Como Noriega y Samuel Doe Por Julio Nudler |
"La dolarización es sólo aplicable en países sin vocación de grandeza. Los ejemplos de países que han aceptado la dolarización --Liberia y Panamá: en uno el presidente asesinado (Samuel Doe), en el otro derrocado y preso (Manuel Noriega)-- son suficientes para que ningún otro presidente tome este camino... Ya llevo dos presidentes convencidos con este argumento: Carlos Menem y Alberto Fujimori." Estas cosas decía en octubre de 1990 (cinco meses antes de la convertibilidad) Javier González Fraga, entonces presidente del Banco Central, el mismo que ahora sostiene: "Me gusta la idea de la dolarización, porque es una manera de anticiparse a lo que me imagino será inexorable de acá a diez años." ¿Qué quiere, que lo maten a Menem? La verdad es que todo cambia con el tiempo. En 1970, Ricardo Grüneisen se vio forzado a renunciar a la presidencia del BCRA por haber sugerido que era preciso devaluar el peso. Nadie que ocupara ese cargo podía deslizar semejante opinión. Pero ahora Pedro Pou dice que hay riesgo de devaluación y aún más, ¡de default! (cesación de pagos), y nadie exige su dimisión. Fernando de la Rúa sólo comenta que "no es serio", cuando en realidad es tremendamente serio. Mientras tanto, Guido Di Tella invierte todas sus energías en regalarles ositos a los kelpers y en urdir astutas estrategias diplomáticas para recuperar las Malvinas, y no hace nada por buscar mercados para la producción argentina, descolocada por la maxidevaluación brasileña. Ningún político se atreve --aunque lo piense-- a decir públicamente que Malvinas no puede ser hoy la prioridad de Relaciones Exteriores, porque lo más urgente para el país es defender su economía, sus puestos de trabajo y sus medios de vida en un mundo tan difícil. Es hasta grotesco mostrar tanta preocupación por la recuperación de la soberanía nacional en el pequeño archipiélago austral mientras se impulsa la entrega de la soberanía monetaria a los Estados Unidos (aliado de Gran Bretaña en la guerra de 1982), con consecuencias mucho más dañinas para la autodeterminación argentina que la posesión o no de las islas. Aunque todos presagiaban la explosión del Plan Real, y sólo se trataba de acertar cuándo sucedería, el Gobierno argentino no tenía ninguna estrategia preparada para enfrentar el siniestro. Ya estallado, sus primeras aproximaciones al vecino en busca de medidas compensatorias sólo cosecharon sonoros sopapos. Los brasileños saben bien con qué gobernantes argentinos están tratando.
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