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Por Mariana Carbajal
"Había un patrón histórico de muy largo plazo que indicaba que las uniones de hecho eran un fenómeno prevaleciente en las clases más humildes. Eso cambió. Hoy se dan uniones consensuales en los sectores medios", señaló a Página/12 la investigadora del Conicet Elizabeth Jelin. "Hoy los hijos de buena familia, que solían pasar por la iglesia, el templo y el salón de fiestas, conviven hasta que nace un hijo y muchas veces aun siendo padres mantienen la informalidad de la relación", apunta la psicoanalista Irene Meler. El fenómeno no se limita a la ciudad de Buenos Aires. La tasa de nupcialidad viene decreciendo paulatinamente en los últimos 30 años en todo el país: pasó del 7,3 en 1970, a 5,9 diez años más tarde y a 4,3 en 1995, según datos del Indec. Las uniones consensuales, que en 1980 representaban un 9 por ciento de las uniones en Capital Federal, crecieron al 13,7 por ciento en 1991, cuando se realizó el último censo. Hay varias causas que determinan el descenso del número de casamientos, coinciden las especialistas consultadas por este diario. "Se descree de la ley como garantía y se acepta la incertidumbre. Después de tantos divorcios ha quedado la sensación de que la ley no significa nada", indicó Meler, coautora del libro Género y familia. Poder, amor y sexualidad en la construcción de la subjetividad (Paidós). Entre los motivos coyunturales que afectan la tasa de nupcialidad, el director del Registro Civil de Capital Federal, Esteban Centanaro, señaló la inestabilidad económica instalada hace años en el país. Jelin coincidió: "Si el ideal de la formación de pareja y de familia se relaciona con un mínimo de estabilidad económica, en momentos de alto desempleo, gran inestabilidad y mucha desconfianza en el mercado de trabajo, se piensa más de dos veces antes de entrar en un vínculo formal como es el matrimonio", analiza la investigadora del Conicet, autora de libro Pan y afectos. La transformación de las familias (Fondo de Cultura Económica). En el fenómeno se conjugan también tendencias de largo plazo. "En la medida que aumenta mucho la proporción de matrimonios que terminan en divorcios, es menos probable que la gente se case formalmente en segundas uniones", evaluó Jelin. Entre 1991 y 1997 los casamientos de divorciados descendieron el 31 por ciento: de 5115 bajaron a 3514, de acuerdo con las estadísticas del Registro Civil de la Capital Federal. "Uno puede decir que el proceso de individuación, que es un proceso secular que lleva dos o tres siglos en Occidente, y que tiene que ver con sujetos más centrados en sí mismos y menos parte de colectivos, lleva a que uno se fije más en qué vínculos establece", añadió la socióloga. Otra característica de estos tiempos es el paulatino aumento de la edad promedio de la mujer al formalizar su pareja, al menos en la ciudad de Buenos Aires: de 25,7 años en 1970 subió a 28,2 en 1995, según datos elaborados por la demógrafa Susana Torrado. "Muchas parejas se casan después de tener hijos", describe el director del Registro Civil porteño, habituado a ver a los flamantes esposos en compañía de sus críos recibiendo la libreta de casamiento. "Con más educación, las mujeres que entran con posiciones importantes en el mercado de trabajo tienden a postergar el matrimonio", agregó Jelin. La tendencia marca que las futuras esposas están cada vez más cerca de los 30 que de los 20. Por ejemplo, en mayo de 1998 contrajo matrimonio sólo 25 mujeres de entre 15 y 19, y 254 entre 20 y 24 (23 por ciento), frente a 450 de entre 25 y 29 años (40 por ciento). Las de 30 a 34 fueron el 16 por ciento y el grupo de 35 a 39 años, el 7 por ciento.
Por Eduardo Febbro
El estudio del INED se basó en un análisis del estado civil a partir de 1994 a fin de conocer cuál era hoy la situación jurídica de los hijos nacidos en parejas sin casarse. Las cifras destacan que la gran mayoría de los hijos fue reconocida por su padre y que, además, casi todos llevan el apellido paterno. La situación actual no difiere en mucho de la de los hijos "legítimos", pese a que el estatuto jurídico no es igual. Más de la tercera parte de los hijos son reconocidos por la pareja antes de que nazcan, porcentaje que contrasta con el que se constataba hace 30 años, donde sólo el 1 por ciento gozaba del reconocimiento mutuo. En 1965, apenas el 33 por ciento de los bebés de un mes había conseguido la filiación paterna contra el 83 por ciento de hoy. Las cifras del INED tienen en Francia una importancia capital en un contexto de agitado debate sobre la familia y sus derechos. La ministra francesa de Justicia, Elizabeth Guigou, encargó a una comisión especial la elaboración de un informe sobre el derecho de la familia. El grupo que compone la misión debe presentar en otoño un proyecto de reforma para ser discutido en la Asamblea. El trabajo del INED viene a respaldar a un vasto sector social que defiende el "igualitarismo" frente al derecho entre hijos "legítimos" e "ilegítimos". El sector conservador, que defiende la familia tradicional, se opone a estos argumentos. Su principal portavoz e ideólogo de la corriente tradicionalista, el profesor Philippe Malaurie, se niega a aceptar que el Estado se "mantenga imparcial frente a los dos tipos de familia". Malaurie, como casi toda la derecha, coloca en oposición lo "tradicional" y lo "natural" argumentando que "no existe equivalencia alguna entre los dos modelos familiares. Hay modelos que son mejores que otros. En este sentido, la familia legítima es mejor que la familia natural". Pero los partidarios de la familia tradicional tienen un problema
delicado que resolver. El nieto del presidente francés, el gaullista conservador Jacques
Chirac, nació en un hogar al mejor estilo de hoy: la unión libre. |