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Por Cecilia Bembibre Un bígamo, un Che Guevara impresentable, un grupo de estudiantes rebeldes y una serie de historias comprometidas durante los 80. Todos estos personajes tomaron forma en la cabeza de Rodolfo Ledo, quien es capaz de transformar en producto televisivo tanto un mito histórico como el comentario al pasar de un sonidista, con el mismo estilo: desprolijo, temerario, descabellado y a veces irrespetuoso. Pero sustentado por una serie de argumentos sólidos sobre cómo funciona la industria televisiva, y la certeza de que el público argentino puede elegir por descarte, puede no gustarle lo que ve, pero nunca, nunca apaga el televisor. El 1º de febrero se estrena por América Margaritas, una comedia dramática para la que el autor convocó a Karin Cohen, Florencia de la Vega, Claudia Fontán y Anabel Cherubito. ¿Margaritas es una especie de Thelma & Louise para televisión? No quiero ponerle un nombre en inglés, no sé si es una road-com o qué. No pasa por las ganas de mostrar el país. Sin darse cuenta, las protagonistas están buscando vida. Coinciden en la ruta, cuando se están yendo de Buenos Aires, y quieren volverse ya, por supuesto. ¿Le resulta complicado escribir cuatro personajes femeninos? No, a mí siempre me gustó escribir desde el lado de la mujer. Es el gran tema, el gran misterio, aun para la mujer misma. Es la que en definitiva maneja las cosas. A Naranja y media se lo criticaba, en cambio, por machista ... No creo que fuera machista, era una realidad. Al hombre argentino le conviene que parezca machista, pero en definitiva el tipo era un pobrecito, y las dos mujeres manejaban la relación. ¿Cree que el público percibía la situación así? A veces hay cosas que no se quieren ver. Cuando yo hice De carne somos, con Francella, incluí la crítica más terrible contra la madre de los hombres argentinos, pero en vez de reconocer mi mamá también es así, la gente prefería reírse. Después, a través de Socorro, 5º año y Sin condena aprendí que a través de la comedia se pueden decir muchas cosas sin que se irriten tanto y te terminen cortando la libertad. ¿De cuál de sus trabajos se siente orgulloso y de cuál no? Me gustó mucho hacer Socorro 5º año y Sin condena. El primero estuvo tres meses en el aire, y lideró la audiencia. Del segundo recuerdo las corridas, meternos a grabar en villas, contratar a actores sin cartel, que nunca más tuvieron un protagónico ... y yo también hice fracasos, programas que ni me acuerdo cómo se llamaban. ¿Volvería a hacer Sin condena? Sí, claro. De otra manera, pero lo haría: si Sin condena bajó con 18 puntos. Nos retiraron la publicidad, se mantuvo cuatro meses, pero después fue insostenible. Hay que tomar conciencia de que la televisión, como la educación o un club de fútbol, refleja lo que es el país. El programa coexistía con Edición Plus, y Justicia para todos. ¿A qué se debe que hoy no haya ningún ciclo de investigación en el aire? Un Sin condena sólo lo pueden sostener Romay, Héctor Ricardo García, o un Gustavo Yankelevich fuerte. El Presidente de la Nación llamó dos veces para que no saliera al aire, teníamos recursos de amparo todos los días, amenazas de bomba, policía. La gente me pregunta, ¿cuándo vuelve Sin condena? Y la respuesta es nunca, nadie va a aceptar hacer Sin condena. ¿Cómo evalúa el programa a cinco años de su emisión? La gente estaba ávida de conocer casos de los que no sabía nada. Cuando empezamos a presentar casos reales se armó un lío ... Pero hay que dejar que la gente elija: cuando dice que no le gusta un programa, hay que sentarse y decir muchachos, ¿en qué fallamos?. Si tu trabajo no es popular, el problema está en vos, que no supiste llegar a la gente. Por ejemplo, el del Che Guevara. Fue el peor programa que hice, el que la gente no quiso ver. Pero las críticas fueron sobre el maquillaje deRomano, no sobre el libro. De los 20 puntos que hacía Sin condena, el del Che bajó a un punto, porque acá el Che sigue siendo comunista, guerrillero y cubano, y la gente no lo quiere ver. ¿Todavía cree que haberse retirado de Naranja y media mientras era un éxito fue una decisión acertada? Sí. Algunos meses antes yo le había dicho a Yankelevich que el año siguiente pensara en otra cosa. Hay que tener honestidad. No creo que Naranja y media hubiese podido sostener un segundo año. Es más, no sé si Gasoleros pueda sostenerse un segundo año. Hay que saber terminar. No todo puede ser ¿cuánto me pagás?. Después asumió la dirección artística del 9 por un mes y medio. ¿Cómo fue su partida? Romay vendió el 33 por ciento del canal, y el día anterior a que llegaran los australianos acá, vendió todo. Y llegó doce y cuarto a su despacho y no lo dejaron entrar. Los nuevos dueños no querían la programación que yo había presentado para el verano. Después de que les demostré con números que esa programación ahorraba plata, uno de los directivos le dijo al intérprete: Dígale al señor Ledo que no son instrucciones sino órdenes. Y me fui, porque un director artístico no puede recibir órdenes. Varias veces comentó que sus programas contribuyen a combatir la hipocresía. ¿Cómo cree que se manifiesta esa hipocresía en pantalla? La televisión es cada vez más hipócrita. Hay que reconocer que con Romay se fue el último dueño de la TV. Hoy los canales son bancos, corporaciones, no hay una cara visible que diga es mi programa y me lo banco. No quieren complicaciones en programación. Que no los llamen la Iglesia, los militares, Presidencia, que no se juegue demasiado. Y por eso no hay más programas con compromiso como en los 80. La televisión se fue tranquilizando. ¿Cómo definiría al televidente argentino? El argentino es light: llega a su casa y prende la TV, no importa qué haya. Y elige lo que menos le disgusta, y no quiere decir que le parezca bárbaro. Lo que no hace es apagar el aparato, sentarse a conversar con su familia, escuchar música, leer ... ¿Qué expectativas tiene con Margaritas? Es trabajar sobre lo que le pasa a la gente en la ciudad, con su familia, sus hijos, y por ahí sueñan con otro hombre u otra mujer. A lo mejor ven el programa, y ven cuatro mujeres que dejan todo y se van, y pueden vivir la historia a través de ellas. Por otra parte, puedo mostrar los incendios en los bosques, que son en un 95 por ciento intencionales, y que sólo salen en los medios cuando se quema Villa Catedral. Quizá logro que la gente en vez de aerosol use desodorante en barra.
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