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PLAN PARA CONVERTIR A LA ARGENTINA
EN UN APENDICE MONETARIO DE EE.UU.
Menem quiere salvarse con el dólar

El gobierno argentino pretende celebrar con Washington un Tratado de Asociación Monetaria, que implicaría la extinción del peso, la disolución del Banco Central y el sometimiento a la soberanía de la Reserva Federal. El Tesoro norteamericano desmintió que haya negociaciones en marcha.

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Pedro Pou, presidente del Banco Central, antes de anunciar la subordinación monetaria.
Aunque junto con el peso desaparecería el riesgo cambiario, persistirá el riesgo país.

Por Julio Nudler

t.gif (67 bytes) Aprovechando la crisis desatada el miércoles 17 por el derrumbe del Plan Real, el presidente Menem, con el estratégico apoyo técnico del titular del Banco Central, Pedro Pou, decidió una sorpresiva y temeraria jugada política, de enorme audacia. La idea consiste, en la práctica, en convertir a la Argentina en una provincia monetaria de los Estados Unidos, con la adopción del dólar y la eliminación del peso. Sin embargo, la iniciativa va más allá de la mera dolarización, pues plantea la celebración de un Tratado de Asociación Monetaria con Washington, de rango constitucional. Aunque este esquema equivaldría a una postconvertibilidad, y podría interpretarse como una apuesta extrema destinada a disuadir cualquier asalto especulativo contra el país, ofrece otro costado de imprevisibles consecuencias políticas. Carlos Menem puede esperar de este plan dos resultados decisivos para sus propósitos personales. En primer lugar, un impresionante triunfo político si Estados Unidos aceptara asociarse monetariamente con la Argentina. Adicionalmente, un pretexto para reformar la Constitución de 1994, para incorporarle el nuevo tratado, aunque no se trate de un procedimiento necesario. De paso, podría inscribirse la admisión de una segunda reelección de Menem. Fuentes de la Casa Rosada rechazaron anoche esta suspicacia, asegurando que se trata de una iniciativa puramente económica.
Si el Gobierno consiguiera plasmar su plan, el país resignaría definitivamente un aspecto esencial de su soberanía, como es el de manejar su propia política económica, y dentro de ésta la monetaria. El BCRA desaparecería (aunque se diga que pasaría a formar parte, eventualmente, de un Banco Central Unificado), y el ministro de Economía sería poco más que un simple secretario de Hacienda. La Reserva Federal (banca central norteamericana) toma sus decisiones en materia de política crediticia y tasas de interés en función de las necesidades de la economía estadounidense. Es obvio que no lo hará pensando en las consecuencias para la Argentina. En el aspecto simbólico, la subordinación al arbitrio norteamericano supondrá la extinción de los billetes de peso, con los próceres nacionales que identifican sus diferentes denominaciones, y su sustitución por los de EE.UU. De todas formas, es difícil evaluar a priori cuánto sensibilizaría a los argentinos en esta época la disolución de su identidad nacional a cambio de una promesa de mayor estabilidad económica.
La sola difusión pública de la propuesta implica un realineamiento estratégico del Gobierno, que abandona la prioridad de la integración con Brasil en el Mercosur para engancharse como furgón al tren estadounidense. En este sentido, la Argentina picaría en punta en la carrera por la constitución de una unión monetaria continental, que hoy puede encontrar oídos predispuestos en Washington por el desafío que el nacimiento del euro está planteándole a la hegemonía del dólar. Sin embargo, mientras el euro fue la consecuencia de varias décadas de integración económica europea, aquí se pretendería anteponer el emblocamiento monetario, asociando a economías no integradas entre sí y separadas por abismales desniveles.
Ayer voceros del Departamento del Tesoro estadounidense negaron –contra lo afirmado por Pedro Pou– que haya un grupo formal de trabajo o se esté negociando un tratado, pero admitieron estar dispuestos a conversar la idea, curiosamente ventilada por Menem tras regresar de su último viaje a la Unión. El FMI, por su parte, calificó de interesante la iniciativa argentina, pero negó estar involucrado en ella. Como organismo multilateral, difícilmente el Fondo vaya a comprometerse con un plan de esta naturaleza.
Aunque Menem pueda paladear la satisfacción de trascender el Plan Cavallo, y hasta de sostener que éste fracasó en conseguir que el mundo crea en la convertibilidad y en la no devaluación del peso, la osada iniciativa oficial opone serias dificultades. La mayor de ellas es queconducirá a la desaparición de las reservas de divisas del BCRA, que serían entregadas a los bancos y al público en canje por los billetes de peso, al tiempo que se renominarían a dólares todos los depósitos constituidos en pesos. Careciendo de reservas, el país no dispondría de ese recurso en una situación extrema, como un cataclismo natural o la invasión por un ejército extranjero. Extrañamente, Pou pretende que Estados Unidos le pague los intereses que dejará de ganar el país por no poder invertir ya sus reservas, como hace ahora.
Otro punto a negociar es la posibilidad de que los bancos que operan en la Argentina obtengan redescuentos (préstamos) de la Reserva Federal en situaciones de iliquidez, papel que, aunque sea muy limitadamente, cumple ahora el Banco Central. Se supone, de todas formas, que la subordinación del país a Estados Unidos alejaría el peligro, no sólo de una corrida contra el peso, como es obvio, sino también contra el sistema bancario. No obstante, el riesgo país no desaparecería por esto. Aunque ya no habría riesgo cambiario, nadie va a cobrarle a la Argentina la misma tasa que a Estados Unidos u otras potencias. En la medida que la economía nacional no sea competitiva, la solvencia del país seguiría puesta en duda y los prestamistas se cubrirían añadiendo puntos a las tasas.
Precisamente esta vulnerabilidad argentina, que podría agravarse por el abandono de políticas propias, explica la mención de una “mayor flexibilidad laboral” como un factor a ofrecer a Estados Unidos en la negociación del tratado. Como ha venido ocurriendo, los trabajadores deberían seguir contribuyendo a bajar los costos de producción para favorecer la competitividad argentina, golpeada por las devaluaciones ajenas y las malas privatizaciones locales, entre otras fallas. En medios financieros se vinculó ayer el anuncio de Pou con un presunto drenaje de reservas por unos mil millones de dólares en los últimos días, pero fuentes del equipo económico aseguraron a Página/12 que se trata de una normal oscilación estacional. Mientras tanto, el ministro Roque Fernández tomó distancia, afirmando que el Plan Mónica “es un tema de largo alcance, sin relación con la presente coyuntura”.

 

“Pensé en Puerto Rico”

na02fo03.jpg (6505 bytes)Raúl Alfonsín eligió una ironía para rechazar la propuesta del gobierno de avanzar hacia un acuerdo monetario bilateral con los Estados Unidos. “Pensé en Puerto Rico, país asociado”, dijo el ex presidente, quien por la tarde participó de la presentación del plan de la Alianza para enfrentar la crisis brasileña. “No queremos hacer una oposición destructiva. Estamos ofreciendo alternativas para encontrar soluciones, pero no en el marco de lo que quiere hacer el gobierno hipotecando el futuro”, enfatizó. Alfonsín remarcó que la llamativa iniciativa oficial demuestra que “estamos perdiendo la decisión nacional en todos los campos”. “Se está comprometiendo el futuro del país”, concluyó.

“Se quedan sin política”

“Si adoptaran la dolarización, de hecho habrán capitulado su política económica nacional y quedarán sujetos a cualquiera que sea la política monetaria y económica de los Estados Unidos”, puntualizó Pietra Rivoli, catedrática de la universidad estadounidense Georgetown. También interpretó que la propuesta “va mucho más lejos de lo que ha hecho la Unión Europea con la adopción del euro como moneda común”. “En primer lugar –destacó–, el euro es un proceso en marcha, algo a lo que se apunta. Pero lo más importante es que se ha llegado a su lanzamiento después de un largo proceso de elaboración colectiva de la política económica.” Por otra parte, Rivoli señaló que “con la convertibilidad, de hecho, Argentina ha abandonado la moneda nacional, aunque el peso siga circulando”.

“Respuesta a Brasil”

na03fo03.jpg (4936 bytes)El economista Adalberto Rodríguez Giavarini, uno de los candidatos a ministro de Economía de Fernando de la Rúa, interpretó que la propuesta de la dolarización constituye “un mensaje claramente político”. “Lo que se quiere mostrar es una actitud política 180 grados diferente a la de Brasil. Ellos optaron por la devaluación, y Carlos Menem recomienda la dolarización”. El ex secretario de Hacienda del jefe de gobierno porteño se manifestó contrario a esa posibilidad. “Considero que no es el mejor momento, y pensar en una situación así es considerar que estamos al borde de un colapso”, afirmó. También dijo que “es mejor que la gente siga optando entre pesos y dólares, no es recomendable eliminar compulsivamente esta decisión”.

PRONOSTICO DE MORGAN STANLEY
“Ahora sigue Argentina”

t.gif (862 bytes) “Temo que la crisis se cobrará otras víctimas en América latina. Y la más obvia es la Argentina.” Barton Biggs, el presidente de la influyente firma estadounidense Morgan Stanley Dean Witter, agitó ayer los fantasmas de la devaluación del peso. “Los efectos de la crisis que se inició en Tailandia en 1997 continúan desplegándose. Brasil fue su última víctima, la semana pasada. Y la Argentina podría ser la siguiente”, declaró Biggs a un diario japonés. Las polémicas declaraciones del financista fueron rápidamente repudiadas por Economía.
“Evidentemente, Biggs no conoce la fortaleza de la convertibilidad. Abandonarla no es una opción que consideremos y nada nos indica que haya que considerarlo”, respondió el secretario de Programación Económica, Rogelio Frigerio.
Contra todos los pronósticos, que ven alejada cualquier posibilidad de que la convertibilidad ceda ante los embates de la crisis, el prestigioso analista puso el dedo en la llaga. Pronunció la palabra que en la Argentina quedó prohibida en abril de 1991: “devaluación”. Y fue más allá. “Si la Argentina llegara a devaluar el peso, los especuladores podrían atreverse a atacar otras monedas, incluyendo el dólar de Hong Kong, y hasta China podría verse obligada a devaluar. Sería el mayor desastre para el mundo”, atemorizó Biggs.
El economista fundó sus temores sobre la suerte que podría correr el peso tras la devaluación del real en que la Argentina exporta a Brasil el 60 por ciento de sus ventas totales de productos manufacturados. Y en que tres de cada diez dólares que exporta tienen como destino a su socio en el Mercosur.
Pero Biggs no fue el único que ayer hizo sonar alarmas por la crisis. El banco de inversión estadounidense Goldman Sachs advirtió que el terremoto brasileño “va a afectar adversamente a otros mercados emergentes y las repercusiones serán particularmente severas en los países de América latina”. En su último informe mensual, Goldman Sachs apuntó que el acceso de capitales privados a las economías en desarrollo “se verá reducido o estará cerrado totalmente este año. Ya sucedió en la crisis mexicana de 1994”. Según sus estimaciones, en 1999 llegarán a los países emergentes unos 30.000 millones de dólares menos que el año pasado.
Por su parte, el Deutsche Bank recomendó a sus clientes reducir sus inversiones en activos brasileños. En su último informe, aconsejó bajar la exposición de sus inversiones del 12,3 al 6,8 por ciento del total. La recomendación se basa en que, por culpa de las altas tasas de interés, la economía brasileña tendrá un decrecimiento en 1999, en torno de 4,5 puntos del Producto. Sin embargo, la entidad se mostró optimista respecto de la cotización que el real tendría a fines de año. Según el Deutsche Bank, cada dólar equivaldrá a 1,65 reales en diciembre próximo. Pero ayer la cotización cerró a 1,75.

 

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