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SUBRAYADO

Clinton, el guerrero frío

Por Claudio Uriarte


t.gif (67 bytes)  El exitosísimo discurso de Bill Clinton acerca del Estado de la Unión contuvo un anuncio disonante con el optimismo profesional de su administración sobre todas las cuestiones: el aumento del presupuesto militar en 12.000 millones de dólares para el próximo ejercicio, hasta llegar a un total de 110.000 millones de dólares en los próximos seis años. Si el Congreso lo aprueba, se tratará del incremento de gastos de defensa más importante en los últimos 10 años, y también el más grande desde 1984, punto medio de la presidencia de Ronald Reagan y pico de tensión de los últimos años de la Guerra Fría. Las razones citadas son diversas: desde el costo del mantenimiento de la paz en los Balcanes hasta la contención de la amenaza terrorista, química y bacteriológica, desde la puesta a punto del aparato de defensa existente hasta la construcción de nuevos misiles en Corea del Norte. El incremento cubre también un proyecto reaganesco: la construcción de un sistema antimisiles del tipo contemplado en la vieja "guerra de las galaxias" del mandatario conservador.

Una mirada cínica a este reforzamiento de la defensa podría indicar que se trata solamente de un intento de reparar las relaciones de Clinton, un desertor de la guerra de Vietnam, con sus militares, que nunca lo quisieron y siempre desconfiaron de él. Parte de eso debe haber, aunque los peligros enumerados por la administración también son reales. Pero si esto es verdad, también lo es que el mero aumento del financiamiento a una estructura militar construida para combatir la Guerra Fría parece un remedio ineficaz ante un cuadro de prioridades muy distinto de la Guerra Fría. Los bombardeos antiterroristas contra Afganistán y Sudán no redujeron en nada la amenaza de un enemigo tan ubicuo como oportunista, mientras los efectos del ataque aéreo contra Irak todavía están por verse. Las necesidades de defensa que se desprenden de los nuevos focos de hostilidad, y que se resumen en una mejor inteligencia y en el aumento de la movilidad y agilidad de la pesada maquinaria militar, no aparecen de modo muy definido en el nuevo presupuesto, que sigue reflejando una "doctrina de cero bajas" tan conveniente como ilusoria, y cuyo plan contra el terror químico y bacteriológico parece más lleno de dinero que de respuestas.

En resumen, Clinton ha vuelto a hacer las cosas en su estilo: el del fumador de marihuana que no traga el humo y el de las fellatios que no son relaciones sexuales. Mientras la economía vaya bien, lo único que tiene que temer es que sus profecías tremendistas se le cumplan.

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