|
Por Gabriela Carchak En la calle José Cubas, barrio de Devoto, un pasacalles enorme advierte que muy cerca vive uno de los más grandes jugadores de la historia. "Felicidades al gran Amadeo, el mejor arquero del siglo. Te quiere, Tu Familia" dice el cartel. Y enseguida salta la protesta: --¿Viste?... El que lo hizo le puso la bandita roja al revés: está de derecha a izquierda y además le hizo un pico al escudito... Me da una bronca... Más tranquilo, sentado en el jardín con el mate y su nieto que "juega de nueve", apunta con el dedo: --Ahora, ya sé: me vas a preguntar qué sentí cuando me dieron el premio al mejor arquero sudamericano del siglo y todo eso, ¿no? --No. Le voy a preguntar si usted cree que se lo merece. --Sí. Además me lo esperaba, porque de Alemania ya me habían enviado algunas cartas en donde me mostraban la lista de jugadores y yo siempre aparecía arriba de Chilavert y Fillol; así que la idea la tenía. Ahora te digo que cuando llegó la noticia de la distinción sinceramente fue muy emocionante. Mi familia lloró y yo aflojé un poquito también. --De la lista que le enviaron los miembros de la Federación Internacional de Estadística y Censo del Fútbol (IFFHS), ¿quién creyó que era su principal competidor? --De los de acá, Fillol, indiscutiblemente. Y también Chilavert, porque está en su momento. Pero él ya tuvo otros premios. --Entonces, ¿por qué a usted y no a ellos? --Porque se ha considerado la trayectoria y su importancia. No se puede premiar a una persona porque haya tenido una racha muy favorable en pocos años. Hay que considerar la trayectoria. Lo mío fueron 24 años de primera división y hasta los 44 años. Imagináte si ahora premian a un arquero de 30 años: todavía le faltan 10 años para completar toda mi trayectoria. --¿Sintió tanta emoción porque temió alguna vez ser olvidado? --No, al contrario. Yo me siento muy feliz porque siempre me recuerdan. Un hombre de 72 años que se retiró hace casi 30 y que sigue siendo recordado, es bastante. Es ser reconocido como alguien que dejó algo importante en el fútbol. Debo haber hecho méritos en mi puesto para ser reconocido. Creo que hice algo distinto a todos los arqueros. --¿Se siente un precursor? --Sí. Yo fui precursor, por ejemplo, al no dejarme patear tanto al arco, al no dejar que el adversario tuviera la chance de llegar al gol con claridad, sin que el arquero saliera a tapar esa jugada. Yo fui el primero en impedir la jugada final.
--Desde que se retiró hasta ahora, ¿encontró algún arquero que se le pareciera? --El Loco Gatti. Fue genial en el juego de anticipo, fue uno de los grandes en ese aspecto del juego. El adivinaba lo que iba a hacer el delantero y ésa era su gran virtud. En eso fuimos bastante parecidos, pero yo reunía también la virtud de saber atajar, no sólo de saber salir. Sobre todo recursos ante la jugada rápida, porque te pateaban y tenías que tener reflejos y estar ubicado para ir a buscar el remate. La idea era darle lugar al tipo para que patee a donde yo quería... Así, me inclinaba un poquito para un costado y le dejaba el hueco en un rincón. Mayormente se la comían y me pateaban ahí, para lo que yo ya estaba preparado.
--Son legendarios sus clásicos duelos, ¿cuál recuerda como el más duro? --Duelos deportivos, por favor; no vayan a creer que yo me peleaba con los adversarios, aunque algún roce alguna vez hubo con alguno que me buscaba para sacarme del partido y ponerme nervioso. Y la verdad es que a mí no me costaba mucho ponerme nervioso. Era bastante chinchudo pero me lo trataba de aguantar por dentro. --¿Quiénes fueron los más efectivos en eso de sacarlo de las casillas? --José Sanfilippo era terrible, un jugador extraordinario. También Carone, el de Vélez, que se dedicaba a los arqueros. Paulo Valentim, el centrofoward de Boca; Ricardo Infante, el de Estudiantes y Huracán, y un negrito de San Juan que jugaba en San Lorenzo, Picot, que no me hizo mucho goles pero siempre se lo recuerda porque fueron muy seguiditos. --Ahora ya lo puede develar: ¿cuál fue su punto débil? --Técnicamente, ninguno. Mi punto débil era cuando me buscaban para sacarme del partido y yo me ponía fuera de mí. No aceptaba las actitudes antideportivas. --¿La cancha de Boca le provocaba un nerviosismo extra? --En la Bombonera me tomaron bronca, idea o antipatía --qué sé yo-- porque en un clásico salí a gambetear lejos del arco y eludí a Pepino Borello... A partir de ahí la hinchada de Boca se dedicó mucho a mi persona, entonces me costaba un poco ir, me encontraba con adversidades; ellos se dedicaban a sacarme del partido y yo, que era muy temperamental, a veces me prendía. Lo mío era la técnica: cuando estaba libre de las provocaciones, era el "superarquero", pero cuando tenía esos inconvenientes me iba de la cancha. --¿A qué técnico recuerda más y por qué? --Al que más recuerdo es al que me dejó en River y me tuvo siempre a los pelotazos, enseñándome todo lo que debe saber un guardavallas: Carlitos Peucelle, el único tipo del que asimilé algo. Porque en realidad fue siempre todo mío. De chiquito ya era arquero en Rufino, mi pueblo, y él dio el visto bueno para que me quedara en River. Peucelle me volvía loco porque le pegaba muy bien a la pelota. Creo que al único entrenador al que le debo un poco de mi vida deportiva es a él. --Usted también fue precursor en el tema del modelaje, que ahora está de moda entre los jugadores. --Yo modelaba con Ante Garmaz, Raquel Satragno y Chunchuna Villafañe. Yo consideré que mientras no hiciera el ridículo, lo iba a hacer. Era algo normal, con ropa de vestir, bien masculina. Hacíamos giras y la gente nos recibía muy bien. --¿Se deprimió cuando dejó el fútbol? --Algunos se deprimen. Yo estuve muy triste, sentía que me faltaba algo. Después de 27 años jugando a la pelota desde la cuarta división, en el vestuario, entrenando todos los días, con los compañeros, con ese olor al aceite verde... Se extraña, porque terminar con todo eso de repente es duro. Muchos lo sufren demasiado. Yo, por suerte, lo pude aceptar y supe en qué desempeñarme después, cosa que a no todos les fue tan fácil. Siempre estuve vinculado al deporte, a través de las relaciones públicas empresarias, y ahora estoy en River también, y me siento bien.
--¿Qué opina de la propuesta de Joseph Blatter, presidente de la FIFA, de organizar el Mundial cada dos años? --Me parece que es muy seguido, se saturaría mucho al hincha. Viste que ahora ya hay tantos partidos que satura. Yo me entusiasmaba más cuando había por televisión un partido por semana, llegaba el día y estaba desesperado por verlo, ahora hay partidos que paso de largo, los repiten todo el día. Creo que eso es peligroso y que encimar tanto los campeonatos del mundo no sería bueno. Tal vez cada tres años podría ser, pero dos es muy seguido, ese tiempo pasa muy rápido y deja de ser atractivo. Lo atractivo que cuando existe demora en conseguir algo, cuando es difícil. --¿Cuál es su mejor recuerdo? --Este. El que llegó ahora. Lo voy a recordar el resto de mi vida. Si tuviera que elegir otro, es el haber sido arquero de River; estoy orgulloso de eso. Me honra, además, el apoyo de la hinchada que jamás me insultó. Les debo mucho. Y ya que estoy te digo el peor recuerdo: el desastre de Suecia, aunque pasaron más de 40 años siempre alguno te lo hace recordar. --¿Lloró alguna vez por fútbol? --Una vez, en la cancha de Vélez, cuando batí un récord y después Bianchi me hizo el gol. Ese día todo el estadio me saludó con pañuelitos blancos. De eso no me podré olvidar jamás.
|