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CAYERON TODOS LOS FAVORITOS EN LA TRIPLE JORNADA
Uruguay, sin prisa y con Pouso


Con orden defensivo y un gol de Pouso de tiro libre en el primer tiempo, a los de Púa les alcanzó. Expulsados Aimar y Pérez.

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Cambiasso la lleva y la lleva y la lleva. Pero no hubo forma de llegar.

Por Ariel Greco


t.gif (67 bytes) Argentina empezó confundida, en vez de apostar al juego, a su fórmula habitual, prefirió entrar en la lógica de Uruguay: la lucha y la pelea. De ese trámite salieron ganando los visitantes. Ninguno de los dos logró imponerse, la posesión de la pelota se dividía y abundaban las imprecisiones. Pekerman dispuso esta vez un esquema clásico, cuatro en el fondo, tres volantes, un enganche y dos delanteros; pero la falta de fútbol de La Paglia lo complicó. Si bien el volante de Boca se mostró siempre no tuvo la precisión acostumbrada. Lo de Uruguay, por su lado, fue muy simple: puso dos líneas de cuatro y, cuando lograba conseguir la pelota, lo hacía para surtir largo a los delanteros, Forlán y Chevantón. Con esa única arma, los orientales se arreglaron para complicar el fondo argentino, que se exhibió lento e inseguro.cuadro3.GIF (10079 bytes)
Con La Paglia ausente y un Aimar excesivamente individualista, a Argentina se le cayeron los generadores de fútbol. Por primera vez en el certamen el equipo utilizó como fórmula el pelotazo. Ante una defensa bien parada y de jugadores altos, esa metodología no funcionó. Así, cuando el partido estaba estancado llegó el gol de Uruguay con un tiro libre perfecto de Pouso. Ahí el conjunto nacional tocó fondo. Por varios momentos se lo vio perdido y sin más alternativas que el juego brusco.
Pero sobre el final de los primeros 45 minutos, el equipo que dirige Pekerman recuperó su identidad. Con Guillermo recostado sobre la izquierda y unos chispazos de La Paglia, Argentina comenzó a manejar mejor la pelota y a crear situaciones claras. El arquero Carini se convirtió en figura: primero le tapó un gol a Guillermo y después otro a Aimar. Pero en el mejor momento argentino llegó la pausa y dejó la esperanza de que la reacción continuara.
Y así fue: Argentina, ya con Montenegro en el campo, salió con todo en el arranque del segundo tiempo y mostró lo mejor. En ese pasaje hubo toque, rotación y llegadas. Primero lo tuvo Galletti, más tarde lo perdió Guillermo y después Cambiasso. En el mejor momento de Argentina, y cuando se vislumbraba el empate, llegó la expulsión de Aimar por parte del impresentable árbitro paraguayo Carlos Amarilla. Con la salida de Aimar, el equipo se desdibujó en la cancha y ya no mostraba el mismo juego. Sólo el ímpetu de Cambiasso, el mejor de los de Pekerman, lo llevaba para adelante y el desborde de Guillermo creaba las situaciones más peligrosas. Pekerman se la jugó y dejó a Crosa sobrando y a Roldán tomando al único punta uruguayo. En ese entonces, los uruguayos ya no pasaban de la mitad de la cancha, estaban refugiados en el fondo esperando la oportunidad para el contragolpe.
A pesar del hombre de menos, Argentina seguía buscando y manejando la pelota; después, ya con la expulsión de Pérez, inclinó definitivamente la cancha. Así, el palo se lo negó a Farias, en la más clara de los locales. Uruguay también tuvo lo suyo con el disparo de Díaz que tocó el travesaño cuando Costanzo no había llegado. Y no hubo más que hacer. Hay que confiar en la historia y esperar las conicidencias: en todos los torneos anteriores, antes de salir campeón, los equipos Sub-20 de Pekerman perdieron un partido. Así pasó en el Sudamericano ‘97 y en los mundiales de Qatar y Malasia, por lo que todavía se pueden tener esperanzas.

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Perú sorprendió a Paraguay


Apoyándose en la solidez de una defensa ordenada y en el buen andar y trato de pelota del medio para delante, sobre todo cuando pasaba por Cordero, autor del primer gol además, Perú dio la primera nota sorpresiva en una jornada en la que abundaron. Aunque los primeros quince fueron favorables a Paraguay, que abusó de los tiros largos al área, un error del defensor Maldonado, que se cayó en un tiro por elevación, permitió que Cordero convirtiera con comodidad. Aunque Paraguay atacó no tuvo claridad y sólo sobre el final del período, Paredes se lo perdió solo después de una habilitación de Santa Cruz. En el segundo, el asedio sin luces de Paraguay marcó la pauta. Se fue arriba Da Silva, que metió un cabezazo sacado milagrosamente por Benavides, pero no alcanzó. Por el contrario, el ingresado Carrión conectó de cabeza un centro de Gómez y puso el 2-0. De ahí hasta el final –quedaban quince– Paraguay se jugó y consiguió descontar por mediación de Cuevas, con un derechazo cruzado. Pero no le alcanzó. Fue hazaña de Perú y las cosas se emparejan más aún.

Y Chile les hizo precio...


Notable actuación y triunfo que pudo y debió haber sido más claro de Chile sobre un desdibujado Brasil. Los de Bigorra mostraron notable fluidez del medio hacia arriba y la figura de Pizarro sobresalió nítidamente. Los pesados centrales brasileños fueron impotentes para contener la movilidad de Neira y Moya, que se cruzaban, buscaban por afuera, bajaban a recibir. El partido resultó muy atractivo por la cantidad de llegadas –de los dos lados, pues Brasil hacía lo suyo– y por la velocidad con que se transitaba por el medio campo. Los goles llegaron rápido: tres goles en quince minutos. Una obra maestra de tiro libre de Pizarro a los cinco marcó la diferencia inicial; reaccionó Brasil y una pelota larga permitió a Edú vencer a un dubitativo Núñez, que no atinó a salir a taparlo. Pero cuando parecía que los aparentes favoritos a partir de aquí pasarían a dominar, ocurrió lo contrario: se equivocaron los del fondo brasileño –primer error grueso de una serie– y Neira definió con calidad después de eludir al arquero. Ese cuarto de hora marcó la pauta de cómo sería el resto del partido: Brasil atacando mal y Chile definiendo de contra. Neira puso el 3-1 y pudieron ser más. Brasil lo asustó descontando, pero no había tiempo.

 

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