Por Mónica Flores Correa
Desde Nueva York
Con
una dramática invocación al Senado estadounidense para que mantenga la estabilidad
constitucional y la cordura política, y rechace los cargos de la Cámara de
Representantes contra Bill Clinton, David Kendall, el abogado personal del presidente,
concluyó ayer la argumentación de la defensa. Los fiscales lo cuestionaron en
declaraciones periodísticas. Posteriormente, el senador demócrata Dale Bumpers, un
político apreciado y respetado por ambos partidos, puso el broche final con un emocional
alegato en favor de Clinton, a quien dijo defender no como amigo sino como un legislador
preocupado por la Constitución. Los Padres Fundadores, afirmó Bumpers, pusieron el
impeachment en la Constitución para proteger al pueblo
estadounidense y no para castigar a los presidentes.
Bumpers no integró el equipo de defensores, pero fue invitado por la Casa Blanca para
pronunciar las palabras de cierre por su ascendiente sobre los restantes senadores.
Ofreció el perfil humano de los padecimientos legales. Dijo que el móvil
presidencial al no mencionar el affaire con Monica Lewinsky había sido no provocar
una vergüenza indecible a su esposa, a la que adora, y a su hija. Aun
cuando se hubiese cometido perjurio para ocultar una infidelidad, este acto ni
siquiera se acerca a lo que puede considerarse un delito que merezca el impeachment,
enfatizo.
Los fiscales y la defensa responderán hoy a las preguntas escritas de los senadores, pero
que leerá el juez William Rehnquist. En el terreno estrictamente jurídico, las pruebas
contra Clinton son circunstanciales y de carácter especulativo,
sostuvo Kendall. En forma metódica y sin ahorrar criticas a los acusadores del
presidente, el abogado sostuvo que la evidencia presentada sobre obstrucción de justicia
era profundamente ambigua. Fue todavía mas lejos y acusó a los trece
miembros de la Comisión de Justicia por ignorar pruebas importantes que hubiesen
exonerado a Clinton. Dicha exclusión constituye un intento de hacer coincidir
algunos de los hechos dentro de un esquema siniestro, dijo.
La defensa de Kendall y sus colegas, que duro tres días, fue cuestionada por los fiscales
en varios apartes con los periodistas. Aprovecharon básicamente los señalamientos de los
abogados de la Casa Blanca acerca de que había incoherencia en las pruebas para llevar
agua a su molino. El objetivo a corto plazo de los ultraconservadores es incluir testigos
en el juicio: en primer lugar, la ex becaria Monica Lewinsky, protagonista del
affaire, pero también Betty Currie, la secretaria privada del presidente, e
inclusive el propio Clinton, tal como sugirieron Henry Hyde y otros fiscales. Los fiscales
se apoyaron en las críticas de la defensa para afirmar que las declaraciones de testigos
eran imprescindibles para que los senadores puedan decidir. Los senadores votarán el
lunes si convocan o no a los testigos. Pero los demócratas podrían proponer que se voten
directamente los artículos de impeachment. Aunque casi no tienen
posibilidades de éxito con este movimiento, ven en ello una ganancia política: pondrían
en evidencia el deseo republicano de alargar el impopular proceso.
Mientras crecía la oposición de los norteamericanos a una eventual destitución
una encuesta del Wall Street Journal y la cadena NBC estableció que esta semana un
60 por ciento de encuestados opinó que Clinton no debe ser removido del cargo, frente a
un 57 por ciento en la semana pasada, dos afamados líderes republicanos se
pusieron, con diversos matices, de parte del demócrata. De los dos respaldos, el
mássorprendente provino de Pat Robertson, el pastor evangelista que es una de las voces
más importantes de la derecha cristiana. A pesar de haber insistido durante mucho tiempo
en que Clinton debe ser destituido, Robertson dijo el miércoles en su programa televisivo
El club de los 700 que Clinton había ganado la batalla de las relaciones
públicas con el discurso del Estado de la Unión. Ellos (los senadores) pueden muy
bien desechar el juicio y continuar con otro tema. En lo que a mí respecta, la cuestión
esta terminada.
Aunque en forma indirecta, el ex presidente George Bush fue el otro republicano que
manifestó simpatía por el acosado mandatario. En un encuentro con los senadores, en el
que fue invitado a hablar, Bush, sin pronunciarse a favor o en contra del
impeachment, dijo que lamentaba la falta de civilidad de nuestro debate
político y criticó la maledicencia, la excesiva intromisión en las vidas
privadas.
Pero los legisladores conservadores no perdieron el tiempo en retrucar a los dos
dirigentes. El representante Cristopher Cannon, uno de los fiscales de la Cámara, dijo
que la observación de Robertson era desalentadora, porque no entiende lo que
pasa. Y el senador Phill Gramm de Texas, tambien acérrimamente conservador,
relativizó las palabras de Bush. Son las cosas que se suelen decir cuando uno
abandonó el escenario, comentó.
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