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Caetano y Chico, cada uno con su nuevo disco

Brasil produjo mucho de lo más importante de la música del siglo. Dos de sus máximos exponentes acaban de sacar sus nuevos CDs.

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Por Diego Fischerman

t.gif (67 bytes)  En un disco de culto, llamado con precisión Caetano e Chico, dos de las figuras más importantes de la música popular brasileña aparecían juntas, haciendo temas de uno y de otro. Allí se juntaban, en una alquimia tan extraña como productiva, dos de las posibles hipótesis para salir de la bossa nova. Dos hipótesis, claro está, divergentes, pero que coincidían en el hecho de releer las tradiciones musicales más recientes. Caetano Veloso, cercano al rock, al mundo poético del futurismo y de lo concreto por un lado y de la psicodelia del swingin’ London de principios de los 70 por el otro, proponía un tipo de canción más ligada a las viejas herencias de la cantiga portuguesa. Chico Buarque, autor de teatro, novelista y uno de los mejores poetas y letristas de canciones que hubo en un país de grandes poetas y letristas de canciones, estaba más cerca del samba urbano, del carnaval carioca, de las orquestas de baile. Caetano y Chico, juntos, lograban unir, en todo caso, dos profecías. O, mejor, poner en escena los dos caminos principales tomados por la revolución posterior a la revolución de la bossa nova.
Ahora Caetano y Chico vuelven a estar juntos, aunque esta vez cada uno por su lado. El primero actúa casi permanentemente, una vez por año sorprende con un nuevo disco –que nunca es exactamente igual a lo que podría preverse– y transmite la sensación de que para él el escenario es algo demasiado parecido a la vida. El otro se había retirado –o casi– de la grabación de discos, es difícil que quiera cantar en público y en los últimos años apenas aparecía (salvo cuando vino a Buenos Aires, en octubre del ‘97, para cantar junto a Silvio Rodríguez en un concierto de homenaje al Che Guevara). Sin embargo, As Cidades, el deslumbrante nuevo CD de Chico Buarque, y Prenda minha, la grabación en vivo del mismo show que Caetano trajo a Buenos Aires en su última visita, no sólo salen a la venta casi al mismo tiempo sino que, escuchados uno al lado del otro, tienen el mismo efecto que había tenido aquel viejo Caetano e Chico. Mostrar algo así como el yin y el yang de la canción de tradición popular.
En el caso de Veloso la figura de Jacques Morelenbaum como arreglador está lejos de ser un dato menor y lo prueba la versión de “Terra”. Mucho más que un “arreglo” (algo que viste, que ornamenta la canción) de lo que se trata en el trabajo de Morelenbaum es de versiones que, como las de George Martin y los Beatles, terminan siendo inseparables de la canción. De hecho “Terra” (y ése es apenas un ejemplo, quizás el más notorio) es otra canción ahora que la que era. No es posible sacarle ninguno de los instrumentos, no se puede cambiarle nada sin que con eso cambie, también, su esencia. La música de Chico Buarque, en cambio, parece a primera vista menos evolutiva, menos cargada de experimentalismo explícito. Hay una suerte de renuncia a todo lo que no se amolde a la canción popular en su forma más primaria. Incluso, si no se repara en las letras, muchas de las canciones parecen ser otra cosa que lo que son (algo similar pasaba, por ejemplo, en su famosa “A pesar de vocé”, donde un texto de crueldad notable era cantado a la manera de un samba festivo y carnavalesco). Pero las letras, en este caso, son demasiado importantes como para no reparar en ellas. Hasta una canción de amor, de esas en las que la tradición ha abundado hasta el hartazgo, resulta ser, simplemente, una de las canciones de amor más bellas jamás escritas. “Tantos cantores/ Tantas Cecilias/ Con mil reflectores/ Yo, que no digo/ Pero ardo en deseo/ Te miro/ Te cuido/ Te sigo/ Te veo dormir”, canta en el final de “Cecília”. Después hay una sola canción más. Un homenaje a Mangueira, su escola de samba. Breve y perfecta.

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“As Cidades” de Chico Buarque.

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“Prenda minha” de Caetano.

 

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