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Tony Blair quedó envuelto en un
remolino de crisis y escándalos

Primero fueron las dimisiones de dos ministros, luego vino una economía tambaleante y ahora viene otra crisis de alcoba. Tony Blair contraataca con múltiples iniciativas, pero su año empezó mal.

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Tony Blair promete un paraíso de clase media para evitar la vorágine de los escándalos.
En los últimos cuatro días, las iniciativas del Nuevo Laborismo superaron la decena.

Página/12
en Gran Bretaña

Por Marcelo Justo
Desde Londres


t.gif (67 bytes) Tony Blair empezó el año nuevo igual que terminó el viejo: mal. Las denuncias de corrupción que provocaron las renuncias de dos ministros en diciembre amenazan con salpicar ahora al ministro de Economía y coarquitecto del nuevo laborismo, Gordon Brown, y al virtual jefe de Gabinete, Jack Cunningham. A este cuadro, agravado por una economía que da tumbos y un servicio nacional de salud en estado de emergencia, se le añade una crisis de alcoba. En un libro engañosamente titulado Una leve y delicada criatura, la ex esposa del canciller Robin Cook demuele a su ex cónyuge describiéndolo como adúltero compulsivo, virtual alcohólico y camaleón político que odia a la mayoría de sus colegas en el gabinete y que “vendió su alma al diablo”. Lejos de tirar la toalla, el primer ministro laborista ha lanzado una contraofensiva esta semana con una serie de iniciativas y promesas que lo llevaron ayer a asegurar que bajo su gobierno millones de excluidos ascenderían de un meteórico salto a la clase media.
Los numerólogos calculan que las iniciativas y propuestas anunciadas en los últimos cuatro días por el laborismo superan la decena y contienen todos los colores y sabores posibles. El lunes Gordon Brown prometió una nueva era de oportunidades individuales rechazando simultáneamente el viejo estatismo laborista y el “laissez-faire” conservador. El martes fue el turno del ministro del Interior, Jack Straw, que propuso una prisión automática de tres años para los ladrones que reincidieran por tercera vez en el delito. El miércoles fue la hora del ministro de Educación, David Blunkett, y el de Seguridad Social, Alistair Darling, que anunciaron la reforma del gigantesco “Welfare State” (Estado de Bienestar), y del viceprimer ministro, John Prescott, que lanzó su estrategia medioambiental de purificación del aire. Ayer Blair pareció resumir el objetivo de estas y otras propuestas anunciando que la tierra prometida del nuevo laborismo no es ya la sociedad sin clases de los orígenes partidarios a comienzos del siglo XX, sino el reino de la nueva clase hegemónica del XXI: la clase media.
El objetivo de esta catarata de iniciativas es demostrar que entre Blair y sus predecesores conservadores hay un abismo de diferencia, algo que había quedado empañado por una serie de escándalos en las últimas cuatro semanas. Después de casi 20 meses de relativa calma en el poder, el laborismo se vio sacudido el pasado 23 de diciembre por la renuncia de su ministro de Comercio, Peter Mandelson, uno de los más fieles aliados de Blair, y del ministro del Tesoro, Geoffrey Robertson, debido al misterioso préstamo de medio millón de dólares hecho por este último para que el primero se comprase una mansión en un barrio paquete de Londres.
El mismo Robertson, un multimillonario que Blair admira por su reputación de self-made man y que meses antes de su dimisión debió admitir que tenía buena parte de su fortuna en paraísos fiscales, forma parte de otro de los escándalos que amenazan el gobierno. Según reveló la prensa británica el domingo, Robertson concedió un contrato de 100 mil libras a la compañía que dirige Sarah Macauly, la novia del ministro de Economía, en momentos en que se investigaban sus dudosas relaciones con el fisco británico. Mientras tanto el virtual jefe de Gabinete, Jack Cunningham, tuvo que defenderse de las miles de libras que había gastado en jets privados mientras se desempeñaba como ministro de Agricultura, diciendo que habían sido necesarios para lograr que el resto de la Unión Europea levantase el embargo que pesaba sobre la carne británica desde la epidemia conocida como la “vaca loca” en 1996. A este panorama se le suma una economía en franco proceso de desaceleración y un servicio nacional de salud que entró en estado de crisis la semana pasada a raíz de un brote de gripe y meningitis que llevó a la clausura temporal de varios hospitales. Este fin de semana, sin embargo, la prensa volverá a ocuparse del tema de conversación de la sobremesa británica: las espectaculares revelaciones que hace Margaret Cook sobre su ex marido, el canciller Robin Cook. En los extractos del libro que como parte de su campaña publicitaria comenzó a publicar el Sunday Times el pasado domingo, Margaret describe a Cook no sólo como “borracho”, “mentiroso” y “seis veces adúltero”, sino como un oportunista que entre sus principios y su carrera “eligió su carrera, algo que él mismo no se puede perdonar”.
Es sólo el comienzo. Después del fuego de las iniciativas y promesas de la semana, los británicos esperan con ansiedad el domingo para sentarse a leer las nuevas revelaciones de Margaret sobre su ex marido.

 

 

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