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Por Martín Pérez desde Punta del Este Las viejas estrellas en la pantalla son realmente luminosas. Por ahí aparece un atlético Yul Brinner haciendo esquí acuático, Anita Ekberg en su mejor momento e incluso la espléndida Lana Turner, besando a los triunfadores de alguna de las primeras ediciones del Festival de Punta del Este. El público ríe, aplaude asombrado ante cada imagen que los retrotrae al pasado no tan inmediato, o lisa y llanamente que los lleva a un tiempo que jamás vivieron. El efecto que el añejado corto publicitario de la empresa Lowe tuvo sobre los quinientos espectadores que llenaron el lunes pasado un remozado cine Cantegril para la ceremonia inaugural de la muestra Europa, un cine de Punta 2, fue inmediato. Todos los presentes se regocijaron con las imágenes de las estrellas de otros tiempos en Punta del Este y las ridículas descripciones del aparatoso locutor de la época. Todos, incluso las algo más humildes estrellas que atrajo la esforzada cinefilia esteña de hoy, a más de tres décadas después de aquellas imágenes sorpresivamente recobradas. La primera sorpresa de esta segunda edición fue la decisión de cambiar la exitosa sede de la primera. El año pasado Europa... se exhibió en una sala del cine Lido, en el centro de Punta del Este. Este año, primó la decisión de utilizar la histórica sala Cantegril, donde se realizaron los clásicos Festivales de tiempos pasados. Claro que durante años el sitio estuvo en desuso, con los problemas que ello acarrea. Y, además, está ubicado a unos tres kilómetros del centro, en medio del Country Club Cantegril, algo así como si el Festival de Mar del Plata en vez de realizarse en los cines del centro de la ciudad tomase cuerpo sólo en un cine ubicado en el Hotel Costa Galana, donde sólo se hospedan las autoridades. Europa, un cine de Country, se escuchó bromear a alguien. Es que para nosotros el Cantegril es, ni más ni menos, que el cine de un country, fue la definición de un taxista rumbo a la sede de la muestra. Quedará por ver, cuando llegue el momento del balance final, si el cambio de escenario altera o no dadas las características de la sede la convocatoria del evento. Cuando se trata de hablar del poco cine visto hasta ahora, cabe señalar que en las apenas dos jornadas que se llevan realizadas ya ha pasado una de las presentaciones más esperadas: la del polémico film de Roberto Benigni, La vida es bella. Dos horas en las que Benigni desarrolla una ingenua comedia romántica en tiempos fascistas, llevándola hasta las últimas consecuencias. O, más bien, hasta el último escenario posible: un campo de concentración. Tierno y sensible, poco tiene de polémico el humor de Benigni. Salvo el hecho de su seguridad en que vale la pena atravesar el infierno con una sonrisa en el rostro y la esperanza en el corazón. También se han visto dos films de inminente estreno porteño: la española Abre los ojos y la francesa Hay un tonto en mi casa. La primera es una paranoica historia de amor dirigida por el chileno Alejandro Amenábar (Tesis), un pastiche exitoso en España, al menos en el que se mezclan Vértigo, Lost Highway, El vengador del futuro y siguen las firmas. Entre el exceso de historias que cruzan el film, se destaca la aparición de la hermosa Najwa Nimri (protagonista exclusiva de Los Amantes del Círculo Polar, que se exhibe hoy). La esquemática y tradicional comedia francesa, mientras tanto, resultó contar con todos los favores del público reunido para la función inaugural. A pesar de ser exhibida fuera de foco en su totalidad (problema atribuido a la copia), los silbidos iniciales del público presente se fueron transformando en carcajadas, como respuesta a la química que desarrollan la pareja protagónica interpretada por Thierry Lhermitte y el hilarante y efectivo Jacques Villeret.
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