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OPINION

Con perdón para las vacas

 

Por Luis Bruschtein


t.gif (67 bytes)  Bignone dijo que "no tiene certeza de que los reputados desaparecidos estuvieran muertos". Este hombre medio sordo, de mirada hueca, como si no hubiera nada detrás de ella, se permitió algunas burlas supuestamente agudas sobre las víctimas de la represión y ha ensayado comentarios grotescos sobre las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo.

Bignone no es un hombre inteligente ni de gran carácter, por lo cual resulta grotesco cuando intenta ser incisivo o irónico. Está imbuido de su calidad de ex presidente de facto y por eso se esfuerza por aparecer como si fuera "respetable". En eso coincide con la mayoría de sus colegas de la dictadura Videla, Massera, Galtieri y demás.

Declaran con orgullo ofendido desde una altura que nadie les dio ni les reconoce y al hablar confirman que nunca hubieran llegado a esos lugares si no hubiera sido por la fuerza. Todos los temas les quedan grandes, los superan en forma patética, sus ideas y argumentos sobre Malvinas, la política, la represión, el país, son pequeños, elementales y rígidos con un horizonte que no ve más allá del casino de oficiales.

En ese discurso hay un rasgo que ellos son incapaces de percibir y que luego de 20 años impacta aún más que los otros aspectos. Ellos dicen "desaparecidos", "robo de bebés", "tortura" como si fueran abstracciones técnico--políticas o definiciones de un manual. Saben que cometieron un delito pero lo justifican ideológicamente, lo cual, de por sí, es abominable. Sin embargo, lo que impacta es la forma en que separan esos hechos del profundo dolor que implican. Del daño irreparable que hicieron y siguen haciendo a la sociedad.

Esa especie de insensibilidad bovina --con perdón para las vacas-- es lo único que explica que además intenten ser irónicos, incisivos o despreciativos cuando se refieren a estos temas y que hablen de los "reputados" desaparecidos, o como Acosta que aseguró que los prisioneros eran sus amigos. Esta característica de sujetos asociales los pone aún más en evidencia como criminales peligrosos sin importar sus edades o lo que sean en sus vidas privadas. La gente los mira con espanto y con odio porque ese es el reflejo de lo que ellos vuelcan sobre la sociedad.

 

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