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Con el torno en la mano y la mente en el bolsillo

A los dentistas les conviene más hacer extracciones que reparar una muela. Los odontólogos advierten que las políticas de las prepagas pueden conducir a una verdadera "devastación dental".

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Por Eduardo Videla

t.gif (67 bytes)  Si el dentista detecta una caries en la misma pieza que reparó un año atrás, es posible que el prestador --la empresa de medicina prepaga o la obra social-- no le reconozca la cobertura. Si tiene que extraer la muela donde hace un año otro profesional hizo un tratamiento de conducto, se le descontará al primero lo que percibió por esa prestación. "Por eso, al odontólogo le resulta más seguro hacer la extracción, una práctica por la que recibirá un ingreso bajo pero seguro, porque nunca se lo descontarán", dice el secretario de la Federación de Odontólogos de la Ciudad de Buenos Aires (FOCIBA), Héctor Ziegler. Las políticas de oferta y demanda que rigen la medicina prepaga, y que no están sujetas a ningún tipo de control oficial, pueden conducir a una verdadera devastación dental, teniendo en cuenta los ingresos en prótesis que generalmente traen aparejadas las extracciones, advierten los especialistas consultados por Página/12.

Para el presidente de FOCIBA, Rubén Pérez Goett, el origen del problema está en la "tercerización" de los servicios que prestan las prepagas y las obras sociales, mecanismo en auge durante la última década. "Las empresas ya no contratan odontólogos sino a otras compañías a las que le pagan una cápita por la cantidad de afiliados, y éstas son las que se encargan de hacer una cartilla, contratando prestadores", explica el profesional.

En esos contratos, las empresas imponen una suerte de "garantía" por el trabajo del odontólogo, que puede variar, según los casos, entre uno y tres años. "Para un tratamiento periodontal --un caso de piorrea, por ejemplo--, las firmas imponen una garantía de tres años", relata Isaac Rapaport, presidente hasta hace unos meses del Ateneo Argentino de Odontología. "Entonces, si la enfermedad reaparece, algo que en muchos casos puede ocurrir, el profesional deberá hacer su trabajo gratis, sin cobrar un peso", explica el profesional.

Lo mismo ocurre con los tratamientos de conducto. "En general andan bien, pero si no están acompañados por una prótesis de perno y corona, es posible que a los seis meses la pieza se parta y haya que hacer la extracción. En ese caso, le debitarán al odontólogo lo que cobró por ese conducto", precisó Rapaport.

Peor es el caso de las caries. Las empresas reconocen que una pieza ya fue reparada aunque el tratamiento se haya hecho sólo en una cara del diente. "Si aparece otra lesión en otra cara de la misma pieza --algo muy común, según los especialistas-- la prepaga no lo reconocerá", dice Ziegler, mientras señala con un bolígrafo las cinco superficies visibles de una muela que pueden ser afectadas por caries.

"Los contratos escritos y verbales que hacen las empresas obligan a los profesionales de sus listas a que realicen odontología devastadora, mientras que la prevención queda descartada", dice Horacio Martínez, dentista y director de la revista Universo Odontológico. "Cómo las cápitas que reciben son bajas --no llegan a los dos pesos por mes por afiliado--, las clínicas desalientan la atención de beneficiarios", relata Martínez.

El beneficio para los empresarios es doble: "Gastan menos dinero de la cuota fija que reciben y tienen más ganancia por los dientes postizos a colocar", sostiene Martinez. "Algunas clínicas --agrega-- premian a sus dentistas con el 50 por ciento del valor de los implantes que deban hacerse los pacientes desdentados por ellos."

"Los contratos que hacen con los odontólogos no están regulados por ninguna norma, sólo por las leyes de la oferta y la demanda", se queja Ziegler. "La consecuencia directa de este estado de cosas es la prostitución del ejercicio profesional", agrega Rapaport. Y pone como ejemplo: "En lugares donde al profesional le pagan por producción y atiende en 15 minutos cuando debería demorar 40, el tratamiento no puede hacerse con todos los cuidados. Y se perjudica al paciente".

La lógica del sistema no permite quejas de ningún tipo. "Si un profesional protesta, le muestran la pila de solicitudes de odontólogos en lista de espera para ser contratados, o directamente lo sacan de la cartilla", afirma Ziegler.

Las empresas dieron su versión. Para Rolando Gutesman, auditor de Dental Unified System, "los profesionales se han tenido que reconvertir: dejaron de ser una isla y ahora el que no trabaja con sistemas odontológicos u obras sociales, está condenado a no trabajar". Reconoce que el sistema está más pensado en la rentabilidad que en la salud del paciente, pero asegura que "es algo que nosotros desde esta empresa no podemos modificar". "Por la avidez del mercado, las cápitas cada vez son más bajas --se queja Gutesman--, las redes se pelean para bajar los precios." Sobre la modalidad de las garantías, explicó que se basan en "el concepto estadístico de no hacer dos veces la misma prestación".

Rapaport sostiene que "se le ha propuesto a las empresas hacer consultas con especialistas del más alto nivel para saber si es razonable la exigencia de una garantía, pero no tuvimos éxito". "Estamos de acuerdo en que las empresas hagan auditorías para que no se paguen prestaciones de más, pero a condición de que no se hagan con interés comercial y de que paguen honorablemente a los profesionales", concluyó el especialista.

 

Pensando para bajar costos

Por E.V.

"El problema de la odontología no es ajeno al de la medicina en general: el crecimiento vicioso de la intermediación implica un despilfarro, porque el dinero que debería destinarse a servicios queda como ganancia de esos grupos", sostiene el médico sanitarista Aldo Neri. El modelo se aplica tanto para las obras sociales como al de la medicina prepaga. "La diferencia está en que sobre las obras sociales hay cierta regulación, que en la prepaga no existe, porque el Congreso aún no ha sancionado la normativa correspondiente", sostiene el especialista.

Para Neri, el modelo argentino tiende a parecerse al norteamericano, "el peor del mundo desarrollado, donde se gasta mucho y mal, porque hay exceso de prestaciones, producto del consumismo que también invade a la medicina". "La diferencia es que aquí consume más el que puede pagar una cuota más alta, mientras que el resto queda en el subconsumo", agrega el sanitarista.

Neri, ex ministro de Salud y miembro del Consejo Programático de la Alianza, sostiene que la ausencia del Estado, y la oferta y la demanda como única regulación conduce a que "se baje el valor de las cápitas a costa del trabajo del profesional y del servicio que recibe la gente". "Es un modelo pensado en bajar costos con menor calidad en los servicios", concluye.

 

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