Por Alfredo Belasio * |
La desafortunada instancia del despido tiene connotaciones que agravan aún más la situación del desocupado. El trabajador obtiene su indemnización, debe tramitar su fondo de desempleo y en algún caso mantendrá su cobertura social por unos pocos meses más. Ahora bien, generalmente el mismo banco en que el empleador deposita el salario permite el acceso a la tarjeta de crédito y a préstamos personales. Al producirse el despido, la única garantía de solvencia --el mantenimiento de la fuente de trabajo-- ha desaparecido. El monto indemnizatorio es absorbido por las necesidades alimentarias que el trabajador y su grupo familiar deberán afrontar hasta obtener un nuevo empleo, que en las actuales circunstancias, no le resultará nada fácil. El Fondo de Desempleo es una suma que no cubre siquiera las necesidades básicas. El banco deberá agregar un caso más en su cartera de morosos incobrables y el trabajador pasará a la lista negativa de las organizaciones de informes personales y comerciales, que no operan con la misma velocidad para reivindicar que para convertir al deudor circunstancial en un "muerto civil". Para superar este juego de suma cero, se podría pensar en que el empleador, al efectivizar un despido incausado, tome a su cargo las deudas por créditos personales cuyo descuento se practique sobre planilla salarial, así como el saldo financiado de la tarjeta de crédito, dentro de un límite máximo. Claro está que ello no deberá afectar el mínimo de la indemnización correspondiente. Posiblemente sea la oportunidad de crear un sistema de caución, con un mayor contenido social, que al interrumpirse la continuidad laboral opera como cobertura. Es imperativo construir un contrato social de garantías mínimas y para ese fin deberá comprenderse que un mercado salvaje no es negocio ni siquiera para los salvajes. Quizás una filosofía de esta naturaleza suene pretenciosa en este contexto, pero como decía Lamartine: "Las utopías son muchas veces verdades prematuras". * Abogado laboralista - Profesor UNBA.
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