Los coros universitarios, que abundan en las instituciones públicas y privadas, reúnen a alumnos y graduados, a jóvenes y adultos. La mayoría son gratuitos y abiertos al público.
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Por Cecilia Sosa Sábado a la noche. En una pizzería céntrica, un grupo de jóvenes rodea una mesa llena de platos y vasos vacíos. Los comensales se levantan y entonan un negro spiritual. "Deben ser de una secta", le dice en un susurro un hombre a su esposa. Pero no. Es el coro de la Facultad de Ingeniería (UBA), que atempera el receso estival con súbitas intervenciones en plena urbe porteña. También las facultades de Ciencias Exactas, Agronomía, Derecho, Ciencias Sociales, Arquitectura, Ciencias Económicas e, incluso, la propia UBA (ver aparte) tienen sus propios planteles corales que realizan conciertos dentro y fuera del circuito académico. Los coros, en su mayoría gratuitos, reúnen estudiantes, graduados y público en general. "Es un fenómeno curioso, las diferencias sociales y de edad se diluyen en el canto común", asegura Gabriela Battipede, directora del coro de Económicas. "La voz expresa todo, te desnuda frente al resto. Por eso, de los coros surgen las amistades más sinceras", aventura Agustín Saravia, de 23 años, uno de los treinta jóvenes --y no tanto-- que integran, desde hace cuatro años, la tercera formación del coro de la Facultad de Ingeniería. Durante el año, son muchas las sedes de la UBA que destinan una vez por semana sus instalaciones para el ensayo de los coros. Y todo vale. Desde un aula-taller en el caso de Arquitectura, hasta la sala del consejo directivo para los de Ingeniería. Sociales y Económicas disponen de sus flamantes centros culturales. "La gente es mucho más afinada de lo que ella misma suele creer. Y, salvo casos muy excepcionales, todos pueden cantar", asegura Battipede, desde Económicas, donde después de una convocatoria la cantidad de integrantes del plantel llegó a cincuenta. Sólo un tercio son estudiantes o graduados de la facultad. En materia de repertorio se impone la variedad. Folklore, tango, música renacentista, romanticismo alemán, negro spiritual y obras clásicas del siglo XIX son algunos de los géneros a los que se abocan los coros académicos. Arquitectura, además, incorporó una orquesta. "Aunque es más caro, nos permite investigar otras variantes. Para pagar los músicos hacemos una vaquita entre todos", explica Gustavo Giménez, director del coro desde el regreso de la democracia. La prueba de fuego son los conciertos, que se realizan tanto en actos académicos (colaciones de grado, fiestas de fin de año) como en parroquias o competencias. "Es como rendir examen --confiesa Giménez--. Se pone ante el oído y la vista de todos lo que se preparó durante meses. Después, a disfrutar los aplausos." Si bien los ensayos están suspendidos hasta marzo, para los chicos de Ingeniería cualquier espacio sirve para no perder el trainning. Es que dieron el salto y se consagraron: bajo la dirección de Marcelo Ortiz Rocca ganaron el primer premio en el certamen de Trelew (Chubut) --que hace más de un siglo quedaba en manos de la comunidad galesa--. "Estamos mucho más comprometidos, tanto musical como afectivamente. Sabemos que cada uno puede tener total confianza en el otro", asegura Mariana Demkura, de 22. "Si falta uno, nos cuesta reconocernos, nos sentimos mal", apunta Claudia, su hermana, de 24. Y Saravia explica: "Es que el coro es un instrumento, si cambia uno de los integrantes, cambia el sonido del todo. Dependés completamente de los demás". Dirigir un coro exige todo tipo de destrezas. "Muchos piensan que cantar es tratar de ser Spinetta o Caetano. Pero para estar en un coro hay que aprender a usar todas las posibilidades de la voz. Por eso, hay que saber hacer callar a alguien sin que se moleste", advierte Juan Martín Picarel, de 26 años, que sobre la base de técnica y buen humor logró conservar a las 33 personas, sin experiencia previa, que se inscribieron en octubre en el flamante coro de Ciencias Sociales. Y desafía: "La gente está acostumbrada a ir a los recitales a cantar y no a conocer cosas nuevas. Pero en las facultades, donde se produce pensamiento, el coro también debe ser un lugar de innovación. Por eso, también incorporamos música de vanguardia". Para Battipede, de Económicas, el desafío fue lograr integrar a voluntarios de distintas edades e intereses. "Se juntó gente que, tal vez, no tendría más intereses comunes que la pasión por el canto. Tuvimos que empezar de nuevo con los rudimentos de la técnica vocal y la lectura musical. Pero también fue una renovación necesaria para no anquilosarnos", dice. Y, de hecho, el año finalizó con éxito y un concierto en el Aula Magna.
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