Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira


GHETTOS DE TV


Por Enrique Medina

t.gif (862 bytes) Es petiso, rubión de peluquería y con ojos de buey para el degüello. Pero es lo más astuto que puede encontrarse en la televisión. Supo ser sumiso empleado económico con la última tiranía militar y en dicho equipo ascendió con la rapidez de un buzo que tropieza con 49 tiburones hambrientos. Se cuida en el vestir. Se especializa en el canje. Sabe interpretar el papel de "noble-puro-simple-sencillo-dado-bueno-tierno-simpático" como nadie. Lo que lo mata es que no tiene carisma y por esto --gracias a Dios, y que Dios exista, por favor-- aún no ha llegado a ser una "figura" de nuestra farándula.

Anduvo por los Estados Unidos y por Europa afilándose las uñas. Comenzó a utilizarlas a losna36fo01.jpg (11584 bytes) arañazos cuando volvió y se metió a productor cinematográfico para blanquear anteriores comisiones. Invirtió en películas de cuarta que no eran más que réplicas de extranjeras con éxito. Realizó películas de violencia, de sexo, de romance. Con unas le fue mejor que con otras. En lo que siempre anduvo parejo fue en la consideración de la gente de cine con la que trabajó. Directores, elenco, técnicos, todos coinciden en recordarlo como un buen hijo de su madre ya que quien no quedó colgado, aún está flotando en medio del océano. Probó el periodismo escrito, luego la radio y, cuando consiguió ser columnista económico de perdidísmo programa de televisión, dijo: "de aquí no me sacan ni a guadañazos".

El asunto es que nuestro personaje se enamoró de la televisión y en el principio se bancó varios programas de cable en los que llorando a mares vio cómo se le patinaban fajos de dólares que con el esfuerzo y sudor ajenos había sabido escamotear. Pero le dio resultado. Se hizo un nombrecito entrevistando a transgresores, progres, ejemplos de conducta, todos talentos naturales que sólo florecen cuando el buen dios los señala con el dedito inefable; generoso, nuestro Ojos de almanaque sin días, al finalizar el programa les regalaba algún implemento inservible que conseguía en canje, como es de rigor. Se fue ubicando a los codazos y patadas hasta que, a un veterano del ambiente, periodista de primer nivel, se le ocurre parar un equipo en serio, con mucha creatividad, frente a las cámaras de cable. Este veterano y buena gente llama a los que considera más representativos en su actividad: justicia, salud, entretenimientos, deportes, cultura, farándula, horoscoperos y cuanti más. Con todo al dente, no se le ocurre mejor idea que llamar a nuestro antihéroe, el de los ojos de buey a punto del degüello, para que conduzca el ciclo que, en la televisión de cable, no tenía antecedentes. Ojos de buey dice que sí pero no va a ningún ensayo, ni prueba, ni cosa que se le parezca, ni para conocer al equipo de colaboradores, columnistas, etc. El se cree la estrella y solamente atiende el teléfono cuando el veterano periodista devenido productor lo llama. Todo bien. Ensayos de voces, pruebas de cámara, ropa, maquillaje, textos de cada uno, entradas, salidas, todo al pelo. Y cuando ya faltaba un día para la salida al aire, incluso con notas en diarios, el Ojos de lechón adobado lo llama al productor y le dice que no hará el programa en esas condiciones ya que habló directamente con el dueño del canal y viendo que él (el periodista devenido productor) se tiraba un lance para ver si conseguía publicidad, y en cambio, y de manera efectiva, él (Ojos de carnero con bolsas de heno colgando) tenía de manera efectiva una poderosa cartera de anunciantes y contactos, lo mejor era que tuviera el control directo del programa. El veterano periodista viendo que su plafond de productor se diluía en un triste sueño de juventud, se repuso e increpó a Ojos de petiso mal hecho. Este, ante el arresto, se defendió y justificó con estas santas, sabias y muy nacionales palabras:

--¿Vos qué querías hacer con este programa, un ghetto de judíos y de negros?

El veterano periodista, que las había pasado peores, no se dejó llevar por la emoción. Quizás por la edad, o porque las ambiciones ya no son importantes, o porque no está demás cuidar la salud, o porque rebajarse a las trompadas ya no le iba, o por lo que sea, lo miró como se debe mirar a una alimaña, luego dio media vuelta y se fue.

El programa salió al aire, cambiado para mal. El único integrante del equipo artístico original que se mantuvo fue la horoscopera. El ghetto del Ojos de Bela Lugosi estuvo conformado por columnistas siniestros y de pesados antecedentes que, mixturados con invitados de lujo, aprovecharon para lavarse el lastre que cargaban desde 1976. Y fue, ya fue, se fue. Apenas una anécdota para el que escriba la historia de la televisión argentina; versión no autorizada, claro.

PRINCIPAL