"Yo quiero que condenen a Massera"
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Por Luis Bruschtein
--Acosta es un nombre conocido por usted. ¿Qué siente al saber que ahora está preso? --A Acosta le vengo siguiendo el rastro desde el Juicio a las Juntas en que se supo que era el responsable directo del secuestro de mi familia. Mi hermano, que era conscripto, era ayudante suyo. Seguimos sin saber qué pasó, pero Acosta resolvió secuestrar a su secretario y a toda su familia. Por Obediencia Debida, no pude atacarlo directamente y me tuve que conformar, como todos, con el Juicio a las Juntas, entonces, de ahí en más, me tuve que orientar hacia Massera que aparece como único responsable. --¿Cuándo fue el secuestro de su familia? --Mis padres, Hugo Tarnopolsky y mi madre Blanca Edelberg de Tarnopolsky fueron secuestrados en la madrugada del 15 de julio del '76. Mi padre tenía 51 años, era químico, y había creado una empresa junto con otros amigos, que fue creciendo y todavía funciona; era parte de la Cámara de la industria química. Mi madre era psicopedagoga, tenía 49 años, trabajaba en diversos centros hospitalarios y en mi casa tenía su consultorio, era profesora en El Salvador y Filosofía y Letras, era muy conocida en lo que fuera psicopedagogía clínica, había desarrollado una línea de combinación de psicopedagogía con psicoanálisis. Creo que su secuestro fue un golpe grande a la intelectualidad argentina. De hecho me enteré más tarde de que varias personas decidieron irse del país cuando la secuestraron. --¿Entraron esa madrugada a su casa..? --Durante la tarde había llegado un grupo de tareas a advertir que habría un operativo a la noche, que venían a buscar a los Tarnopolsky y que si el portero les avisaba, se lo llevarían a él. Cuando vinieron a las dos de la mañana, el portero quiso abrir la puerta pero no lo dejaron y la abrieron con una bomba. Esa noche estaban mis padres solamente en mi casa, mi hermana estaba durmiendo en lo de mi abuela, mi hermano estaba casado y haciendo el servicio militar en la ESMA y yo estaba durmiendo en casa de unos amigos de pura casualidad. El portero escuchó gritos, el llanto de mi madre... por los gritos creo que la torturaron para que dijera dónde estaba mi hermana. Tenía 15 años, iba al Liceo 11 y militaba en la UES. No sé por qué buscaban tanto a una chica de 15 años. Luego fueron a casa de mi abuela. Mi hermana dormía en la pieza con mi abuela, la despertaron con un vaso de agua fría y se la llevaron así como estaba. Otro grupo de tareas fue a la casa de la suegra de mi hermano, donde vivía mi cuñada, Laura del Duca de Tarnopolsky y también se la llevaron. Mi hermano era ayudante de Acosta, como conscripto, y había llamado durante el día anterior a su mujer para decirle que estaba de guardia, que no podía volver a la casa. Nosotros pensamos que en ese momento ya estaba chupado. Nadie sabía dónde estaba yo, porque yo había decidido quedarme en casa de unos amigos. Estaba asistiendo a un congreso de musicoterapia en el San Martín. Yo estudiaba musicoterapia en El Salvador. Inmediatamente mi abuela interpuso un hábeas corpus. --¿Tuvieron respuesta los hábeas corpus? --Respondieron que ninguno estaba buscado ni en manos de ningún organismo de seguridad. Me quedé en Buenos Aires, hasta que un mes después, los amigos de mis padres y mis tíos, me dijeron: "Bueno, basta, te tenés que ir porque no se sabe lo que está pasando y puede ser largo". --¿Ahí se fue a Francia? --Fui primero a Chile, donde estuve tres meses. Tengo familia chilena desde hace muchos años porque una tía abuela se casó con un chileno. Uno de mis tíos se llama Jacques Chonchol y fue ministro de Agricultura de Salvador Allende. Así que mi familia chilena, con excepción de mi tía abuela, se había exiliado en Francia. Las cosas en Argentina no se arreglaban, al contrario, empeoraban y entonces me fletaron a Israel. --¿Cuánto tiempo se quedó en Israel? --Estuve de octubre hasta julio. Pero allí no se podía hacer nada por Argentina. La conducción de la comunidad argentina le pedía al gobierno israelí que no se metiera. Tenían mucho miedo. Cuando secuestraron al hijo del presidente de la AMIA, se movieron para que lo larguen, pero fue al único que lograron sacar. Por mi familia no se movieron, o si lo hicieron no me enteré, porque a mi abuela tampoco le dieron pelota pese a que éramos una familia bastante conocida en la comunidad. La cosa era que Israel no hacía nada. Es sabido que sacó mucha gente del país, pero no hacía nada por los desaparecidos. Estuve trabajando con Amnesty de Israel, pero estaba todo muy bloqueado y me fui a Francia, donde estaban mis tíos chilenos. Llegué en julio del '77, un año después del secuestro, y allí conseguí una beca, ayuda financiera y me conecté con los exiliados. Entonces empecé a entender más y a pensar que si mis viejos no habían aparecido en un año, ya no aparecerían más, por más que yo no entendiera el porqué. Asocié que había sido la ESMA porque mi hermano estaba haciendo la colimba allí. Pero pasaron tres o cuatro años hasta poder tener testimonios y que salieran los primeros sobrevivientes y pude confirmar que habían estado allí, que habían sido torturados allí. --Hasta ese momento, Acosta era el jefe de su hermano, nada más... --Ni siquiera. Para mí, mi hermano estaba haciendo la colimba y ni sabía cómo se llamaba su jefe. Lo único que me hizo pensar fue que mi hermano, unas pocas semanas antes había venido a casa muy asustado y me había dicho que junto con otro colimba los habían mandado a limpiar una habitación donde había sangre, había papeles en el piso, como borradores de certificados médicos. Que fue Acosta lo supe después, cuando subió Alfonsín y empezó a hablarse abiertamente de la ESMA y los grupos de tareas y cuando Bonasso sacó su libro Recuerdos de la muerte. --¿En todo ese tiempo pensó que en algún momento iba a obtener justicia? --En esa época yo tenía entre 19 y 22 años. Estaba absolutamente loco, pienso, trabajaba y estudiaba y hacía lo que podía, militaba con los familiares, me hice más que amigo de Matilde Herrera que tenía todos los hijos desaparecidos, nos sosteníamos mucho. Yo no sabía lo que iba a pasar, después vino la guerra de las Malvinas. Bueno, primero vino el Mundial de Fútbol que para mí fue terrorífico. Veía a la Nación enfervorizada y a los milicos manejando la batuta. Yo era uno de los quería que Argentina perdiera. Después vino la guerra de las Malvinas y entonces yo pensaba que este país estaba totalmente destruido, que los únicos que seguían movilizando su energía psíquica eran los familiares de los desaparecidos y de los presos. Cuando subió Alfonsín y dijo que iba a haber justicia, ahí volví. Ya me había recibido hacía dos años de psicomotricista. Hice las valijas y me vine en diciembre del '83. --¿Cuál fue su primera impresión al regresar? --Era una época de gran euforia, estaba todo el mundo enloquecido con la democracia, con que los militares iban a ir presos. Me entusiasmé mucho, en ese momento tenía 26 años. Volví a Francia, levanté campamento y regresé en julio del '84, justo ocho años después de haberme ido. --¿Volvió a la casa de tus padres? --Habían empezado los trámites de sucesión, la casa de mis padres había sido alquilada pero igual fui. Se me removió mucho, era una vuelta muy dura pero a la vez era muy sano, yo necesitaba eso, y necesitaba hacer trámites por mis padres, trámites políticos y trámites judiciales, porque eso de tener a la gente dando vueltas es insoportable, un desaparecido es un muerto viviente, está siempre vivo, está siempre presente y a la vez y viviendo afuera es mucho peor porque no hay referentes históricos ni personales, nada que te los recuerde, estás recortado, todo el entorno no tiene nada que ver con uno, no está el entorno social histórico que atestigüe tu persona y tu existencia, y además mi historia no es fácil de contar, así que yo no iba con mi bandera por el mundo, muchas veces cuando me preguntaban yo contestaba que había ido a estudiar o de repente hice una historia de algún accidente... --¿Era difícil soportar el impacto de la historia familiar en desconocidos? --Era insoportable, yo a veces usaba también el ejemplo de la Segunda Guerra Mundial y los campos de concentración y cuando empecé a saber empecé a decir que tiraban la gente al mar. Yo antes no lo sabía. Fue muy impactante para mí cuando supe que mis viejos habían sido tirados de un avión al mar. La imagen más terrible, será porque es mi vieja, es la imagen de mi vieja arrojada al vacío, es una cosa muy terrible. Igual que la mesa de torturas. Por eso, cuando veo a Acosta, lo veo torturando a mis viejos. Ahora eso es una realidad, tiene carnadura, no es que alguien los torturó, es Acosta por órdenes de Massera. --¿Cuando la ESMA organizó el Centro Piloto de París, los espías no tomaron contacto con ustedes? --Allí lo conocí a Alfredo Astiz que se había infiltrado como Gustavo Niño, hablé con él, tomé un café, se había incorporado al grupo de familiares en el que yo estaba, hasta que un día me dijeron que no había que hablarle más, que Gustavo Niño no era Gustavo Niño, pero poco faltó para que lo llevara a mi casa, porque habíamos simpatizado. Y ahora yo tengo que suponer que Astiz, si no torturó a mi familia, estaba junto al que los torturaba y los vio adentro, así que cuando Astiz estaba conmigo, sabía quién era yo y lo que había sucedido con mis padres y mis hermanos y hablaba conmigo como si fuera mi amigo, mi compañero, ese tipo es un gran enfermo mental, es para hacer un estudio clínico... --¿Cómo lo conoció? --Fue en un acto del 9 de Julio que hicimos los exiliados, y empezó una discusión típica de aquellos años sobre si cantábamos el himno. Unos decían que el himno era de los milicos y otros que no había que regalárselos, que era de todos. Y me acuerdo de este tipo rubio, simpaticón, que me comenta: "Qué dirían en la embajada argentina si supieran que los exiliados no quieren cantar el himno nacional". Yo lo miré y le dije: "Y a vos qué carajo te importa lo que piense la embajada argentina" y una amiga que estaba cerca me dijo: "Daniel, no lo trates así". Después, esta compañera me advirtió que era un infiltrado. Recuerdo el comentario, porque a nadie de nosotros se le hubiera ocurrido, y además andaba mostrando el pasaporte con el nombre de Gustavo Niño, para demostrar quién era, cosa que nadie hacía. --¿Cómo empezó el juicio contra Massera? --Apenas llegué a la Argentina fui al CELS, la gente había empezado a presentar denuncias penales contra los militares. Yo era uno más junto con todos. Eso me sostuvo durante el exilio, me sostenía el grupo, ser uno más entre quienes estábamos en la misma situación. En el '85 comenzó el Juicio a las Juntas y los demás juicios quedaron parados. Estuve con Julio Strassera y Luis Moreno Ocampo, y ellos presentaron nuestro caso dentro de los de la ESMA. Allí surgió que una mujer que se llama Liliana Pontoriero había estado con Betina. Ella declaró en el Juicio a las Juntas que Betina había estado con ella y que por Betina supo que toda la familia estaba secuestrada. --¿Y cuándo comenzó el juicio civil? --Seguí viviendo en Argentina hasta marzo del '88. Con las leyes de Obediencia Debida y Punto Final sentí que la Justicia se bloqueaba y que la democracia retrocedía, pensé que tenía que hacer algo. No podíamos hacer nada en lo penal porque estaba bloqueado por las leyes. La abogada, Betina Stein, me planteó hacer el juicio por daños y perjuicios morales y financieros. Empezó en septiembre del '87. Me fui a Francia en marzo del '88, estaba muy asustado. La primera respuesta fue en noviembre del '94, el juez Garzón Funes me dio la razón y condenó solidariamente al Estado, a Massera y a Lambruschini por daño moral y financiero por el secuestro de mis familiares, mi exilio. Allí apelan Massera, Lambruschini y el Estado. Como ellos apelaban, nosotros también tuvimos que hacerlo. A mí lo que me interesaba, y por eso inicié el juicio, era atacar a Massera. En febrero del '96, la Cámara disculpó a Lambruschini por Obediencia Debida, confirmó el fallo global, pero disminuyó la responsabilidad de Massera con una argucia legal, donde consideró que Massera solamente era responsable desde el día del secuestro de mi familia, hasta un año y medio después, plazo luego del cual se los considera muertos. El primer fallo era de un millón de pesos, solidarios entre Massera, Lambruschini y el Estado, lo que a mí me permitía cobrarle a Massera, que es lo que me interesa. El segundo fallo exime a Lambruschini y acota la responsabilidad de Massera a sólo un diez por ciento. Pero a mí eso no me sirve, porque a mí me interesa Massera. Yo podría anular el juicio y acogerme a la Ley de Indemnización a familiares de desaparecidos. Pero quiero que Massera sea condenado. --¿Y ahora cómo está el juicio? --Desde hace ya tres años está en la Corte Suprema. --¿Qué apela el Estado? --El Estado apela el monto global diciendo que debería ser equivalente a lo que fija la Ley de Indemnizaciones y apela la prescripción. La apelación que presenta el procurador general del Tesoro parece la argumentación de Massera, me ataca diciendo que yo tenía 18 años cuando fueron secuestrados mis padres, que era mayor de edad y que me las había arreglado perfectamente bien. Ataca la prescripción porque dice que el plazo debe empezar desde el momento del secuestro y que yo debía haber instrumentado la demanda en esos primeros dos años, mientras que nosotros sostenemos que el delito recién fue probado en 1985, cuando fue el Juicio a las Juntas y entonces la prescripción debe ser a partir de esa fecha. Otro argumento aterrador es que advierte a la Corte porque dice que sentará precedentes, o sea que pretende que la Corte vote políticamente y no judicialmente. Massera dice lo de siempre, que él no hizo ni supo nada. --¿Cuáles son sus expectativas en este momento? --Lo que yo espero es que Massera sea condenado, me horroriza el significado ideológico de la apelación del Estado a través del procurador del Tesoro pero a mí me interesa la condena a Massera. Si pudiera hacer algo contra Acosta lo haría, pero la Obediencia Debida me bloquea, sin embargo no temo hacer un careo con él, quisiera que me diga frente a frente qué le hizo a mi hermano, qué le hizo a mi vieja y a mi viejo, cómo torturó a mi hermana que tenía 15 años y cómo los tiró al mar. Hace once años empecé este caso. Yo necesito que este juicio termine de una vez porque será una forma de cerrar esta parte de la historia.
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