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Por Julio Nudler --¿Qué cambió hasta hoy en la crisis brasileña? --Lo que han hecho es quitarse de encima el problema de la atadura del tipo de cambio y la presión de San Pablo. Me parece muy poco creíble que el señor Itamar Franco haya sido quien realmente generó esta crisis. El es un peso liviano de la política brasileña, un hombre encantador, muy bien educado, pero es una especie de Balbín, alguien que se jacta de no haber viajado nunca ni hablar idiomas. No es verdad que una persona así haya podido voltear el Plan Real. Si dijeran que fue el señor Covas, o Magalhaes o Sarney, verdaderos pesos pesado... Franco fue sólo el ariete de los intereses devaluacionistas de la industria paulista, cuyos intereses estaban en conflicto con los de los tenedores de los títulos de deuda pública en reales. Esa es la verdad. Llegado un momento, frente a la presión especulativa y la ya insoportable presión de los industriales, las dos sumadas, el gobierno tiró la toalla. Brasil es la Argentina de 1988. Los grandes grupos industriales y exportadores consideraban que la devaluación era necesaria para reequilibrar sus cuentas, sin medir los costos de eso.
--¿Qué le queda por hacer al gobierno brasileño? --Tienen que darle alguna solución a la deuda interna. En el tema fiscal, con los proyectos que le aprobaron el jueves y los que le aprobarán el miércoles --el Congreso no cometerá, en medio de este susto, la locura de rechazarlos--, Brasil cumple en un 90 por ciento lo acordado con el FMI.
--¿Qué va a pasar con el Mercosur? --Si la devaluación es exitosa, mejorará la competitividad brasileña. Pero el efecto dependerá de cada producto. Trigo van a tener que seguir comprando y su precio viene fijado en dólares. A la industria molinera brasileña le costará más caro, y tal vez suba el pan. En los productos que ellos importan sólo del Mercosur, como pastas, jaleas o papel higiénico, los fabricantes brasileños son ahora más competitivos y van a cotizarle al Carrefour local por debajo del exportador argentino, que deberá bajar su precio o perderá el cliente.
--¿Cuánto sufrirá la integración? --Va a sufrir a nivel de sectores y empresas individuales. Pero lo que exporta la Argentina a Brasil son unos 7000 millones de dólares por año. Eso es apenas un 2 por ciento del PBI. Francia le exporta a Alemania un 9 por ciento de su PBI. Acá estamos todavía poco abiertos al comercio. El impacto será severo para el pobre industrial que exportaba su mermelada, pero no hay que exagerar la magnitud de esto.
--Pero la Argentina ya tenía un problema de déficit comercial, y esto le echará más leña... --Sin duda. Y además está el avance sobre el mercado argentino de los productores brasileños, que en los dos últimos años habían perdido competitividad.
--Esto revirtió la revaluación que tuvieron con el Plan Real... --Sí. Pero hay que ver la composición del comercio. Hay un número importante de productos que son transables internacionalmente. Todo lo que es energía o materia prima no va a verse demasiado impactado por esto. Y eso es la mitad de lo que le exportamos a Brasil. Eso va por el precio de Chicago si es trigo, o de Kuala Lumpur si es arroz.
--En esos casos el recorte puede provenir de la recesión... --Pero si este plan tiene éxito, la recesión brasileña será corta. En ese caso, el costo para la Argentina será menor que el que hubiera sufrido si Brasil terminaba en una catástrofe.
--¿Qué medidas defensivas puede tomar la Argentina? --Están las cláusulas de salvaguardia, y después acciones antidumping y derechos compensatorios. Ese es todo el armamento permitido, y lo hemos utilizado un montón de veces. Los derechos compensatorios sólo se pueden imponer si se demuestra que el otro país aplica subsidios. Para una acción antidumping hay que probar que el otro vende por debajo del costo o discrimina precios, vendiendo localmente a un precio mucho más alto. En cambio puede apelarse a las cláusulas de salvaguardia cuando en los mercados sobreviene un cambio de condiciones de tal magnitud que, sin mediar una acción de deslealtad comercial del otro, un país declara a un sector entero en peligro y establece un derecho temporario para protegerlo. Las cláusulas de salvaguardia no exigen probar nada.
--¿Y con las exportaciones? --Es más difícil, porque no tenemos políticas macroeconómicas específicas. Pero los estudios sobre los flujos comerciales en el Mercosur muestran que sobre ellos gravita más el nivel de actividad que el tipo de cambio.
--¿Qué consecuencias financieras habrá? --Por nuestro déficit en cuenta corriente necesitamos todos los años 15.000 millones de dólares. El costo y hasta la disponibilidad de esa financiación depende de la crisis. El peor escenario sería el de un Brasil enfermo que no mejora. Lo mejor es una resolución rápida del problema, y no una enfermedad dolorosa y larga.
--¿Y si el programa brasileño fracasa? --Sería el peor escenario para la Argentina, con las tasas de interés subiendo, acciones y títulos cayendo, corte del crédito...
--¿Por qué sería tan devastadora la influencia brasileña si el comercio bilateral no es aún significativo? --Porque la Argentina tiene un déficit del 4 por ciento del PBI en cuenta corriente,
lo que nos vuelve muy dependientes de los flujos internacionales. Si uno está asociado
con un enfermo incurable, y va por la calle de su brazo, nadie se le acerca por más que
uno esté sano. Por eso, cuanto antes se cure Brasil, tanto mejor para nosotros. |