada año se marcha el diez por ciento de los judíos, esto significa al mismo tiempo que permanece el noventa por ciento, con lo que esa comunidad israelita nunca se extinguirá. Cada año serán menos, pero también será menor la cantidad de hebreos que emigren, con lo que el número de integrantes de la colonia tenderá a cero, pero nunca lo alcanzará. El error del periodista británico y de sus editores quizá no sea demasiado interesante, porque no lleva ningún esfuerzo reparar en él. Pero tiene el mérito de haber sido cometido por el semanario más representativo de la ortodoxia económica, y enseña por tanto a desconfiar de otras presuntas verdades que abundan en sus páginas y que, tal vez por acostumbramiento, el lector puede dar por buenas sin someter a análisis. En economía, quizá como en cualquier otra actividad cultural, existe una inveterada tendencia a aceptar las ideas que provienen de fuentes serias, de tradición respetable, que expresan los intereses del orden establecido. Pero eso conduce a articular un sistema de ideas contaminado de nociones falsas, que sólo quedan desenmascaradas cuando estalla una crisis y obliga a revisar algunas creencias. Es éste el punto en que se encuentra la Argentina, y dentro de ella los bienpensantes lectores de The Economist. A la luz de la experiencia de los años '90, no les quedará más remedio que admitir que la sinagoga de Kiev no va a quedarse sin judíos. O que la macroeconomía, los fundamentales y el libre juego del mercado no resolverán por sí mismos las dos cuestiones más importantes: cómo crecer de modo sostenido y cómo repartir con equidad los frutos del crecimiento. Por el camino actual, la economía nacional no se quedará sin excluidos, sin marginalidad y sin desamparo.
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