Por Pablo Ferreira
Hoy
tenemos billetes con nuestros próceres y después los tendremos con otros
(próceres). La polémica imagen fue utilizada por Pedro Pou, titular del Banco
Central, al anunciar ayer en conferencia de prensa la inédita decisión del
gobierno de marchar hacia la dolarización de la economía. El banquero presentó la
defunción del peso como la única alternativa viable para eliminar el temor a una
devaluación y a una cesación de pagos de la deuda pública externa. Y, además, las
virtudes del nuevo sistema permitirían lograr un descenso de las tasas de interés que
deben pagar los bancos, las empresas y el gobierno en cada crisis financiera global.
La adopción del dólar estadounidense se plasmaría mediante un Tratado de Asociación
Monetaria a concretarse inicialmente con Estados Unidos. El presidente del Central
aseguró que las autoridades del Tesoro de ese país habrían decidido darle luz verde al
proyecto (ver aparte). El acuerdo previsto incluye como concesiones argentinas una
convergencia con las metas fiscales fijadas por Maastricht, la coordinación de las
políticas financieras (desaparecerá el Banco Central) y una mayor flexibilización del
mercado de trabajo.
El presidente Carlos Menem, quien lanzó en general la iniciativa la semana pasada, busca
dar una fuerte señal a los especuladores de que la Argentina no piensa devaluar su
moneda. El Gobierno mira con gran preocupación la posibilidad de contagio de la debacle
del Brasil, cuya moneda, el real, se derrumbó 31 por ciento en siete jornadas hábiles.
Además, ayer la banca de inversión estadounidense Morgan Stanley alertó acerca de una
inevitable devaluación del peso argentino, predicción que golpeó de lleno en la
sensibilizada piel del equipo económico.
La convertibilidad
De acuerdo a la evaluación de Pou, quien estuvo acompañado en su presentación por
Martín Lagos, número dos del BCRA, y por el superintendente de Entidades Financieras,
Javier Bolzico, la convertibilidad sólo convence a los argentinos. No obstante que el
país cumple aseguró el funcionario con exigencias financieras dignas de la
Unión Europea, los grandes inversores externos huyen del peso cada vez que algún país
sufre ataques a su moneda. El fenómeno se repite inexorablemente por lo menos desde 1994,
cuando se produjo el estallido de México bautizado como efecto Tequila.
No ha sido exitoso en eliminar el riesgo de devaluación, reconoció
abiertamente Pou en la tarde de ayer, aludiendo al intocable plan implementado por Domingo
Cavallo. El banquero central dijo que los mercados siempre desconfían de estos
compromisos. En su opinión, ello obedece en parte al desconocimiento de este
sistema por la gran mayoría de los países del mundo. Sin embargo, apuntó como razón
primordial de la incertidumbre de los brokers externos al costo de la desordenada
historia monetaria del país.
Pese a que la tendencia a contagiarse tiende a disminuir desde el efecto Tequila,
cada vez que sobreviene un ataque a algún país hay una tendencia a pasarse de pesos a
dólares, un fenómeno que implícitamente Pou reconoce está ocurriendo en este
momento. El responsable del Central se lamentó de que la Argentina no tenga una mejor
situación en el escenario mundial pese a que los standards financieros superan las
exigencias del Tratado de Maastricht (que fijó las bases de la conformación de la unión
monetaria europea).
La convertibilidad, tras casi ocho años de dura implantación, muestra -a criterio de las
autoridades serias fallas. Los grandes mercados financieros del mundo observan que
se trata de una medida unilateral. Esto significa que puede modificarse a través de una
ley, tal como ser originó.Otra falla que admiten ahora es que limita la capacidad de
prestamista de última instancia del BCRA.
Tres opciones
Con ese diagnóstico, Roque Fernández y Pou evaluaron tres caminos alternativos para
consolidar la convertibilidad. El Tratado de Asociación Monetaria es el único que
resistió el análisis oficial. En cambio, la dolarización unilateral y la
implementación de una Unión Monetaria americana fueron desechadas. La primera porque,
pese a la posibilidad de una rápida implementación, puede ser percibida como una
pérdida de soberanía, es modificable también unilateralmente.
La Unión Monetaria Americana, en tanto, que ofrece además de la
dolarización una serie de ventajas, como la implantación del dólar mediante un
tratado multilateral internacional con jerarquía constitucional, es objetada
fundamentalmente porque lograr tal unión exigiría una negociación que, con
optimismo, demoraría entre 5 y 10 años.
El tratado
Frente a estas alternativas, el tratado no exige la formación de un Banco Central
Regional, pero sí la firma de un tratado bilateral que le otorga rango constitucional.
Además, la implementación aunque no inmediata llegaría en forma progresiva a lo largo
de dos a tres años. Economía le suma como elemento favorable la posibilidad de
incorporación de otros países con miras a la formación de una unión monetaria
continental. El ente monetario cuantificó en una estimación conservadora que
desde la implementación hasta el año 2010, la asociación monetaria empujaría el
crecimiento del PBI del 5 al 7 por ciento, lo que se reflejará en una producción mayor
equivalente a 150 mil millones de dólares. La inversión escalaría del 24 al 29% de ese
PBI y, un punto vital, el empleo se vería incrementado en 1,6 millones de trabajadores
adicionales.
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