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En el Gobierno no ven y no oyen
pero hablan: “aquí no pasa nada”

El Gobierno asegura que la crisis brasileña no impactará en la Argentina. Menem sueña con el dólar como moneda única americana y Roque sólo cree que puede haber una suba de tasas “pero transitoria”.

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Roque Fernández habló en medio de la debacle de las bolsas de Buenos Aires y San Pablo.
“Nuestra política es correcta y se basa en prever. Por eso acumulamos fondos para
seis meses.”

t.gif (67 bytes)  El gobierno no cree que la crisis brasileña impacte a la economía argentina, más allá de una suba de las tasas de interés “que será transitoria”. Negó que deban revisarse las previsiones de crecimiento del 3 por ciento para este año y que los créditos hipotecarios y cuotas de préstamos personales se puedan ver afectados. Y no accederá al pedido industrial de adelantar la rebaja en los aportes patronales para compensar la pérdida de competitividad respecto de la producción brasileña. No pasa nada, y por lo tanto nada se debe hacer, parece ser el apotegma oficialista.
En la reunión de gabinete nacional, en cambio, el presidente Carlos Menem hizo gala de su habitual audacia. Insinuó la posibilidad de comenzar a estudiar la adopción del dólar como moneda única en todos los países del continente americano a partir del 2005, para cuando piensa estar nuevamente al frente del gobierno nacional.
El ministro de Economía, Roque Fernández, ofreció una conferencia de prensa por la tarde, en medio de la turbulencia de los mercados, cuando la bolsa argentina registraba una caída del 6 por ciento y en San Pablo y Río se habían interrumpido las operaciones por la debacle superior al 10 por ciento. “Nuestra política económica es correcta y se basa en prever. Acumulamos fondos para seis meses previendo que el acceso al mercado se complique”, puntualizó, adelantando el argumento que luego presentaría ante sus pares del gabinete nacional y el presidente de la Nación.
“El común de la gente con ahorros va a pasar un buen momento, lamentablemente para el resto de la economía”, dijo en alusión al aumento de las tasas de retribución de sus depósitos. Pero al mismo tiempo, negó que esa suba pueda incidir en los costos de los créditos hipotecarios y perjudicar con un incremento de las cuotas a quienes están comprometidos en compras a crédito. Un razonamiento más que curioso para eludir el efecto sobre los préstamos a tasa variable.
También aseguró que el gobierno no dará marcha atrás en su afán por colocar en el mercado las acciones del Banco Hipotecario e YPF, pese a las turbulencias y contradiciendo lo sugerido anteayer por su viceministro, Pablo Guidotti. “El inversor que analiza estas compras está pensando a largo plazo, y le preocupa poco si a la semana o al mes siguiente oscila la cotización”, dijo. Sin embargo, dejó abierta la puerta para un cambio de criterio “si más adelante los bancos asesores recomiendan que levantemos la operación”.
Carlos Silvani, titular de Ingresos Públicos, admitió que podría haber “una caída en la recaudación de impuestos si se produce una caída en el nivel de actividad”. Y transmitió los dichos de Michel Camdessus, titular del FMI, durante un desayuno que compartió junto a Menem en Washington. En tono supuestamente tranquilizador, el pope del FMI habría sostenido la tesis de que “en realidad, una situación tan tensa como la que estaba viviendo Brasil, tal vez pueda ayudar y no perjudicar, porque este tipo de crisis a lo mejor pone más en evidencia la necesidad de reformas estructurales”. “Me pareció interesante”, comentó Silvani. Mejor que los brasileños no lo oigan.

 

ASIA, RUSIA Y AHORA BRASIL
Cuando vengan por el peso, será tarde

Por Julio Nudler

t.gif (862 bytes) Primero se llevaron al baht, y no nos importó. Después se llevaron a la rupia indonesia y al ringgit, y tampoco nos dimos por aludidos. Después le tocó al rublo, y sentimos que la cosa no era con nosotros. Anteayer vinieron por el real. ¿Cuánto falta todavía para que vengan a por el peso? Las reacciones iniciales de los economistas argentinos –oficiales, independientes u opositores–, algunos respondiendo a los periodistas desde Punta del Este, fueron en general de ligera preocupación. Pero ésta no parece estar a la altura de la amenaza que se cierne desde Brasil, cuya moneda difícilmente escape de una devaluación en cascada. En tal caso, con una depreciación del real del 30 por ciento o más, no será posible para la Argentina evitar un replanteo de su estrategia de integración y de comercio exterior.
El libreto dice que cuando los demás devalúan, la Argentina debe aumentar su productividad mediante la profundización de sus reformas estructurales. Ya con la ola devaluatoria asiática se recomendó esa respuesta voluntarista, aunque finalmente no se hizo nada. Ahora, si sobreviene un cambio violento en la relación peso–real no habrá ninguna forma extracambiaria de afrontarla. Esto no significa que vaya a devaluarse el peso, pero sí que deberán adoptarse medidas defensivas, como la imposición de aranceles compensatorios para las importaciones provenientes de Brasil, modificando la paridad efectiva.
Aunque el real fue desestabilizado por la inmanejable deuda pública -cuya magnitud, las siderales tasas que paga y sus vencimientos a corto plazo no permiten ninguna salida gradualista–, no todo es financiero ni presupuestario en el estallido de esta crisis. A partir del Plan Real, implantado en 1994, el tipo de cambio fue revaluándose, hasta que la crisis internacional propagada a partir de 1997 volvió inevitable que tarde o temprano Brasil corrigiera su paridad. La ortodoxia insistió en que, en lugar de devaluar, lanzara un duro ajuste fiscal y privatizara masivamente sus empresas públicas. Ahora, cuando ya se inició la caída del real, parece más probable que, de todas formas, tome el camino que sea después, Brasil pase por un reajuste violento de su tipo de cambio.
De hecho, la brusca devaluación marca la inhumación del Plan Real, que fue el gran remolcador que ayudó a la Argentina a recuperarse de la depresión sufrida por el Tequila. Era sabido que la locomotora brasileña podía quedarse sin combustible, y así ocurrió bastante antes de la devaluación del miércoles. Pero el equipo económico argentino no puso en marcha ningún programa que recondujera la estrategia comercial externa y apuntara a otros mercados, salvo la preocupación por defender al sistema bancario y asegurar la financiación del presupuesto, incluyendo los pagos de la deuda. Por tanto, la economía real sufrirá sin atenuantes.
Una vez más, el esperado premio por resistir sin devaluar es subir otro escalón en la confianza de los fondos de inversión, después que se hayan cerciorado de que, de nuevo, el peso pasó la prueba y la decisión política siguió siendo la misma de los últimos ocho años: aguantar. Brasil, en cambio, al disparar la incertidumbre cambiaria, ahuyenta a los capitales especulativos, porque hoy no hay tasa de interés en reales que compense el riesgo devaluatorio.
Se supone que, pasado el chubasco, la Argentina recuperará los capitales y las líneas de crédito que está perdiendo, aunque nadie sabe cuánto habrá que esperar ni qué otra complicación pueda derivar de la intoxicación con caipirinha. Algunos gurúes presagian ya que Brasil les devolverá la pelota a los asiáticos a través de China, que no podría seguir defendiendo al yuan. Una devaluación china provocaría una nueva calesita de ajustes cambiarios competitivos en Oriente, y vuelta a empezar. Pero este pronóstico, excesivamente mecánico, quizá peque de apresurado alarmismo.
Para el economista argentino Guillermo Calvo, la devaluación del real trae alivio, porque termina con ese inaguantable juego brasileño del “mecaigo, no me caigo”. Otros coinciden en que sólo la caída puede lograr que el gobierno de Cardoso y la clase política tomen la decisión inevitable de repudiar la deuda interna y pisar los depósitos, como hizo la Argentina nueve años atrás. En vez de matar al cartero, para no enterarse de la cruda verdad, deberían matar al acreedor local, o al menos dormirlo de un buen golpe para que no moleste.

 

 

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