Por Fernando DAddario
El año
pasado, tamizado por dos tempranas explosiones de rock (U2 y los Rolling Stones) que
sobrevuelan la frontera de la memoria con una sensación de lejanía que asusta, se
caracterizó por los golpes pocos pero certeros de nocaut. Un último impacto,
el Mundial de Francia, fue tan contundente que dejó groggy al segundo semestre del año.
La temporada que comienza, en cambio, amenaza con encarar una sucesión de golpes medidos
y previsibles, de cuya efectividad nadie duda, aunque no alcance para soñar de antemano
con veladas de gloria. Las elecciones presidenciales (otro hecho extramusical, ¿o no
tanto?) podrían cambiar el tono del espectáculo, y es probable entonces que cuando la
temporada esté a punto de extinguirse algunos sólo tengan ánimo para conciertos de
blues, y otros pedirán que se adelante el Carnaval carioca (sin alusiones a la Bolsa). Y
la mayoría, como siempre, seguirá su vida como si nada.
Lo que se verá musicalmente este año en Buenos Aires, siempre y cuando se confirmen
tratativas, rumores y especulaciones varias lanzadas por las productoras, tiene que ver
con un estándar que fluctúa sabiamente entre la calidad artística, la mínima seguridad
de taquilla y cierto riesgo empresarial en unos pocos casos. Metallica, Kiss, la dupla
Page-Plant y Aerosmith asoman como los números a priori más convocantes en el rubro
rockero, mientras que en el campo de la música popular se especula con que Silvio
Rodríguez, Joaquín Sabina y Luis Eduardo Aute reconfirmarán su ya archiconocido romance
con el público porteño. Y en el ámbito melódico, una masa enfervorizada de púberes
profanará la cancha de Boca cuando Enrique Iglesias actúe allí el 17 de abril.
Pero también se concretarían algunos desembarcos menos previsibles. La probable visita
de los Chemical Brothers (mes de mayo, estadio Obras, son las variables de tiempo y lugar
que se barajan) serviría para testear cómo anda el panorama de la música electrónica
en la Argentina, unos meses después de Prodigy. Los Beastie Boys llegarían en el
transcurso del segundo semestre, también a Obras, un lugar que supieron reventar en abril
de 1995. Esta vez traen Hello Nasty, un nuevo y furibundo disco bajo el brazo. En cuanto a
Beck, para qué andar aventurando: se dice que tocará por fin en Obras, a más tardar en
octubre. Pero desde hace un par de años en enero siempre es una fija, y hasta ahora el
único Beck que vino es Jeff. Difícilmente haya dudas en lo siguiente: la visita del año
debería ser Village People. No se sabe en qué condiciones vienen (jóvenes y bellos
seguramente no), pero volver a escuchar hits como Y.M.C.A. garantiza una dosis de
bizarría difícil de igualar en este fin de siglo. Ni siquiera podrían ser eclipsados
por Marilyn Manson, que actuará en mayo en algún lugar de Buenos Aires.
Y después, el aluvión de dinosaurios ilustres: en abril Kiss tocará por tercera vez en
Argentina (por segunda vez pintados), esta vez para presentar su nuevo disco de estudio,
Psycho Circus. Nadie espera otra cosa que los éxitos de siempre. Para aquellos
distraídos o desafortunados que se lo perdieron hace cuatro años, este año tendrán
revancha con Jimmy Page y Robert Plant, que es como decir Led Zeppelin. Amantes de la
música egipcia, abstenerse. La dupla, con lo que tiene, con lo que puede, volvió al
rocanrol. Y Aerosmith sigue de gira, aunque el solo hecho de que sus líderes, los toxic
twins Steven Tyler y Joe Perry, sigan vivos, parezca un milagro. Acaban de sacar un doble
disco en vivo (valga la redundancia) y lo presentarán en vivo en Buenos Aires, después
de julio. Metallica, que iba a venir en abril, parece que se va a demorar hasta el segundo
semestre. Tienen tiempo para volver a cambiar de peinado. Alanis Morisette (que por
supuesto no integra el aluvión de dinosaurios) ya no vende veinte millones por placa,
pero siempre es una oferta tentadora. También vendría antes de fin de año. Y para los
amantes de los firuletes con buen gusto, cuando en abril actúe Joe Satriani en Buenos
Aires los fans buscarán loslímites entre el banquete y el empacho de sonidos
guitarrísticos. No se sabe si es una buena o una mala noticia: no viene Rod Stewart.
En la denominada música popular no se prevén sorpresas, pero algunas buenas noticias
alcanzan para ir matizando la espera. Por ejemplo, la de Joao Gilberto, el más grande y
enigmático de los intérpretes de bossa nova, que deleitó al público argentino en 1997
y volverá a hacerlo el 5 y 6 de marzo próximos en el teatro Gran Rex. El hombre que
popularizó el clásico Desafinado (valga la absoluta contradicción), está
preparando disco nuevo. Después de haber dejado a sus fans durante dos años con
síndrome de abstinencia, Silvio Rodríguez volverá a Buenos Aires. Su nueva serie de
shows porteños se efectivizará entre junio y agosto. Vendrá a presentar Descartes,
acompañado sólo por su guitarrista, Ruy Guerra. Otros artistas populares y no tanto
bajarán en el transcurso del año al sur del Tercer Mundo: Raúl Barboza, residente en
Francia desde hace muchos años, actuará el 5 de febrero en La Trastienda. Los
históricos Inti Illimani (sí, aún existen) removerán nostalgias a mitad de año; Luis
Eduardo Aute militará desde el escenario en setiembre, y Martirio paseará su atractiva
extravagancia no se sabe cuándo. Algunas cosas no cambian con la vuelta de hoja al
calendario. En el 99 también habrá aluvión de músicos cubanos: Annabell (hermana
de Silvio) actuará en mayo, Los Jóvenes del Son lo harán en julio y los Van Van, que ya
conocen la idiosincrasia salsera porteña (el único lugar de Latinoamérica donde el
público mira sentado el espectáculo) vendrán a reafirmar su popularidad.
Lamentablemente, no habrá en Buenos Aires recital de Caetano Veloso hasta el 2000. Pero a
no desesperar. El 17 de abril Enrique Iglesias actuará en la Bombonera, y los hinchas de
Boca se atajan frente a las previsibles cargadas. Argumentan que el año pasado, con los
Backstreet Boys y todo, salieron campeones. Así que, dicen, Enrique puede venir
tranquilo. Y que el año que viene cante Julio.
Después de dos años de
ausencia, volverá Silvio Rodríguez.
Presentará Descartes a más tardar en agosto, con un
guitarrista. |
|
|
|