Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira


Demasiado costo para ser más pobres


Por Paulo Totti*


t.gif (67 bytes)  Los brasileños se acostumbraron a oír del presidente Fernando Henrique Cardoso, del ministro de Hacienda Pedro Malán y del entonces presidente del Banco Central, Gustavo Franco, la confortadora advertencia de que Brasil no era México, ni Argentina, ni Tailandia, ni Corea del Sur, ni Malasia, ni Hong Kong, ni Rusia. Esto acompañaba la secuencia cronológica de las crisis en los mercados del mundo. Desde el último miércoles, es el mundo quien, asustado, insiste en decir que no es Brasil.

En los primeros cuatro años de gobierno de Cardoso, Brasil fue una "isla de paz y austeridad", como ya ocurriera en los años de dictadura, cuando la isla era de "paz y prosperidad". Los militares protegían al Brasil de las amenazas del comunismo. El equipo económico del presidente Cardoso defendía al Brasil de ataques especulativos. Los que usaban uniforme, manejaban picanas y dinero del Estado para grandiosas (e importantes) inversiones en infraestructura. Gracias a eso, sobrevivieron 21 años en el poder. Los que se adornan hoy con diplomas de Harvard y Chicago aceptan sinceramente la convivencia democrática. Sus adversarios son heridos apenas con las armas del desprecio. El capital de credibilidad de que disponía era el control de la inflación y las inexpugnables reservas de 70.000 millones de dólares. Con eso, ganaron la reelección.

Hoy, las reservas apenas llegan a los 30.000 millones, descontados los 10.000 millones que se recibieron del FMI como parte de un socorro más amplio de 41.500 millones. Y, con la desvalorización del real la semana pasada, ya se teme la vuelta de la inflación en el segundo gobierno de Cardoso, el candidato que se presentó como "el presidente que acabó con la inflación y ahora va a acabar con el desempleo". Cardoso, sin embargo, hablando por televisión el viernes no usó la palabra inflación: prefirió "carestía", un anacrónico sinónimo de precios altos que se usaba en tiempos en que Celso Furtado iba a la escuela y Cardoso ni sabía decir buen día en francés. Pero, atención, hablar de inflación desatada es bullshit (una expresión muy cara al ministro Malán). Con un país en recesión y eliminada la indexación, habrá poco mercado para quien intente repasar todo el efecto del aumento.

Los militares decían que tenían un proyecto: orden y desarrollo. El proyecto de Cardoso nunca fue tan explícito, pero en la última elección se habló mucho del "rumbo", queriendo decir que Brasil sabía para dónde iba y que la política económica sería mantenida. Desde el miércoles, estas promesas carecen de sentido: se perdió en el mar picado el ancla de la política cambiaria. El dólar, que debía subir apenas 7,9 por ciento hasta diciembre de 1999, según el compromiso nacional con el FMI. Con los mercados cerrados, el presidente consiguió ayer una noche de descanso en su pequeña hacienda de Buritis, en el centro del país, a distancia de helicóptero de Brasilia, culminando sin frustraciones la tercera tentativa de la semana de darse a sí mismo el confort de unas horas de tranquilidad. En contrapartida, Malán y el nuevo presidente del Banco Central, Francisco Lopes, pasaron el weekend bastante más lejos. Fueron a Washington, a conversar con "los de siempre", para citar nuevamente a Malán: Stanley Fischer, del FMI; Robert Rubin, secretario del Tesoro; Larry Summers, subsecretario; autoridades del Banco Mundial y del Banco Interamericano.

La fluctuación del dólar el viernes alivió los mercados, elevó las bolsas, despertó esperanzas entre los exportadores y algunos sindicatos llegaron a pensar en una retomada del empleo y el desarrollo. Pero sólo mañana, lunes, cuando vuelva la misión a EE.UU., será que Brasil sabrá el verdadero rumbo que tomará: cambio con nuevas bandas, cambio libre y fluctuante, o algo que los argentinos de buena memoria recordarán, el cambio sucio, monitoreado de lejos y con el gobierno interviniendo cuando haga falta. De las reuniones en Washington dependerá también la tasa de interés, el ajuste fiscal y hasta un agravamiento o una tregua en la guerra entre el gobierno central y el estado de Minas Geraes, gobernado por el ex presidente Itamar Franco. El propio futuro del Mercosur depende de estos encuentros, porque ya está lejos la época en que bastaba que el presidente José Sarney se reuniera con el presidente Raúl Alfonsín en Puerto Iguazú para decidir solidaria y soberanamente un nuevo destino.

Los mercados dirán a partir de mañana cuánto más pobre es Brasil. Esa es una medida ilusoria, virtual, sólo registrada en las computadoras de los brokers. El mundo, que hoy insiste en decir que no se parece a Brasil, es el mismo que aplaudió el Plan Real y su rígida política cambiaria y monetaria. Si era para terminar en la flotación del dólar, ¿para qué se insistió tanto --¡cuatro largos años!-- en una política que aumentó el desempleo, duplicó el endeudamiento externo, cuadruplicó el interno, batió récords mundiales de tasas de interés?

* Ex corresponsal de Gazeta Mercantil en Buenos Aires y Washington.

 

PRINCIPAL