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EL IMPEACHMENT DE CLINTON ES UN SHOW REPUBLICANO
El juicio empezó con trampa


La oposición republicana violó sus promesas de bipartidismo y pacta entre bambalinas el llamado a testigos en el juicio político iniciado ayer a Bill Clinton. Y el desenlace es incierto.

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El fiscal Asa Hutchinson muestra un detalle de conversaciones entre Bill, Monica y Vernon Jordan.
Clinton (abajo) pasó la mañana redactando el borrador del discurso del Estado de la Unión.

  Página/12 en EE.UU.

Por Mónica Flores Correa
Desde Nueva York

t.gif (67 bytes) Con sospechas rápidamente resucitadas de que la verdadera intención de los republicanos no es que prevalezca el espíritu bipartidario, y que mantener la armonía proclamada la semana pasada será prácticamente imposible, comenzó ayer el juicio de destitución de Bill Clinton. Los fiscales republicanos abrieron fuego exigiendo la remoción del demócrata por haber “traicionado su juramento presidencial” de decir la verdad y sostener la ley ante el pueblo norteamericano, al cometer perjurio y obstruir el accionar de la Justicia en la investigación de su affaire sexual con Monica Lewinsky.na19fo03.jpg (8870 bytes)
En el recinto del Senado, convertido ahora en sala tribunalicia, con los 100 senadores como jurados y William Rehnquist, presidente de la Corte Suprema, oficiando como juez, Henry Hyde, el fiscal principal, inició la argumentación prometiendo demostrar “cuán egregia y criminal es la conducta alegada en los artículos de impeachment”. Otro fiscal, James Sensenbrenner, un republicano de Winsconsin, advirtió al jurado que “el fracaso en hacer responsable a Clinton” por los dos delitos “provocará un cáncer que estará presente en nuestra sociedad por generaciones”. Sin atreverse a especular sobre el futuro político de Clinton, los observadores prefieren limitarse a decir que en medio de tanta incertidumbre lo único que favorece claramente al presidente es el cálculo matemático de que los republicanos no contarían con los 67 votos que se necesitan para exigirle que se vaya de la Casa Blanca. La argumentación de los fiscales continuará hasta el sábado.
La cuestión “testigos” sigue siendo el principal motivo de discordia entre los bandos republicanos y demócratas. Urgidos por la necesidad de demostrar civilidad y racionalidad ante la ciudadanía, los senadores republicanos acordaron con los demócratas la semana pasada en los lineamientos del juicio que el tema de la convocatoria de Monica Lewinsky y la secretaria privada del presidente Betty Currie –entre otros testigos que figuran en la lista de los fiscales– sería estudiado por una comisión pequeña formada por dos legisladores de cada partido.
Esta comisión nunca se materializó. En cambio, Trent Lott, jefe de la mayoría republicana, designó a tres senadores de su partido para que estudien el tema. Los tres elegidos -Jon Kyl de Arizona, Arlen Specter de Pennsylvania y Jeff Sessions de Alabama– han dicho públicamente que favorecen la incorporación de testigos en el proceso. Además, los senadores republicanos, informó ayer el New York Times, se reunieron secretamente con los representantes que actúan como fiscales para discutir entre correligionarios si finalmente los testigos serán convocados y a quiénes convendría llamar.
Tratando también de no perder demasiado el tiempo en una discusión que piensan ganar, algunos fiscales contactaron a dos posibles testigos. Lo hicieron con suerte varia. Asesores de Henry Hyde dijeron que Plato Cacheris, abogado de la ex becaria Lewinsky, había rechazado el pedido de que los fiscales y la mujer tuviesen un encuentro informal, donde los primeros evaluarían “su relato y su credibilidad”.
En cambio, los legisladores-fiscales Asa Hutchinson de Arkansas y Lindsey Graham de Carolina del Sur, que contactaron esta semana a Kathleen Willey, fueron más afortunados. Willey, una ex voluntaria de la Casa Blanca que acusó a Clinton de haberle hecho un avance sexual no solicitado, se reunió con estos dos representantes en la oficina de un tercer fiscal, James Rogan de California. Los legisladores no estáninteresados en poner el acento en la propuesta sexual sino en la presión que Willey dijo haber recibido por parte de la Casa Blanca para que cambiara su historia. Consideran que el relato de Willey fortalecería la argumentación de que Clinton obstruyó el accionar de la Justicia.
Todos estos movimientos republicanos detrás de bambalinas, que tanto huelen a trampa, hicieron que ayer el senador Tom Daschel, jefe de la minoría demócrata, dijese a los periodistas que estaba “muy decepcionado porque se violó el espíritu de lo acordado la semana pasada”.
Como los políticos son gente que vive, se nutre y eventualmente sobrevive gracias a las apariencias, hubo gestos afectados y ligeramente ridículos de aprecio entre las dos facciones. Trent Lott y otros varios republicanos estrecharon firme y calurosamente la mano de Charles F.C. Ruff, asesor de la Casa Blanca, que lidera el equipo legal de siete abogados que defienden a Clinton. Por su parte, el senador demócrata Bob Kerry de Nebraska saludó al fiscal Hyde con un cálido “Señor presidente (de la Comisión de Justicia), ¿cómo está usted?”.
Hipocresías aparte, el vocero de la Casa Blanca Joe Lockhart acusó a la Cámara de Representantes de armar un caso tan partidista “que ni siquiera tiene cierto nivel”, dijo. “No creo que los ‘padres fundadores’ hayan imaginado que un partido que tiene la mayoría en el Congreso pueda remover a un presidente a su capricho basándose en diferencias de política partidaria”, enfatizo.
Mientras los fiscales lo acusaban de haber “apilado perjurio sobre perjurio” y de haber puesto vallas a la Justicia, y decían que estos dos cargos constituyen “delitos graves y ofensas” porque implican “traición” al juramento presidencial y porque “el perjurio es el hermano gemelo del soborno” –siendo “traición y soborno” los dos crímenes que la Constitución norteamericana da como motivos de destitución–, Bill Clinton pasó la cargada mañana de ayer redactando el borrador del discurso del estado de la Unión, el cual ha decidido no posponer a pesar de que deberá pronunciarlo el mismo día en que el equipo legal de la Casa Blanca comienza su defensa, el martes 19 de enero.
Según el analista político Terence Hunt, en medio de la total incertidumbre y las marchas y contramarchas que rodean a este juicio, la única seguridad que existe es que el cálculo matemático de votos favorece a Clinton. Se necesitan 67 votos para que los republicanos logren su destitución. Con 55 senadores republicanos y 45 demócratas, si todos los legisladores del partido de Lott permanecen unidos, se necesitaría la deserción de doce demócratas para conseguir la remoción.
“Pero en un año de imprevisibles giros y cambios –dice Hunt– los pronosticadores se han equivocado terriblemente, muchas más veces de las que han acertado. Y hay mucha incertidumbre por delante, en tanto el Senado lidia con la resolución de asuntos tan espinosos como el llamado de testigos, dejar el juicio sin efecto, votar los artículos del impeachment o censurar al presidente”.

 

 

 

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