Por Julio Nudler |
Si Brasil hace todo bien, en pocos años logrará ser como la Argentina. Habrá dolarizado su deuda, extranjerizado sus bancos y el complejo industrial que sobreviva, privatizado los servicios públicos y abierto plenamente su economía a los flujos de bienes y de capitales. En el proceso de transición, el paquidermo sudamericano ofrecerá enormes oportunidades de negocios para los fondos internacionales de inversión, cuyas compras le harán vivir a la macroeconomía y a los brasileños mejor situados algunos años de euforia. Para ingresar en esa senda, Brasil debe aún cortar el nudo de su encrucijada actual, signada por una deuda que a este paso puede llegar a costarle el equivalente a 100 mil millones de dólares al año, dilapidados para contrarrestar la desconfianza de los acreedores financieros. El presidente Cardoso intentó sin éxito un camino intermedio y gradualista, con ajuste fiscal y un plan de privatizaciones, aunque sin argentinizar del todo su estrategia. Pero la mididevaluación de ayer muestra que ese camino se está agotando y Brasil puede ir acercándose a una explosión por la fuga de reservas. La Argentina mira el incendio del vecino desde la acera de enfrente. Lo más probable es que a su sistema financiero no lo alcance el pánico, pero la recesión profundizada por la crisis brasileña activará su círculo diabólico. Con el equilibrio fiscal como eje de la política económica, el gobierno de Menem se encontrará con el mismo problema de los últimos meses, pero agravado: los ingresos tributarios, dependientes del nivel de actividad, caerán por debajo de lo esperado, lo que a falta de mayor financiación obligaría a cortar proporcionalmente el gasto público, que es marcadamente rígido a la baja porque está hecho de sueldos y jubilaciones. Si Brasil y el contexto internacional para la Argentina se complican, habrá más decisiones impopulares, como los recientes aumentos de impuestos, porque el sector público, como las empresas privadas, buscará defenderse de la crisis a su manera. En un caso extremo, frente a la explosión brasileña podrá oponer la Argentina su implosión, como el cilicio del devoto. Para ello habrá que contar con que las condiciones sociales y políticas soporten una nueva vuelta de tuerca en la pobreza y en el deterioro de los servicios esenciales que presta el Estado. Además de un plan financieramente bien armado, la Argentina tuvo todos estos años la ventaja de una población muy paciente, cuyos estallidos de violencia sólo alimentaron la crónica policial.
|