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Una procesión por la
ciudad detrás de Mokhtari

La testigo iraní no puede salir del país, no tiene documentos ni dinero y no puede trabajar. Y a todos lados la sigue una cola de agentes de los distintos servicios de inteligencia.

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Nasrim Mokhtari, una estadía que se ha
convertido en un infierno.
Ninguna institución, iraní o argentina,
se hace cargo de sus gastos.

Por Raúl Kollmann

t.gif (67 bytes) A Nasrim Mokhtari no le sale ninguna: ayer, la Corte Suprema resolvió que no puede salir del país y que, además, no le darán dinero para que se mantenga: “porque eso es ajeno a la jurisdicción de este tribunal”. Como le quitaron los documentos, Mokhtari no puede trabajar, por lo cual no se sabe de qué va a vivir durante los próximos días y semanas. Eso no es todo: a la mañana, el Hotel Majestic la puso de patitas en la calle, por falta de pago y porque la mujer arma soberanos escándalos debido a la situación en la que se encuentra. Al atardecer, Mokhtari llamó a la embajada de Irán para pedir ayuda. Minutos más tarde, el encargado de negocios se comunicó con los defensores oficiales: “Mire, si la Argentina la invitó, es lógico que se haga cargo de la comida, el alojamiento y la salud. Nosotros, cuando invitamos a alguien a Teherán lo hacemos. De manera que el problema lo tienen que solucionar ustedes”. El diplomático se despidió gentilmente y cortó.
La situación tragicómica que vive Mokhtari tiene otra arista grotesca. Como la mujer es seguida por la SIDE y la Policía Federal y ahora no tiene hotel, ha comenzado una procesión por la ciudad para conseguir alojamiento y algún tipo de ayuda mientras deba permanecer en el país. Y a cada lado donde va lleva detrás una especie de procesión. Dos camionetas Trafic, una moto, a veces un automóvil Renault 19 otras un Renault 18, desde los cuales vigilan e incluso filman a la mujer. “Estamos repodridos”, le confesó ayer uno de los espías al funcionario de la defensoría oficial que acompañaba a Mokhtari.
Echada del Majestic, la mujer fue a sentarse a la cafetería del Hotel República, después se trasladó al bar del Central Hotel Park y a las 21 empezó la negociación para que la acepten en un hotel familiar. En todos los movimientos, la troupe de espías y policías se mantuvo alineada detrás. Al cierre de esta edición, Mokhtari permanecía en una pensión que cobra 33 pesos la noche, sin comida y con 30 centavos en la mano.
Durante la jornada, fracasaron todas las gestiones con el Poder Ejecutivo para que se ocupen de la iraní. En la Secretaría General de la Presidencia no quisieron ni saber de la cuestión: “nosotros no podemos hacer nada”, alegó un funcionario de la Casa Rosada. La siguiente llamada fue a la SIDE. Tras algunas consultas, la jefatura de los espías mandó a decir que “la función nuestra fue traerla a Buenos Aires por pedido de la Corte. Hasta ahí llegó nuestra responsabilidad. Con nosotros no cuenten”. También hubo un pedido al Ministerio de Justicia, incluso mediante un oficio, pero la contestación fue similar a las anteriores: “no es nuestra competencia”. Podrían agregarse al listado los resultados negativos de las gestiones anteriores: el Patronato del Liberado, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, la Cruz Roja y Caritas. Todos contestaron que no se harán cargo.
Por su parte, la Defensoría oficial anunció ayer formalmente que no puede hacer nada más: “no hay ninguna partida presupuestaria que contemple esos gastos. Mokhtari fue traída al país por la acción de un servicio de inteligencia argentino y por orden del máximo tribunal del país. Es evidente, además, que la engañaron y para colmo la trajeron sin plata, sin ropa y sin nada. Nosotros le conseguimos donde pasar la noche, le daremos unos pesos de nuestro bolsillo y no volvemos más ni contestamos más llamadas. Ya hemos hecho demasiado”, le confesó anoche a este diario un hombre de la Defensoría.
En rigor, este abandono que hace el Estado argentino de Mokhtari tiene sus peligros. La mujer debería ser tratada como una imputada o testigo de importancia porque si le sucede algo –entre los defensores hay cierto temor a que cometa alguna locura– la responsabilidad de la Justicia y las autoridades del Poder Ejecutivo sería absoluta.

 

Un taxi boy en el camino

La iraní Nasrim Mokhtari llegó al país el viernes cinco de diciembre. En un principio se dijo que la apresaron en Ezeiza, pero la realidad es que fue atrapada en Zurich, Suiza, y traída a la Argentina. En su primera declaración ante la Corte Suprema de Justicia, la mujer rechazó la versión dada por su ex amante, el taxi boy brasileño Wilson Dos Santos, quien dijo que Mokhtari había participado en el atentado a la embajada de Israel y que le mostró una valija con tres millones de dólares destinados a un nuevo ataque, esta vez a la sede de la AMIA. Unos días después, admitió que estaba aquí el día en que voló la embajada de Israel –17 de marzo de 1992– pero siguió negando su participación en el hecho. También dijo que Dos Santos era una especie de cafishio que se aprovechaba del dinero que ella ganaba ejerciendo la prostitución, que era un hombre íntimamente ligado a la Policía Federal y que él fue quien la llevó a la fiambrería de la calle Pasco 540, donde se reunía con un grupo de iraníes que, para los investigadores, había preparado el atentado contra la embajada de Israel.
La Corte indagó a Mokhtari ocho veces, y finalmente, el 21 de diciembre dictó su libertad por falta de mérito, aunque le retuvo el pasaporte y algunos bienes para que no pudiera salir del país. Aunque el máximo Tribunal concluyó que la mujer mentía en muchos detalles, no encontró evidencias que la comprometieran. Desde que quedó en libertad, Nasrim recorrió tres hoteles. De todos la expulsaban por miedo a que se produzca “un ataque de los judíos”. Tampoco tiene plata, y nadie quiere solventar sus gastos. El 30 de diciembre, en Brasil, su acusador se retractó de su denuncia y los defensores oficiales de la Mokhtari solicitaron su sobreseimiento definitivo.

Un viaje improductivo
Por R.K.

El apresamiento de Nasrim Mohtari, considerada durante cuatro años una pieza clave de la pista iraní e incluso un eslabón del grupo terrorista cuya captura podría dilucidar la trama interna del atentado, deja cada día un saldo más asombroso.
La realidad es que las fuerzas de seguridad e inteligencia no produjeron una sola prueba para incriminarla por lo que en los hechos, su viaje a la Argentina se convirtió simplemente en un trámite judicial. La Corte la dejó en libertad y el juez Galeano ni siquiera tuvo elementos como para interrogarla.
Ahora, cuando teóricamente se necesita más tiempo para investigar si esta pieza-clave dice la verdad o miente o, en todo caso si sabe algo relacionado con otros aspectos del hecho, el Estado no está dispuesto a poner 100 pesos por día para mantenerla en el país. Más aún, en su resolución de ayer, la Corte sostiene incluso que el caso no es tan urgente y no amerita que se trate durante la feria (vacaciones) del máximo tribunal.
“Todos estos hechos son una pintura de la forma en la que se está tomando la investigación de los atentados. Y eso que murieron 110 personas”, razonaba anoche un familiar de las víctimas de la AMIA.
En verdad, si Mohtari tiene algún nivel de culpabilidad, la Justicia debería asegurarse que la mujer tenga donde vivir y qué comer hasta ser imputada como corresponde. Si la iraní no tiene relación con los atentados, también la Justicia debe velar para que no le pase nada hasta que obtenga su libertad plena.

 

 

 

 

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