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Por Raúl Kollmann A Nasrim Mokhtari no le sale ninguna: ayer, la Corte Suprema resolvió que no puede salir del país y que, además, no le darán dinero para que se mantenga: porque eso es ajeno a la jurisdicción de este tribunal. Como le quitaron los documentos, Mokhtari no puede trabajar, por lo cual no se sabe de qué va a vivir durante los próximos días y semanas. Eso no es todo: a la mañana, el Hotel Majestic la puso de patitas en la calle, por falta de pago y porque la mujer arma soberanos escándalos debido a la situación en la que se encuentra. Al atardecer, Mokhtari llamó a la embajada de Irán para pedir ayuda. Minutos más tarde, el encargado de negocios se comunicó con los defensores oficiales: Mire, si la Argentina la invitó, es lógico que se haga cargo de la comida, el alojamiento y la salud. Nosotros, cuando invitamos a alguien a Teherán lo hacemos. De manera que el problema lo tienen que solucionar ustedes. El diplomático se despidió gentilmente y cortó. La situación tragicómica que vive Mokhtari tiene otra arista grotesca. Como la mujer es seguida por la SIDE y la Policía Federal y ahora no tiene hotel, ha comenzado una procesión por la ciudad para conseguir alojamiento y algún tipo de ayuda mientras deba permanecer en el país. Y a cada lado donde va lleva detrás una especie de procesión. Dos camionetas Trafic, una moto, a veces un automóvil Renault 19 otras un Renault 18, desde los cuales vigilan e incluso filman a la mujer. Estamos repodridos, le confesó ayer uno de los espías al funcionario de la defensoría oficial que acompañaba a Mokhtari. Echada del Majestic, la mujer fue a sentarse a la cafetería del Hotel República, después se trasladó al bar del Central Hotel Park y a las 21 empezó la negociación para que la acepten en un hotel familiar. En todos los movimientos, la troupe de espías y policías se mantuvo alineada detrás. Al cierre de esta edición, Mokhtari permanecía en una pensión que cobra 33 pesos la noche, sin comida y con 30 centavos en la mano. Durante la jornada, fracasaron todas las gestiones con el Poder Ejecutivo para que se ocupen de la iraní. En la Secretaría General de la Presidencia no quisieron ni saber de la cuestión: nosotros no podemos hacer nada, alegó un funcionario de la Casa Rosada. La siguiente llamada fue a la SIDE. Tras algunas consultas, la jefatura de los espías mandó a decir que la función nuestra fue traerla a Buenos Aires por pedido de la Corte. Hasta ahí llegó nuestra responsabilidad. Con nosotros no cuenten. También hubo un pedido al Ministerio de Justicia, incluso mediante un oficio, pero la contestación fue similar a las anteriores: no es nuestra competencia. Podrían agregarse al listado los resultados negativos de las gestiones anteriores: el Patronato del Liberado, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, la Cruz Roja y Caritas. Todos contestaron que no se harán cargo. Por su parte, la Defensoría oficial anunció ayer formalmente que no puede hacer nada más: no hay ninguna partida presupuestaria que contemple esos gastos. Mokhtari fue traída al país por la acción de un servicio de inteligencia argentino y por orden del máximo tribunal del país. Es evidente, además, que la engañaron y para colmo la trajeron sin plata, sin ropa y sin nada. Nosotros le conseguimos donde pasar la noche, le daremos unos pesos de nuestro bolsillo y no volvemos más ni contestamos más llamadas. Ya hemos hecho demasiado, le confesó anoche a este diario un hombre de la Defensoría. En rigor, este abandono que hace el Estado argentino de Mokhtari tiene sus peligros. La mujer debería ser tratada como una imputada o testigo de importancia porque si le sucede algo entre los defensores hay cierto temor a que cometa alguna locura la responsabilidad de la Justicia y las autoridades del Poder Ejecutivo sería absoluta.
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