Argentina
empezó confundida, en vez de apostar al juego, a su fórmula habitual, prefirió entrar
en la lógica de Uruguay: la lucha y la pelea. De ese trámite salieron ganando los
visitantes. Ninguno de los dos logró imponerse, la posesión de la pelota se dividía y
abundaban las imprecisiones. Pekerman dispuso esta vez un esquema clásico, cuatro en el
fondo, tres volantes, un enganche y dos delanteros; pero la falta de fútbol de La Paglia
lo complicó. Si bien el volante de Boca se mostró siempre no tuvo la precisión
acostumbrada. Lo de Uruguay, por su lado, fue muy simple: puso dos líneas de cuatro y,
cuando lograba conseguir la pelota, lo hacía para surtir largo a los delanteros, Forlán
y Chevantón. Con esa única arma, los orientales se arreglaron para complicar el fondo
argentino, que se exhibió lento e inseguro.
Con La Paglia ausente y un Aimar excesivamente individualista, a Argentina se le cayeron
los generadores de fútbol. Por primera vez en el certamen el equipo utilizó como
fórmula el pelotazo. Ante una defensa bien parada y de jugadores altos, esa metodología
no funcionó. Así, cuando el partido estaba estancado llegó el gol de Uruguay con un
tiro libre perfecto de Pouso. Ahí el conjunto nacional tocó fondo. Por varios momentos
se lo vio perdido y sin más alternativas que el juego brusco.
Pero sobre el final de los primeros 45 minutos, el equipo que dirige Pekerman recuperó su
identidad. Con Guillermo recostado sobre la izquierda y unos chispazos de La Paglia,
Argentina comenzó a manejar mejor la pelota y a crear situaciones claras. El arquero
Carini se convirtió en figura: primero le tapó un gol a Guillermo y después otro a
Aimar. Pero en el mejor momento argentino llegó la pausa y dejó la esperanza de que la
reacción continuara.
Y así fue: Argentina, ya con Montenegro en el campo, salió con todo en el arranque del
segundo tiempo y mostró lo mejor. En ese pasaje hubo toque, rotación y llegadas. Primero
lo tuvo Galletti, más tarde lo perdió Guillermo y después Cambiasso. En el mejor
momento de Argentina, y cuando se vislumbraba el empate, llegó la expulsión de Aimar por
parte del impresentable árbitro paraguayo Carlos Amarilla. Con la salida de Aimar, el
equipo se desdibujó en la cancha y ya no mostraba el mismo juego. Sólo el ímpetu de
Cambiasso, el mejor de los de Pekerman, lo llevaba para adelante y el desborde de
Guillermo creaba las situaciones más peligrosas. Pekerman se la jugó y dejó a Crosa
sobrando y a Roldán tomando al único punta uruguayo. En ese entonces, los uruguayos ya
no pasaban de la mitad de la cancha, estaban refugiados en el fondo esperando la
oportunidad para el contragolpe.
A pesar del hombre de menos, Argentina seguía buscando y manejando la pelota; después,
ya con la expulsión de Pérez, inclinó definitivamente la cancha. Así, el palo se lo
negó a Farias, en la más clara de los locales. Uruguay también tuvo lo suyo con el
disparo de Díaz que tocó el travesaño cuando Costanzo no había llegado. Y no hubo más
que hacer. Hay que confiar en la historia y esperar las conicidencias: en todos los
torneos anteriores, antes de salir campeón, los equipos Sub-20 de Pekerman perdieron un
partido. Así pasó en el Sudamericano 97 y en los mundiales de Qatar y Malasia, por
lo que todavía se pueden tener esperanzas.
Perú
sorprendió a Paraguay
Apoyándose en la solidez de una defensa ordenada y en el buen andar y trato de pelota del
medio para delante, sobre todo cuando pasaba por Cordero, autor del primer gol además,
Perú dio la primera nota sorpresiva en una jornada en la que abundaron. Aunque los
primeros quince fueron favorables a Paraguay, que abusó de los tiros largos al área, un
error del defensor Maldonado, que se cayó en un tiro por elevación, permitió que
Cordero convirtiera con comodidad. Aunque Paraguay atacó no tuvo claridad y sólo sobre
el final del período, Paredes se lo perdió solo después de una habilitación de Santa
Cruz. En el segundo, el asedio sin luces de Paraguay marcó la pauta. Se fue arriba Da
Silva, que metió un cabezazo sacado milagrosamente por Benavides, pero no alcanzó. Por
el contrario, el ingresado Carrión conectó de cabeza un centro de Gómez y puso el 2-0.
De ahí hasta el final quedaban quince Paraguay se jugó y consiguió
descontar por mediación de Cuevas, con un derechazo cruzado. Pero no le alcanzó. Fue
hazaña de Perú y las cosas se emparejan más aún.
Y Chile les hizo precio...
Notable actuación y triunfo que pudo y debió haber sido más claro de Chile sobre un
desdibujado Brasil. Los de Bigorra mostraron notable fluidez del medio hacia arriba y la
figura de Pizarro sobresalió nítidamente. Los pesados centrales brasileños fueron
impotentes para contener la movilidad de Neira y Moya, que se cruzaban, buscaban por
afuera, bajaban a recibir. El partido resultó muy atractivo por la cantidad de llegadas
de los dos lados, pues Brasil hacía lo suyo y por la velocidad con que se
transitaba por el medio campo. Los goles llegaron rápido: tres goles en quince minutos.
Una obra maestra de tiro libre de Pizarro a los cinco marcó la diferencia inicial;
reaccionó Brasil y una pelota larga permitió a Edú vencer a un dubitativo Núñez, que
no atinó a salir a taparlo. Pero cuando parecía que los aparentes favoritos a partir de
aquí pasarían a dominar, ocurrió lo contrario: se equivocaron los del fondo brasileño
primer error grueso de una serie y Neira definió con calidad después de
eludir al arquero. Ese cuarto de hora marcó la pauta de cómo sería el resto del
partido: Brasil atacando mal y Chile definiendo de contra. Neira puso el 3-1 y pudieron
ser más. Brasil lo asustó descontando, pero no había tiempo.
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