Los chicos juegan en primera
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Por Esteban Pintos
Entonces no extrañó ver a Antonio Cafiero tocando el bombo en una especie de competencia por la mejor interpretación de la marcha peronista, ni a Aníbal Ibarra arrojando una pelota sobre una pila de latas que representaban, cada una, un puntaje distinto de acuerdo al nombre que tuvieran rotulado (Menem equivalía a 50 puntos, Cavallo a 30 y así). Siempre compartiendo cartel estelar con niños, actores de entre 5 y 12 años. Hasta aquí, sin embargo, nada de extraordinario si se tiene en cuenta lo que algunos representantes de la clase política argentina han hecho en la televisión, en busca siempre de una aprobación popular algo perdida. Bastaría con recorrer un archivo de imágenes de estos últimos diez años para comprobarlo. Pero ese no es el punto, aunque lo parezca. Esa siempre distintiva característica inicial y distintiva (esto es: la visión infantil sobre el mundo de los adultos), sigue presente pero con una vuelta de tuerca temática que la hace aún más deliciosa. Mucho tienen que ver con todo esto los textos escritos por Mex Urtizberea (la única cara adulta del envío y responsable de la idea original) y el poeta y músico Alberto Muñoz, que permiten una pauta básica desde la cual se disparan los talentos actorales-improvisatorios de los pequeños protagonistas. Antes de los chicos, sin embargo, habría que remarcar el impecable trabajo actoral de Urtizberea. Su Mario Podestá --tal el nombre ficticio del conductor-- es una de las mejores performances paródicas que la televisión argentina puede ofrecer de sí misma. Podestá viste a la antigua y exhibe una cabellera definitivamente blanquecina, es un "animador" que agita las manos tratando de darle grandilocuencia a su discurso vacío, que hace como sabe de todo y no dice nada y que olvida su texto pero sigue "porque en televisión siempre hay que seguir". Sin embargo, Podestá es algo así como un extra de lujo dentro del pandemónium que provocan los verdaderos protagonistas: personajitos que hacen de ministros de guerra de Chaco y Santiago del Estero y que dirimen su conflicto a los tortazos (otro homenaje al humor clásico en tiempos de Dragon Ball Z), bolivianos ficticios que cantan "somos bolivianos pero queremos ser italianos" y obreros comunistas que claman por la reconstrucción del Muro (porque, sobre todo, rima con "laburo"). El omnipresente y todopoderoso Orwell For Fai ha decidido promoverse como candidato a presidente, y esa es la excusa del giro temático del programa. Que así, irreverente y ciertamente revolucionario, muy lejos de la estereotipada utilización de niños que ha hecho Tinelli (o el programa de Dady Brieva en el 13), enaltece la programación de América tal como sucede con "100 años", demostrando que es el único que todavía se anima con algo "nuevo". Un detalle que no puede pasar inadvertido.
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