Cristino Nicolaides, preso. |
Reynaldo Bignone, preso. |
Jorge Tigre Acosta, preso. |
Héctor Febres, preso. |
Antonio Vañek, preso. |
Rubén Franco, preso. |
Por Adriana Meyer
El juez
federal Adolfo Bagnasco les dictó el procesamiento y la prisión preventiva a los
represores Emilio Massera, Reynaldo Bignone, Cristino Nicolaides, Rubén Franco, Jorge
Acosta, Antonio Vañek y Héctor Febres. Además trabó embargo por la suma de un millón
de pesos sobre los bienes de los cuatro primeros y medio millón sobre los tres últimos.
Todos fueron considerados autores mediatos de los delitos de sustracción, retención y
ocultamiento de menores, sustitución de identidad. Al ex director de la ESMA Antonio
Suppicich se le dictó la falta de mérito y recuperó su libertad. Desde el Juicio a las
Juntas de 1985, la justicia argentina no tomaba una medida de esta magnitud contra los
responsables de la represión ilegal, en este caso por la apropiación sistemática de los
hijos de los desaparecidos, nacidos en cautiverio.
Me ha tocado conocer en uno de los capítulos más negros de la historia
contemporánea de nuestro país, los avatares de la lucha contra la subversión llevada a
cabo por las Fuerzas Armadas durante el último gobierno militar, en su aspecto a mi
criterio más aberrante, la presunta sustracción de menores nacidos durante el
cautiverio de sus madres en centros clandestinos de detención. De este modo
comienza la resolución de 225 carillas con la cual Bagnasco concluye la primera etapa de
este proceso, que a su vez contiene dos capítulos: los quince partos
ocurridos en la Escuela de Mecánica de la Armada, y la denominada garantía de
impunidad que dieron los máximos jefes del último período de la dictadura a ese
plan macabro, Nicolaides y Franco como integrantes de la última Junta Militar, y Bignone
como último presidente de facto. El Documento Final de la Junta decretó la muerte de
todos los desaparecidos y también la de los menores, intentando dar por terminado el
asunto sin la intervención de la Justicia. Mientras que la Ley de Autoamnistía les dio
una temporaria protección. Esto sumado a la negativa a informar ante los pedidos de
paradero fue el resguardo necesario para que estos tres imputados no fueran
molestados en el futuro.
Por su parte, Suppicich había reconocido la existencia de los detenidos y fue quien
marcó el conocimiento de toda la cadena de mandos de lo que pasaba en la ESMA. Fue su
director a partir de 1979, época en la que ya no se produjeron nacimientos en aquel campo
de concentración. Además, admitió que los procedimientos se documentaban. Entre las
pruebas recogidas en el expediente se destacan varios reglamentos militares que daban
cuenta de instrucciones explícitas en caso de encontrarse con menores de edad en los
procedimientos. Algunas Actas de la Junta Militar reflejan que sus integrantes trataban
ese tema. En la número 117 aprobaron evitar todo revisionismo sobre los
procedimientos empleados en la lucha contra la subversión, entre los cuales se
encuentra la sustracción de menores. La resolución sostiene que, aun en el caso de que
hubieran existido normas que dispusieran la entrega de los menores a sus familias de
origen, en la práctica las mismas no se cumplieron.
ESMA: maternidad clandestina
Además de las detenidas de la ESMA que dieron a luz entre diciembre de 1976 y noviembre
de 1978, también llegaron a parir allí en ese período otras mujeres que provenían de
otros centros clandestinos. Estos casos revelan la interrelación existente entre las
distintas armas para la concreción del plan y fueron descriptos por el ex marino Adolfo
Scilingo y ratificados por otros testimonios. El fallecido almirante Rubén Chamorro,
director de ese infierno, se jactaba de tener su pequeña Maternidad Sardá,
como surge de las declaraciones de algunas sobrevivientes. Estas víctimas eran
secuestradas y conducidas, vendadas y esposadas, hasta el sótano del Casino de Oficiales.
Los recién nacidos permanecían algunas horas hasta que eran retirados. Las madres eran
trasladadas sin que nada volviera a saberse de ellas. La sobreviviente de la
ESMA Sara Solarz deOsatinsky ayudó a parir a quince de sus compañeras. El jefe de
ginecología del Hospital Naval, Jorge Magnacco, y el médico naval Domingo Arias Duval
reconocieron expresamente que atendieron esos partos y que les ordenaron mantenerlo en
silencio porque era secreto militar.
Responsables del plan
El responsable máximo de lo ocurrido en la ESMA resulta ser Massera por haber sido
miembro del órgano con mayor poder en el país, la Junta Militar, y por haber sido jefe
máximo de la Armada. Bajo sus directivas se hallaba el entonces jefe del Comando de
Operaciones Navales, Antonio Vañek. Hacia abajo en la cadena de mandos estaban los
directores de la ESMA: Rubén Chamorro, ya fallecido, y José Suppicich. El jefe operativo
era Jorge Vildoza (imputado pero prófugo), pero Jorge Tigre Acosta era la
cabeza visible en aquel submundo. A su vez, los testimonios señalan que Héctor Febres
era el responsable de las embarazadas y de llevarse a sus hijos, a veces en lujosos
ajuares. Osatinsky dijo que él le sacó el hijo a Cecilia Viñas para dárselo a Jorge
Vildoza.
Bagnasco aplicó la teoría de la autoría mediata en el marco del poder: todos los
eslabones de la cadena de mandos están implicados en un conjunto de delitos que conforman
el plan criminal. Pero no fueron imputados como una cuestión previamente concebida, sino
como una práctica sistemática. La finalidad de la sustracción sistemática de los
menores debió ser separarlos de sus familias de origen, para insertarlos en el seno de
familias extrañas, describió el juez, pero aclaró que no se pudo comprobar que se
buscara sacarlos del medio ambiente subversivo. Una vez consumada la
sustracción, los retuvieron y ocultaron, en la mayoría de los casos, hasta la
actualidad, lo cual constituye un delito permanente. Además, los nacimientos de esos
niños no fueron registrados legalmente, tal como lo reconocieron los propios médicos
militares Magnacco y Arias Duval. El juez entendió que ante esta conjunción de ilícitos
reiterados y agravados no cabe menos que la cárcel.
Uno de los testimonios fundamentales fue el del periodista Juan Gasparini, sobreviviente
de la ESMA, quien declaró que Acosta le presentó a Massera y que ambos tenían
conocimiento de los partos. Scilingo reforzó los dichos de Gasparini en igual sentido.
Osatinsky fue más allá y afirmó que Massera fue a visitar a las
embarazadas. Cuando fue interrogado por el juez, Massera se negó a declarar. Acosta
sí aceptó ser indagado, pero intentó desacreditar todos los testimonios que lo
incriminan, y señaló directamente hacia su admirado jefe Massera, al reconocer que
visitaba la ESMA. También trató de demostrar que devolvían los bebés, pero Bagnasco
consideró que los dos casos que el Tigre puso como ejemplo fueron una
excepción.
El abogado Pedroncini manifestó a Página/12 su satisfacción por la resolución de
Bagnasco, sobre todo porque surge la diferenciación de responsabilidades de
Massera, Bignone, Nicolaides y Franco respecto del resto, como responsables del plan que
venimos denunciando. El próximo capítulo analizará lo ocurrido por los represores
del Ejército, entre ellos Leopoldo Galtieri, Carlos Suárez Mason y Domingo Bussi. El
destino de la etapa de instrucción que impulsa Bagnasco debería ser un juicio oral, pero
el camino hacia allí ya están colocados los escollos de los abogados de estos militares,
que no dudarían en intentar pedir ayuda a la Corte Suprema con tal de no sentarse otra
vez en el banquillo.
Los datos de la causa
* La causa fue iniciada por los abogados Alberto
Pedroncini y David Baigún hace dos años, en representación de las Abuelas de Plaza de
Mayo María Isabel Chorobik de Mariani, Cecilia Fernández de Viñas, Elsa Pavón de
Grinspon, Rosa de Roisinblit e Ysabella Valenzi.
* El plan de apropiación de sus nietos contempló
tres situaciones diferentes: niños desaparecidos de sus hogares, solos o con sus padres,
niños nacidos durante el cautiverio de sus madres en los centros clandestinos, y niños
desaparecidos durante el cautiverio de sus padres y posteriormente hallados asesinados.
Además hay cuatro casos de mujeres asesinadas estando embarazadas.
* Los militares y ex militares imputados son 32.
* Los casos analizados son 194 ocurridos en 7
centros clandestinos.
* Los casos de la ESMA por los cuales fueron
procesados Acosta, Vañek y Febres son los de Patricia Roisinblit, María del Carmen de
Poblete, María Marta Vázquez Ocampo de Lugones, Liliana Fontana, María Hilda Pérez de
Donda, Ana Castro, Susana Siver de Reinhold, Miriam Ovando, Liliana Pereyra, María
Graciela Tauro, Dora Greco, Mirta de Hueravillo, Patricia Mancuso, María José Rapella de
Mangone, Susana Pegoraro, Alicia Alfonsín de Cabandie y Silvina Labayru. Este último es
el único en que sobrevivieron ella y su bebé. Ninguno fue juzgado en el Juicio a las
Juntas de 1985.
* Las declaraciones testimoniales son más de 60,
entre sobrevivientes y ex personal médico de las maternidades clandestinas.
* Los cuerpos de la causa son 19.
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